Wednesday, October 22, 2014

Día de San Rafael!


De acuerdo con el Santoral Católico tradicional, el 24 de Octubre se celebra en muchos sitios el Día de San Rafael, no obstante dicha celebración fue reunida por el Concilio Vaticano II con la festividad de los Arcángeles Gabriel y Miguel en un mismo día, el 29 de Septiembre.


San Rafael es el patrón de los enfermos y los hospitales por ser el ángel que trae a los seres humanos la energía sanadora de Dios. Hace al ser humano recordar que el cuerpo es un importante instrumento para el espíritu, y por eso debe cuidarse con gran amor y atención.

El origen de este nombre viene del Arcángel Rafael. Su significado “es aquel que tiene mucha compasión por todos los seres, especialmente las personas que tienen algún mal físico, mental, emocional o espiritual”. Por esta razón, a él se le puede pedir su intercesión para sanar las enfermedades y males de todo tipo, contra las adicciones, y para mantener sanos y salvos a los seres amados. El Arcángel Rafael representa la sanación y purificación del alma y el cuerpo, y por ello se le considera el patrón de los enfermos, los hospitales y los viajeros. Su imagen se representa mediante la figura de un peregrine, en referencia a la historia bíblica de Tobías.

Para la familia Palacios-Cortés y sus relacionados, el nombre de Rafael y el día 24 de Octubre han tenido una significación especial por ser el nombre de la cabeza de la familia, Rafael Agapito Palacios Sánchez, quien aunque nació en Chocontá, vivió la mayor parte de su vida en Suesca. Allí fue asignado por los Ferrocarriles Nacionales en su empleo de Fogonero; allí fue donde conoció a quien fuera su esposa, Benedicta Cortés, y donde construyó su primera vivienda. También fue allí donde estableció su empresa, “Minas de Carbón San Rafael”, y donde nacieron sus primeros tres hijos, Luis Felipe, Rafael y María Benedicta.

La ocurrencia de los anteriores hechos fué en la segunda mitad del siglo pasado. En esta época era muy usual el bautizar a los hijos con el nombre del Santo que correspondiera en el Santoral Católico, o tambén se acostumbraba poner al hijo o hija el nombre del padre o de la madre, y por lo general se celebraba esta festividad religiosa principalmente, en lugar del cumpleaños. Siguiendo esta tradición, mi padre recibió el nombre de su padre, y yo el de mi padre, y aunque él nació en Marzo, se le celebraba su Santo en lugar de su cumpleaños. Recuerdo que se organizaban reuniones familiares en Suesca, Bogotå, Cajicá, Fusa o Sopó como la que se aprecia en la siguiente foto, y allí lo agasajaban con abundantes piquetes o suculentos almuerzos.


El Día de San Rafael era una fecha que no pasaba desapercibida para nosotros sus hijos (Luis Felipe, Rafael, María Olga, Gloria Ester, Amparo, Esperanza) y nuestras respectivas familias, en la cual también nuestros tíos y primos más cercanos acostumbraban visitar a mi padre donde estuviera, con algún presente, y resultaba una gran reunión familiar. Con el paso del tiempo el número de asistentes fue disminuyendo, pues muchos de ellos pasaron a mejor vida, como por ejemplo la tía Lola, quien mantuvo la tradición hasta su muerte. Entre los asistentes que se mantuvieron constantes recuerdo a los primos Mestizo, Castro y Palacios con sus familias.

La última celebración de San Rafael que se le hizo a mi padre fué en Albany, Estado de Oregon en Estados Unidos, hace 8 años, junto con su hijo y su bisnieto Alan Rafael. Curiosamente, entre sus últimas palabras recordó ese hecho al decirle a una de sus nueras: “Si sabe Lalis que yo tengo un tocayito que se llama Alan Rafael?”. Después de su fallecimiento en Enero de 2007 hemos acostumbrado pagar misas en memoria de su alma, a manera de celebración.


Thursday, July 31, 2014

Los Señores Cortés

El siguiente es el texto del cuento que resultó ganador en la categoría 4 del Concurso de Narrativa Histórica de Suesca el pasado mes de Junio del presente año, titulado:

“Los Señores Cortés”

Una inquietud permanente en mi vida ha sido la de conocer las raíces de donde provengo. Buscando por internet la genealogía del apellido Cortés, encontré que éste proviene de la provincia de Aragón en España, desde donde se extendió a las colonias hispanas durante la conquista de América, siendo uno de sus más distinguidos exponentes Hernán Cortés, quien vino a América en 1504 impulsado por un gran fervor religioso, y conquistó México para la corona Española al someter al imperio azteca hacia 1520.

Otros conquistadores del mismo apellido vinieron y se radicaron en Colombia, por lo que es fácil encontrar personas con este apellido en diferentes departamentos y poblaciones del país, así no se relacionen directamente. Por ejemplo, en Suesca encontramos hoy en día no solo a los descendientes de mi familia, sino también a la familia  de Luis Felipe Cortés, quien organizó y dirigió por varios años el Club de Leones de Suesca y promovió la cultura en este municipio.

Ahora me referiré principalmente a cuatro miembros de la familia Cortés-Guáqueta de la cual provengo, quienes vivieron entre 1870 y 1970, principalmente en Suesca, en la vereda de Cacicazgo, quienes fueron conocidos en Suesca como “los señores Cortés”. La cabeza de dicha familia se llamaba Apolinar Cortés Jiménez, quien nació muy probablemente en Suesca. Sé que tuvo varios hermanos, aunque no llegué a conocerlos: Francisco, Eleuterio, Gregorio, Otoniel, y Paulina. Por mis primos mayores supe que  Apolinar en su juventud trabajó como cochero de Carlos Holguín Mallarino, en la hacienda que poseía en Suesca. Indagando por internet encontré que Carlos Holguín Mallarino fué Presidente de la República de Colombia entre 1888 y 1892.

Aunque no me ha sido posible aún validar en la partida de nacimiento o de matrimonio, por mi madre sé que mi abuelo Apolinar se casó con mi abuela Juana Guáqueta hacia 1900, cuando él tenía aproximadamente 30 años y ella apenas contaba 13 años. El padre de Juana, Felipe Guáqueta, poseía varias fincas en Suesca, y al morir dejó terrenos en la vereda de Cacicazgo a su hija Juana. De dicho matrimonio nacieron tres hijos varones (Marcelino. Abelardo, e Hipólito), y seis mujeres (María, Dolores, Procesa, Helena, Nieves y Benedicta). En esta narración me referiré principalmente a los varones de la familia,

Por haber nacido después de su fallecimiento en 1944, no conocí personalmente a mi abuelo  Apolinar. En una foto de él, que aún conserva mi hermano Felipe, se ven unos rasgos de origen español y un porte distinguido. Por transmisión oral de los familiares que alcanzaron a conocerlo, me llegó una descripción no muy ejemplar, pues al parecer despilfarraba los ingresos que recibía de su trabajo, y en otras épocas no trabajaba aduciendo enfermedad, a pesar de haber muchas necesidades en el hogar. Por esto le correspondió a mi abuela Juana asumir el sostenimiento del hogar y la crianza de los hijos. Además ella sembraba y cosechaba en un terreno ubicado cerca de La Silesia en Suesca que había pertenecido a sus padres.

Marcelino fué el primer hijo de la familia Cortés-Guáqueta, quien desde joven se fue de la casa. Tuvo una compañera, llamada Eva Alvarez, natural de Chocontá, con quien tuvo una hija a quien le dieron el nombre de Inés Cortés. Eva falleció al poco tiempo de haber dado a luz, y Marcelino le entregó la bebé a mi abuela. Posteriormente se fue a trabajar a un depósito de carbón en Bogotá, donde tuvo otra compañera que al parecer era pariente, pues se llamaba Juana Cortés, y con ella tuvo un hijo a quien se llamó Carlos. Después de haber vivido por varios años en Bogotá, Marcelino regresó a Suesca y trabajó con su hermano Abelardo, hospedándose en la casa de su hermana María, en Cacicazgo.

Las cinco hermanas mayores también dejaron el hogar en la medida en que se fueron casando, aunque se establecieron muy cerca de la casa paterna. Después de seis hijas mujeres, en 1917 nació el segundo hijo varón a quien se le llamó Abelardo. No obstante ser uno de los hijos menores, ayudó a su madre en la lucha contra la pobreza, comenzando a trabajar en las minas de carbón en Suesca desde cuando era un niño.  A la edad de 20 años Abelardo ya había ahorrado suficiente para construir una casa sobre la carretera que conduce al pueblo, antes del puente sobre el río Bogotá, a donde se trasladó hacia 1942, junto con su madre, su hermana Benedicta y su sobrina Inés. Allí Benedicta (mi madre), ayudada por su sobrina Inés, instaló una tienda donde se vendían víveres, comestibles y cerveza, siguiendo la sugerencia de su hermano Abelardo de “ponerle la trampa al centavo”.

Unos años mas tarde Abelardo trabajaba en las minas de San Vicente, donde se distinguió por sus dotes de liderazgo, por lo cual lo nombraran presidente del sindicato. Hacia 1940 un acontecimiento casual llevó a Jorge Eliécer Gaitán a visitar Suesca. Años atrás él había fundado un movimiento politico llamado Unión Izquierdista, vinculando a los sindicatos, la clase obrera, y en general a los desposeídos. Por supuesto él buscaba adeptos a su causa política, al ponerse en contacto con el sindicato de la más poderosa mina de carbón de ese entonces, la de San Vicente. En su calidad de presidente del sindicato, Abelardo organizó una recepción al líder político en Suesca, en la cual quien dirigió las palabras de bienvenida fue mi madre.

Como consecuencia de su papel de líder sindical, varios empresarios del carbón le tomaron desconfianza a Abelardo por la amenaza que él representaba si sus obreros se sindicalizaban y reclamaban sus prestaciones legales. Además se ganó la antipatía de algunos de sus compañeros, lo cual lo llevó a cambiar de empleo. Afortunadamente hizo contacto con don Alfonso Bueno Medina, un paisano suyo a quien conocía desde años atrás, quien le propuso que fuera su capataz en las minas de carbón que tenía en Cacicazgo. Abelardo aceptó y se desempeñó en ese puesto por seis años, durante los cuales desarrolló habilidades administrativas y directivas.

Con esa experiencia, Abelardo adquirió también un mayor conocimiento del negocio del carbón, en una época en que no se había extendido aún el uso del gas en las estufas y se cocinaba con carbón, por lo cual había alta demanda por este mineral. Decidió entonces iniciarse como empresario, comprando con sus ahorros un lote de terreno que comenzó a explorar en busca de yacimientos de carbón, y después de invertirle trabajo y dinero por varios meses logró encontrar la veta del mineral. De ahí en adelante cambió por completo el nivel de vida de Abelardo y la familia, ya que el beneficio se extendió a varios de sus miembros. Es así como con los ingresos que le produjo la venta del carbón en el primer año pudo adquirir otra casa en el centro de Suesca, muy cerca del parque principal.

Luego, como fruto de un esfuerzo continuado durante varios años, mi tío Abelardo fue incrementando su patrimonio, comprando dos lotes en Bogotá, construyendo en el primero de ellos una casa de dos pisos con manzarda donde residió por muchos años, y en el segundo construyó un edificio de cinco pisos, con doce apartamentos para arrendar. Más adelante compró otras minas que extendieron su propiedad a mas de 60 fanegadas, todas ellas con explotación carbonífera, y ubicadas en Suesca. Sus ingresos fueron creciendo proporcionalmente, mas así también los problemas, pleitos, gastos y atenciones con abogados, ingenieros, autoridades locales y jurisdiccionales. Gracias a su esfuerzo y talentos, lideró la industria del carbón en el Municipio, fué la cabeza de la familia Cortés-Guáqueta, y acumuló fortuna como empresario y constructor.

El tío Abelardo tuvo varios hijos antes de casarse: Clara Beatriz con Gregoria Otálora, natural de Chocontá; Estela, y Abelardo-1 con Tránsito Cortés de Suesca, y Abelardo-2, Carlos, Amparo y Virginia con Alicia Sanabria de Bogotá. Después de vivir muchos años como soltero, a la edad de 40 años se casó con Graciela Sánchez, natural de Pesca, Boyacá, con quien tuvo tres hijos: Mabel Juana, Abel Iván, y Javier.

Continuando la historia de Marcelino el mayor de mis tíos, cabe mencionar una anécdota familiar que me contó mi padre: en alguna ocasión Abelardo fué a visitar a su hermano Marcelino a un depósito de carbón en Bogotá donde trabajaba, y al verlo en malas condiciones le compró un vestido nuevo y le propuso que se fuera con él a colaborarle en las minas de carbón que tenía en Suesca. El papel que le asignó consistía un controlar los viajes de carbón que salían de la mina en los camiones, y quién los cargaba, pues de ahí se derivaban los ingresos de la empresa minera. Este episodio juntó inseparablemente hasta su muerte a Marcelino con su hermano Abelardo.

Durante la semana laboral el tío Marcelino vivía en la casa de mi tía María en Cacicazgo, y en los fines de semana acostumbraba visitar a mi abuela Juana, quien vivía en la casa del tío Abelardo en Bogotá. Por razones de su ocupación, Marcelino madrugaba mucho, y antes de desayunar e ir a su trabajo en las minas de Abelardo, iba a rezarle a la Virgen en las Rocas de Suesca. De paso hacia las Rocas despertaba a su hermana Dolores golpeando en la ventana y diciéndole “está tarde Lolita”. Ella le preparaba su desayuno mientras él regresaba, pero alguna vez, le falló el reloj biológico, y se levantó a las 2 de la mañana. Cuando mi tía Dolores se dió cuenta de la hora en que la despertó, lo regañó y lo mandó a acostarse diciéndole que dejara dormir.

Hipólito fué el menor de los hermanos Cortés-Guáqueta, y por consiguiente muy cercano en edad a sus sobrinos mayores. Tenía un temperamento jovial y acostumbraba ir a las ferias y fiestas de los pueblos de la región, ya que le gustaba apostar en el juego y en las peleas de gallos. Son muchas las anécdotas que se recuerdan acerca de él, especialmente de las travesuras que hacía en compañía de sus sobrinos que vivían cerca, las cuales no son del caso narrar. El también trabajó desde niño en las minas de carbón, y a la edad de 25 años construyó una casa en terrenos de su madre en Cacicazgo, y luego se casó con Leonor Alfonso. Con ella vivió allí y tuvieron  sus primeros hijos: Eduardo, Myriam y Martha.
Siguiendo el ejemplo de su hermano Abelardo, Hipólito inició una mina de carbón en Estancia Grande, cerca a los límites de Suesca con Sesquilé, la cual resultó muy productiva. Por esto mi tío “Polo” la llamó “El Chiripazo”, ya que la veta de carbón estaba muy cerca de la superficie y era bastante alta, permitiendo a los picadores trabajar desde parados. Esta mina tenía además la ventaja de que quedaba lindando con la carretera, facilitándose la venta y transporte del mineral. Contando con buenos ingresos, Hipólito siguió el ejemplo de mi tío Abelardo, construyendo una casa en Bogotá, a donde se trasladó con su esposa y sus hijos. Allí tuvieron otra hija, a quien se le dió el nombre de Cristina.

No obstante la buena fortuna de Hipólito en el juego y en los negocios, no fue así en el amor, pues su matrimonio tuvo muchos tropiezos, y sus hijos padecieron la separación de sus padres cuando ellos eran niños. En la última etapa de su vida el tío Polo, como cariñosamente le llamábamos, luego de separarse de su esposa vivió con Elvia Osorio, con quien tuvo un hijo a quien se llamó César Hipólito Cortés. Infortunadamente el tío Polo falleció a la edad de 44 años, cuando el último de sus hijos tenía unos cuatro años.

Una anécdota familiar que recuerdo acerca de la jovialidad de mi tío Polo se presentó en la época en que él iba con frecuencia a nuestra casa de mis padres (Benedicta y Rafael), en razón de que ellos eran los acudientes de sus hijos cuando estudiaban en Bogotá y estaban afrontando la separación de sus padres. En alguna ocasión su visita coincidió con el momento en que rezábamos la Novena de Aguinaldos, y como él era siempre jocoso, ponía la nota de humor en las reunions.  Al cantar el villancico “Vamos Pastores Vamos”, el tío Polo en lugar de decir “vamos a Belén, a ver a la Virgen y al Niño también” él dijo: “a ver a Benedicta y a Rafico también”, haciéndonos reír a todos los que estábamos presentes.

Al culminar este relato, me pongo a reflexionar sobre el sentido y la trascendencia que pudo tener el término que escuchaba de niño “los señores Cortés” cuando la gente se refería en forma deferente a mis tíos Abelardo, Marcelino e Hipólito Cortés. Para mí esta frase significaba respeto, admiración y adherencia a los valores que ellos representaban. En Abelardo, la valentía, el liderazgo y la persistencia en la realización de sus sueños. En Marcelino, la paciencia, el espíritu de servicio y el gusto por la vida. En Hipólito, la jovialidad, la tolerancia y el manejo del azar. Pero en mi concepto los valores más sobresalientes son la abnegación, el sacrificio, y la lucha por la vida que les transmitió mi abuela Juana Guáqueta a sus hijos, “Los señores Cortés”. Considero que esta historia puede ser ejemplo para las nuevas generaciones de Suescanos al transmitir los valores de quienes los han antecedido.


Rafael Palacios Cortés
Mayo 19 de 2014