A continuación se narran varios episodios históricos que están relacionados con una leyenda que desató no solamente la avaricia de los conquistadores españoles cuando llegaron al territorio de lo que hoy es Colombia, sino también el descubrimiento, la subyugación y el abuso de los pobladores de ese entonces, el admirable pueblo Muisca del cual procedemos, y al cual me he referido en artículos anteriores de este blog por estar íntimamente ligados con Suesca.
1.
Como comienza la leyenda
En
1534, cuando Pizarro conquistó el Cuzco (Perú), al norte Sebastián de
Belalcázar emprendió la conquista de Quito (Ecuador), que se suponía igualmente
rico, pues los españoles encontraron tesoros allí. Belalcázar continuó
explorando hacia el norte pues un indio en Latacunga le habló sobre su lugar de
nacimiento, una tierra llamada Cundinamarca, cuya tribu había perdido una gran
batalla con otro pueblo chibcha.
De acuerdo
con el relato de ese indio, quien fue tomado como prisionero, el cacique de su
tribu acostumbraba cubrír su cuerpo con oro en polvo para hacer ofrendas a sus
dioses; de allí nació la leyenda de El Dorado, que posteriormente se fusionó
con otros rumores que llevaron a creer que había una ciudad construida
enteramente en oro. Desde entonces, los españoles comenzaron a llamar a Quito
como la provincia de El Dorado.
La
ilusión de Belalcázar era conquistar ese territorio y llegar al mar de las
Antillas, el cual suponía estaba cerca de Quito. De esta manera se evitaría el
viaje a través del Pacífico hasta Panamá, y podría navegar directamente a
España sin tener que cruzar las posesiones de Pizarro. Fue así como las tropas
de Belalcázar atravesaron las provincias de Pasto y Popayán, y luego el valle
de Neiva hasta llegar a la sabana de Bogotá, donde se encontraron con las
expediciones de Nicolás de Federman y Gonzalo Jiménez de Quesada, que habían
avanzado desde Coro (Venezuela) y Santa Marta (Colombia), respectivamente.
Curiosamente
los tres conquistadores que se encontraron en la Sabana de Bogotá, procedentes
de sitios tan diversos, traían un número similar de soldados y dos capellanes,
uno religioso y el otro clérigo: Qusada tenía 166 hombres; Belalcázar tenía 162
hombres; y Federmán tenía 163 hombres. La diferencia entre los capellanes
religiosos era que el de Quesada era Dominico, el de Belalcázar Mercedario, y
el de Federmán era Agustino (1).
2.
Gonzalo Jiménez de Quesada y la Nueva Granada
En
1535 había llegado a Santa Marta Gonzalo Jiménez de Quesada como
Vicegobernador, y decidió emprender una excursión en el territorio que luego se
convertiría en el Virreinato de la Nueva Granada (hoy Colombia), siguiendo el
curso del Río Grande de la Magdalena, con el propósito de llegar a Perú. En su
camino, Quesada observó que a lo largo del río los indios comían granos de sal
traídos de la costa, pero después de viajar setenta millas de distancia, la sal
era demasiado escasa. Más adelante comenzaron a observar que los indios comían
otra sal en pequeños bloquecitos similares a los cubos de azúcar, y mientras
avanzaban la sal era cada vez más barata según la intercambiaban por otros
bienes, lo que llamó la atención de los conquistadores.
De
acuerdo con lo que decían los indios, la tierra de donde venía tal sal
pertenecía a un hombre poderoso que poseía una gran riqueza. Por tanto, los
españoles decidieron explorar hasta encontrar el origen de la sal, llegando así
a las tierras de la Confederación Muisca, un pueblo rico en oro y esmeraldas
que vivían en el Altiplano Cundiboyacense. Así Jiménez de Quesada llevó adelante
la conquista de dicho territorio y fundó la ciudad de Bogotá, la cual sería
luego cabeza de dicho Virreinato.
El
derecho sobre los territorios recién descubiertos se mantuvo algunos años en
disputa entre Gonzalo Jiménez de Quesada, Sebastián de Belalcázar y Nicolás de
Federmán. Belalcázar, quien venía de Quito, reclamó el territorio en nombre de
Francisco Pizarro, conquistador del Perú. Federmán, quien venía de Coro
(Venezuela), era auspiciado por unos banqueros alemanes. Estos dos últimos
conquistadores llegaron a Bogotá a principios de 1539, y su disgusto fue grande
cuando encontraron allí a Gonzalo Jiménez de Quesada, que había venido con su
ejército desde Santa Marta hacía tres años. Entonces los tres exploradores se
embarcaron para España a resolver sus diferencias ante la Corona Española (1).
3.
La Ceremonia del Indio Dorado
Una
de las costumbres indígenas que más llamaron la atención de los conquistadores era
la ceremonia que se llevaba a cabo para investir a un nuevo cacique, la cual
fue denominada por los españoles como la ceremonia de "El Dorado".
Según la narración de Juan Rodríguez Freyle, al morir el cacique de Guatavita,
su sobrino fue designado sucesor. Para recibir su investidura, fue ungido con
una masa pegajosa de lodo y se le espolvoreó con oro en polvo, por lo que quedó
cubierto con este metal (ver el siguiente grabado de Theodoro de Bry de 1594).
Previamente,
los indios habían construído una gran balsa de cañas, y la adornaron lo más
llamativo que pudieron, Luego, sobre ella, el nuevo cacique fue trasladado al
centro de la laguna, donde fue coronado como Cacique de Guatavita por parte de
otros jefes de menor rango que iban adornados con grandes plumas. En ese
momento la laguna se iluminó con antorchas alrededor de toda la circunferencia,
en la cual estaban ubicados los demás miembros de la tribu.
Una
vez coronado, el nuevo cacique lanzó piezas de oro y esmeraldas a la laguna, como
una ofrenda a sus dioses, y luego se sumergió en el agua. Mientras tanto los
indios agitaban banderas, y al llegar a tierra el nuevo cacique, empezaron a
gritar. Luego se celebró con bailes, danzas y chicha, Esta fue la ceremonia en
la que se reconoció al nuevo señor de la tribu,
La
veracidad de esta leyenda fue confirmada en 1856 cuando se encontró una pieza
de oro de orfebrería, conocida como la "balsa muisca" que luego
desapareció, pero en 1969 se descubrió otra similar, que se encuentra
actualmente en exhibición en el Museo del Oro en Bogotá (ver fotografía
siguiente). Paradójicamente, ninguna de estas dos balsas fue encontrada en la
laguna de Guatavita; la primera fue descubierta en la laguna de Siecha, y la
segunda apareció en una cueva en el municipio de Pasca (2).
4.
Drenan las Lagunas
La
leyenda de las ofrendas de oro y esmeraldas también dio lugar a los primeros
intentos para drenar las lagunas sagradas de los muiscas. El primer drenaje de
la laguna de Guatavita fue hecha por Hernán Pérez de Quesada, recibiendo sólo
el equivalente a cuatro mil pesos oro. En 1652, un rico comerciante de Bogotá,
llamado Felipe Sepulveda, obtuvo la concesión de una segunda exploración a la
laguna de Guatavita. Sepúlveda hizo un corte en una de las colinas con el fin
de drenar la laguna, pero tan solo encontró una esmeralda valiosa. Por último,
una compañía Inglesa, mediante concesión
del gobierno de Colombia, procedió a vaciar completamente la laguna de
Guatavita, descubriendo en su parte inferior una capa de barro de tres metros
de espesor. Solo se encontraron algunos Tunjos, esmeraldas y objetos de
cerámica.
La
laguna de Siecha fue drenada parcialmente en 1856 por parte de los hermanos
Joaquín y Bernardino Tovar, asociados con Guillermo París y Rafael Chacón. El nivel
del agua bajó tres metros, lo que permitió descubrir varias esmeraldas y
algunas piezas de oro, incluyendo una balsa muisca, la cual se encuentra
desaparecida. En 1870 se realizó un nuevo intento para drenar la laguna de Siecha,
llevada a cabo por Crowther y Enrique Urdaneta, quienes perforaron 187 metros
de roca arenisca en la pared occidental. Sin embargo, cuando faltaban tres
metros para terminar el túnel, los dos señores y un peón murieron asfixiados
por los gases contaminados que produjo la combustión de la pólvora utilizada
para la perforación (3).
5. La leyenda se expande
La
codicia por el oro es un fenómeno humano que se extiende a través de la
historia, la geografía, y las culturas. El poseer el preciado metal pareciera
despertar un deseo insaciable por obtener más. La leyenda de El Dorado, que se
originó en el cacique embadurnado en oro en polvo para ofrendárselo a sus
dioses, junto con piezas de oro y piedras precisas como tributo en el centro de
la laguna sagrada, fue modificándose y ampliándose hasta hacer creer en Europa
que en el nuevo mundo existía un lugar con una inmensa fortuna, conocido como
El Dorado. Este hecho motivó no solamente a los españoles a conquistar el
interior del territorio que hoy es Colombia, sino también a aventureros y colonizadores
de diferentes nacionalidades a buscar ese lugar en distintas regiones de
América, durante los siglos XVI y XVII.
Un
fenómeno similar se desarrolló cuando en un humilde poblado de California, llamado
Coloma, se encontraron pepitas de oro en un río, despertándose lo que se
denominó “la fiebre del oro” en Estados Unidos, hacia 1850, caracterizada por la gran
cantidad de inmigrantes que llegaron a las cercanías de San Francisco en busca
de dicho metal. Los efectos de esta migración repentina fueron espectaculares.
Antes de la fiebre del oro, San Francisco era una aldea diminuta, y con dicha fiebre la aldea llegó a ser una gran ciudad.
A manera de patrimonio
histórico de Colombia, se quiso conservar esta leyenda de El Dorado, dándole
este nombre al principal aeropuerto del país, “Aeropuerto Internacional El Dorado”.
El aeropuerto recibió este nombre en 1959 en memoria de la famosa leyenda de El
Dorado según la cual los exploradores europeos buscaron, en sus expediciones en
el continente americano, una "ciudad dorada". La historia de Bogotá y
del país en general está estrechamente ligada con dicha leyenda, ya que cerca
de la actual ciudad se encuentra ubicada la Laguna de Guatavita, el lugar donde
se celebraba el rito descrito en esta famosa leyenda (3).
Referencias:
- Fundación de Bogotá - Historia Eclesiástica,
Capítulo V, Biblioteca Virtual, Biblioteca Luis Angel Arango.
- Los Muiscas – Verdes labranzas, Tunjos de oro, Subyugación y olvido, Mercedes Medina de Pacheco, Academia Boyacense de Historia, Buhos Editores, 2006.
- Wikipedia
– La enciclopedia libre,
varias entradas para investigar lo tratado.