Monday, December 13, 2010

Diego Fallon y Las Rocas de Suesca

Cuando era niño se me enseñó que un famoso poeta llamado Diego Fallon había escrito una poesía muy famosa dedicada a las Rocas de Suesca. Por eso desde cuando inicié este blog quería encontrar el texto de dicha poesía para presentarlo acá; sin embargo, no fue fácil localizar su publicación. Cual sería mi sorpresa que fuera mi hermana Gloria, quien vive en Italia, lo encontrara primero en el internet, ya que localmente no se consiguió.


De dicha publicación aprendí que Diego Fallon nació el 10 de Marzo de 1834 en Santa Ana (hoy Falan), Tolima. Fueron sus padres Tomás Fallon y Marcela Carrión. Recibió su educación en Bogotá en el Seminario de los Jesuitas, y después estudió en Inglaterra ingeniería de ferrocarriles y música. En Colombia se dedicó a la enseñanza del latín, el inglés, el francés, las matemáticas, la estética y la música. Fue maestro de la Academia Nacional de Música de Bogotá y del Colegio del Rosario. 



Su obra poética solo vino a publicarse hasta 1882 cuando el poeta contaba 48 años de edad. En 1885 editó el texto El Arte de Leer, Escribir y Dictar Música. Murió el 13 de Agosto de 1905. En reconocimiento a su obra la Asamblea del Departamento de Tolima cambió el nombre del municipio donde nació, por el de Falan como se pronuncia su apellido.


Fue ésta una oportunidad de conocer por primera vez este bello poema que comprende 59 versos genialmente concebidos y perfectamente escritos. También fue una dichosa oportunidad de conocer algo de la vida de este famoso poeta, no solo a nivel de Colombia sino del mundo hispanoparlante. A continuación transcribo la famosa poesía.




Las Rocas de Suesca

Coronados de pencas y de arbustos
Sobre altos precipicios suspendidos,
Ved de gigantes los informes bustos
En éxtasis eternos sumergidos.


Un gesto horrible allí petrificado,
Con nariz trunca y arrugada frente,
Decir parece al que le queda al lado
Que le pisa un callo eternamente.


De otro coloso en la entreabierta boca
Las águilas sus nidos han formado,
Y del labio inferior bermeja roca
Cuelga como la lengua del ahorcado.


Y sobre mí la mole vacilante,
Tenida allí por invisible dedo
Díjome con acento de gigante:
"Huye, mortal... ó sobre ti me ruedo.


A la voz huye vime en tal aprieto,
Que no hallando de pronto una tangente,
Resolvi descender por el cateto
De un triangulo de estratas adyacente;


Triangulo que en sus pardos murallones
Sustenta de otros mil masa confusa,
Y en antediluvianos mojicones
Apoya la musgosa hipotenusa.


Cruzan con la mirada el horizonte
Cuatro patriarcas de semblante duro,
A quienes miran del opuesto monte
Otros patriarcas de guijarro puro.

Y por saber si á conversar se prestan ,
- ¿Qué haceis ahí ?- pregúntoles en verso,
Y en mudo endecasílabo contestan:
"Aguardamos al fin del universo."

Escucho luego, lo que apenas creo,
Cual el rumor del viento que se aleja,
Un singular y vago cuchicheo
Entre las altas peñas de la ceja:

Cuando hacia el sitio la atención dirijo,
De las abuelas miro inmóvil caravana,
Festejando con hosco regocijo
El fausto cumple-siglos de una hermana.

En la faz de ésta avinagrada mueca,
Con letras chibchas en los dos carrillos;
El moño, de aluvión y yerba seca,
De líquen el collar y los zarcillos.

Secas raíces que á los lados penden
Forman su escasa cabellera grifa,
Y tres cabras, que el riesgo no comprenden,
Le comen la capulla a la cachifa.

Un pañuelo de musgo y lama verde,
Con prendedor de quiche al seno atado,
Remata el traje: lo demás se pierde
Tras un dosel en el peñón tallado...

Es fumadora la siguiente roca,
Y por cigarro tiene, aunque apagado,
En el rincón izquierdo de la boca
De un frailejón el tronco retostado.

A la sazón en el opuesto monte
Caliginoso nubarrón se asienta,
Y en sombra sepultando el horizonte
Va a desatarse en hórrida tormenta,

Cuando la zalamera fumadora
Al crespo nubarrón  así interpela:
-¿Que manda, mi señora?
- Que me prestes, mi negro, tu candela.

Lanza la nube un rayo de su seno
Al frailejón entre la grieta fijo;
Tiembla la tierra al pavoroso trueno,
Y la abuela contesta: - Gracias, hijo.-

Y sigue en tanto el vago clamoreo,
Ora cual raudo viento que se aleja,
Ora cual soterrado campaneo
Entre las peñas de la torva ceja.

Pongo el oído atento, de sus voces
Oigo la cavernosa resonancia;
Llorar parecen  los perdidos goces
De su inocente, submarina infancia.

-¿No recuerdas, Miocena, -exclama una-
Aquellos tiempos libres de pesares,
Cuando fué pabellón de nuestra cuna
El manto azul de primitivos mares?-

-Aún se remonta a tiempos anteriores,
Cara hermana Pliocena, mi memoria,
Y me pinta con vívidos colores
De nuestro origen la remota historia,

Cuando de nuestros cuerpos las sutiles
Desligadas partículas sin cuento,
En juegos y reyertas infantiles
Flotaron en el líquido elemento;

Y en la vieja Borrasca sus canciones
Entonaba, agitando aquellas riñas,
Con chinesco de truenos y aquilones
Desde afuera gritando: -¡Bailen, niñas!-

Hasta que la invisible superiora
Con su sorda llamada, desde adentro,
La madre Gravedad, habitadora
Del vasto mundo en el fundido centro,

Al fin á nuestros lechos nos atrajo,
Hizo cesar los juegos y las riña,
Cantando sin cesar y en tono bajo
Con rumorosa voz: -Duérmete, niña.-

¡Almas de la Cotopa y la Cocigua,
Y mama Chimba, y todas nuestras madres,
Que fueron ¡ay! la cordillera antigua;
Y almas de los inviernos, nuestros padres!

Hijo de la Cotopa dicen que era
El muchachuelo aquel tan consentido
Que de entonces
lisiado de hervidera
No dejaba dormir con su ronquido.-

-¡Ah, sí! Cotopaxito, por supuesto:
Mi amigo fué, lo tengo tan presente;
Dicen que ahora con su hermano ha puesto
Hornos de fundición en Occidente.-

Mas del cimiento el rezongar profundo
Súbito escucho, herido de sorpresa,
Que a las cornisas, viejas como el mundo,
-Muchachas, -dice,- ¿qué algazara es esa?.-

Enmudecieron todas un instante;
Mas luégo que el cimiento venerando
Tomó a dormir, la peña intermediante
Dió de ello aviso, y se siguió charlando.

SILURIA, la mayor, anciana austera,
Que de su clara estirpe vió la gloria,
Vivo guardaba de su edad primera
El recuerdo feliz en la memoria,

Que su prosapia sube hasta el más alto
Rango; porque PLUTÓN el Rey, la infanta
Doña TRAQUITA, el duque de BASALTO
Y el Príncipe GRANITO, cuya planta

Sonda la mar del subterráneo fuego
Miéntras sus sienes baña en los sombrios
Golgos del polo, todos desde luégo,
Según sus pergaminos, son sus tíos.

Y de esos pergaminos no se puede
Dudosa hacer la antigüedad presunta,
Que al herirlos, burlada retrocede
Del taladro tenaz la recia punta.

¡Mas contempladla! Sobre la ancha frente
En vano el Sol sus dardos ha lanzado,
En vano, al par, la lluvia disolvente,
El rayo, el aquilón la han azotado!

¡Ved! De sus cejas trazan la figura
Sendos cordones de erizadas pencas,
Y he visto fulgurar, en noche oscura,
Del cazador la hoguera entre sus cuencas.

Es de su alta nariz el bloque corvo,
Atalaya del buitre carnicero,
Que desde allí condena, inmovil, torvo,
Su presa a muerte en el lejano otero.

Su boca, agreste ermita donde vierten
Mortal sudor las piedras; do se llaman
Á iglesia
los conejos cuando advierten
Que los hambrientos galgos los reclaman;

Y es sacristán de aquella gruta pía
Un armadillo, que á la mansa vieja,
Le ha perforado interna galería
Que comunica oreja con oreja.

Miréla. Alcé mi voz: -Augusta anciana-
Interpelé con hondo acatamiento-
A vos ruego contéis en lengua humana
Vuestra patria, abolengo y nacimiento.-

Viento improviso que del valle sube,
Penetrando en el hueco de su boca
De arena expele giradora nube
Y, libre su garganta, así la roca:

-El Oceano que hoy al Occidente
Dilata sus cerúleos horizontes,
Cubre de nuestro patrio continente
Los hondos valles, los altivos montes.

Esos montes, un tiempo esas llanuras
desde el bismo á la nevada cumbre
Ostentaron galanas vestiduras
De la Luna y el Sol bajo la lumbre.

Las celestes montañas que cruzaban
De confin a confin el patrio suelo
Por cima de las nubes perfilaban
Sus vastas cumbres sobre el tul del Cielo:

Cumbres que fueron trono soberano,
Regia mansión, en fuerzas opulenta,
Donde empuñó con fulminante mano
Su flamígero cetro la Tormenta;

Donde regaba arrebozada en nieblas
Sus jazmines el Alba veladora,
Y separaba el Sol de las tinieblas
Con su jardín de luz la rubia Aurora.

Los flancos sustentaban de la altura
De inmensas moles las pendientes rasas
Que revelaban ser por su textura
De primaria fusión enfriadas masas.

Allá - de imperio la mirada llena,
En ademan de enérgico tribuno,
Con sólo el mudo ceño el mar enfrena
Un basálito espectro verde-bruno.

Y acá - la faz de viso cristalino
Fija en la lumbre del lejano Oriente,
Un silíceo peñón, de su destino
El fin aguarda con serena frente.

Y el fin llegó; que fuerzas soterradas
Trabaron con el monte horrenda lucha
Que conmovió regiones dilatadas.
Se acercaba mi tiempo. Atento escucha:

De esa primaria sílice los bloques
Por el potente impulso destrozados
A la honda quiebra tras tremendos choques
En fragmentos sin fin fueron lanzados.

Con fragor en el fondo se azotaba
Más que fiero torrente, inmenso río;
Que en las venas del orbe rebosaba
De su pujante juventud el brío.

Las angulosas guijas al instante
Fueron por la vorágine sorbidas,
Y en tropel, al azar de la onda errante
A recíproco frote sometidas.

Y en barahundas cada vez crecientes
La turba de subácueos peregrinos
A tumbos fué salvando las pendientes
Y en los cuencos girando en remolinos.

Hasta de sus puntas y perfiles
Al violento volcar se desprendieron
Innúmeras partículas sutiles
Que a flote el rumbo del raudal siguieron.

Tal fué mi origen, el preciso punto
De do parte mi historia. La figura
De mi cuerpo infantil era disyunto
Corpuscular enjambre sin hechura.

De esa lid subacuática reñida
Por los bravos erráticos fragmentos,
Fuí yo la pétrea sangre difundida
En los senos de la onda tremulentos.

Era informe voluble muchedumbre
De undívagas moléculas que daban
Pálido viso de ambarina lumbre
Al diáfano cristal en que flotaban,

Y que mi germen fueron primitivo,
Como esas linfas fueron mi fortuna,
Aquella cumbre, mi linaje altivo,
Y ese cauce de pórfido, mi cuna.

DIEGO FALLON
 

Fuente: Parnaso Colombiano, Coleccion de poesias escogidas, Julio Anez
 

Wednesday, December 8, 2010

Origenes de Suesca

Joaquín Acosta en su libro “El Idioma Chibcha” deduce el nombre Suesca de dos palabras: “Sue” que significa Ave, y “Jica” que quiere decir Piedra o Roca. Dice él en su libro: “…fuera del majestuoso espectáculo que presentan las Rocas de Suesca, a cuyo frente se alza el pueblo del mismo nombre, los indios no podían ver más en ellas que la solitaria y melancólica morada de las águilas y de las otras aves de gigantesco vuelo”
Suesca fue una de las poblaciones mas importantes del Imperio Chibcha antes de la llegada de los conquistadores españoles. Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Santafé de Bogotá, llegó a Suesca el 14 de Marzo de 1537, y permaneció hasta el día 22. Posteriormente vivió en Suesca hacia el año 1560 y escribió su célebre obra “Los Relatos de Suesca”.
Un nuevo pueblo indio fue fundado por Luis Enriquez entre el 2 de Agosto de 1600, cuando se contrató la iglesia y el 6 de Noviembre del mismo año, cuando el escribano certificó haberlo hecho. El caserío prosperó en razón de su clima agradable, la feracidad de sus tierras, lo pintoresco del paisaje, y la cercanía a los centros salineros de Sesquilé y Nemocón
Fuente: Esquema de Ordenamiento Territorial – Municipio de Suesca

Friday, December 3, 2010

Como extraño a mi pueblo

A continuación transcribo la letra de la canción "Botellita de Vino" que canta el grupo musical Los Visconti, la cual me hace recordar al pueblo donde nací, Suesca, y a mi pais, pues un dia yo también partí de allí buscando mejores horizontes, y mi madre se quedó llorando aunque me apoyó como mi padre, pues ambos querían que triunfara. Lo demás es nostalgia y sentimiento, pues aunque tengo ahí la botella de vino, ya no puedo brindar con ninguno de ellos.

Una botella de vino puso en mi alforja el Abuelo
para endulzar el camino cuando partí de mi pueblo;
mi madre quedó llorando agitando su pañuelo
y yo me fuí caminando con mi bagaje de sueños.

Botellita de vino que me diera el Abuelo,
han pasado los años, botellita ahi te tengo;
botellita de Vino, como extraño a mi pueblo,
brindaré yo contigo si algún día yo vuelvo...

Gentilicios folclóricos

Una de mis inquietudes de niño era el por qué de los apodos, no sólo a nivel personal, sino también a nivel colectivo de los habitantes de cierto lugar. Investigando recientemente al respecto encontré casualmente los siguientes comentarios de alguien que tenía la misma inquietud mía, y quien no sólo la resolvió para sí mismo, sino que la compartió en una pagina de Wikipedia dedicada a una población cercana a Suesca: Tocancipá.



Dice el autor anónimo del escrito en referencia: "En la lengua casera de las gentes viejas de la región, se conserva memoria familiar de personajes raros, nombres y apodos, y entre éstos los que podríamos denominar gentilicios folclóricos, que los de unos a otros pueblos se daban de antaño, ya por simpatía o por desprecio, a manera de ofensa, o bien en gracia a sus cualidades o defectos característicos, ya por sus oficios o gustos y costumbres, que los arrieros echaban a rodar por los caminos reales y los músicos y mercachifles propalaban de guarapería en guarapería y plaza en plaza, y vinieron a quedar como distintivos en la jerga popular de la comarca, cuando más de la provincia o Departamento.



Y continúa su relato: "En Tocancipá, hablando con don Pascual Rodríguez y don Alfonso Chávez Pizano una tarde de 1976, y la viejita de una tienda muisca olorosa a hojas de viao, vinieron a cuento los siguientes: en primer término a Los de aquí se llamaban los pisabarro, a los de Gachancipá chubs, a los de Suesca cuchuqueros, a los de Sopó requesones, a los de Guasca ahumaos, a los de Chocontá salaos, a los de Villapinzón pelacueros, a los de Cucunubá micos."



Salta aquí a la vista la razón por la cual los nativos de Suesca tenemos ese apodo o gentilicio folclórico, pues no en vano nos gusta, y degustamos con frecuencia un cuchuco de trigo con papas criollas y espinazo, plato típico del municipio. De igual manera el apodo de los oriundos de Sopó por la gran industria lechera que tiene sede allí, o el de los oriundos de Villapinzón por su industria de curtiembres. No sé el por qué del apodo a los Chocontunos (mi padre nació allí), pues no conozco que haya allí salinas.



En algunos de los siguientes gentilicios si se explica el origen: "En el Compendio General de Folclore Colombiano del tratadista Guillermo Abadía Morales, Bogotá, se encuentran, entre otros, los siguientes: a los de Funza guapucheros, por la abundancia de las guapuchas; a los de La Calera patiasaos, por la abundancia de cal viva en los suelos; a los de Tabio maiceros; a los de Chía tragatalbos, a los de Cajicá granceros, a los de Cogua garroferos, a los de Nemocón tragarrudas.



Fuente: Wikipedia - Tocancipá

Wednesday, December 1, 2010

Recuerdos familiares


Para la familia Palacios-Cortés esta casa es de grata recordación, pues allí se conocieron sus padres (Rafael Agapito Palacios y Benedicta Cortes), alli vivieron sus primeros cuatro años de matrimonio, y allí nacieron los tres primeros hijos del matrimonio: Luis Felipe, Rafael y María Benedicta.

La casa fue construída por Abelardo Cortés Guáqueta a comienzos de los 1940s, y allí se trasladó de la casa paterna en las laderas de las Rocas de Suesca, con su madre Juana Guáqueta vda. de Cortés y su hermana Benedicta quien estaba aún soltera. La puerta de entrada a la derecha de la casa daba acceso a una tienda que instalaron, con el ánimo de "ponerle la trampa al centavo", en palabras de su dueño.

Curiosamente esta casa fue la única que no se cayó cuando el río Bogotá se desbordó en la década de los años sesenta. En esa época tambien se presentó un gran terremoto en Nicaragua, que causó gran conmoción en el mundo por la cantidad de damnificados en su ciudad capital Managua. Por esta coincidencia, Ricardo Mestizo Cortés, quien tenía chispa para hacer bromas y chistes, decía que ahora esa vereda se llamaría Managua.