Friday, July 31, 2020

Gobiernos y Políticas en Colombia - Cuarta Parte

2002 – 2020

 

Este es el cuarto y último post de la serie Gobiernos y Políticas en Colombia, serie que se inició el 1o. de Julio en el blog Suesca Linda. En el post anterior que se publicó el 19 de julio se cubrieron los episodios principales de nuestra historia republicana durante el período 1946 a 2002; en este post cubriremos los 18 años más recientes en la vida del país hasta el actual, basados en las publicaciones que se relacionan al final. 

 

Elección y reeleción de Alvaro Uribe: 2002-2010


Álvaro Uribe, quien era miembro del Partido Liberal, se presentó a las elecciones presidenciales de 2002 inicialmente como precandidato de su colectividad. Sin embargo, el precandidato alegó falta de garantías para competir contra el exministro y precandidato presidencial Horacio Serpa, por lo cual decidió presentarse como candidato independiente. Sus principales contendores fueron Serpa, candidato del Partido Liberal; el exdirigente sindical Luis Eduardo Garzón por el Polo Democrático, la exministra Noemí Sanín por el movimiento Sí, Colombia y la senadora Ingrid Betancourt por el Partido Verde; varios dirigentes liberales y el Partido Conservador dieron su apoyo a Uribe.

  


Uribe fue elegido presidente para el período 2002-2006 con el 53% de la votación (un total de 5’862.655 votos), mientras que Serpa obtuvo el 31.8% de la votación (un total de 3’514.779 votos). Desde que empezó a gobernar, Alvaro Uribe siguió un “programa de seguridad democrática” apoyándose en el Plan Colombia de Estados Unidos. Como consecuencia, las FARC tuvieron que enfrentar un gobierno que apoyó con firmeza la acción militar. Para esa época las FARC tenían ya tres veces más frentes armados que 20 años atrás, aunque estaban debilitadas militarmente por la acción más efectiva del ejército, y por la campaña de exterminio dirigida contra los simpatizantes de la guerrilla por parte de los paramilitares. Estas dos acciones combinadas arrinconaron a las FARC, haciéndolas replegar a zonas remotas, algunas de ellas en la frontera con Venezuela y otras en los límites con Ecuador. 

 

El “programa de seguridad democrática” consistió en un aumento del presupuesto asignado al Ministerio de Defensa, para aumentar el pie de fuerza, crear y dotar nuevas unidades operativas. Además incluía la profesionalización y el fortalecimiento de la fuerza pública. Para ello el gobierno de Uribe impuso como medida para financiar el conflicto armado, el impuesto al patrimonio; asímismo Uribe consolidó la alianza con Estados Unidos para que el conflicto colombiano fuese incluído dentro de la guerra contra el terrorismo, liderada por el entonces presidente George W. Bush. 

 

El gobierno de Uribe desde sus inicios había ofrecido un tratamiento judicial favorable a los grupos armados que se desmovilizaran, aunque este ofrecimiento estaba más dirigido a los grupos paramilitares. Como resultado se entregaron unos 31.000 hombres, presentándose como combatientes, los cuales recibieron condenas a penas breves de prisión. Como lo dice Jorge Orlando Melo (1), “los acuerdos fueron generosos y su aplicación desordenada”, y algunos de los jefes principales, que siguieron dedicados a negocios de narcotráfico desde la cárcel, fueron extraditados en 2008. En muchas regiones, la entrega de los paramilitares dejó intactas las estructuras de poder local, reteniendo así  el control de la política y del presupuesto.

 

En 2008 se reveló el caso de los denominados falsos positivos, o ejecuciones extrajudiciales. El gobierno de Uribe había creado una política según la cual los comandantes y soldados que daban “resultados”, es decir bajas en combates con la guerrilla, recibían premios, vacaciones y ascensos mientras que los comandantes que no reportaban resultados eran disciplinados y castigados. La política enfatizaba el número de muertos y no premiaba a los militares por capturar a guerrilleros sino por reportar el número de muertos en combate. Posteriormente salió a la luz que varias unidades del ejército ejecutaron a civiles, muchos de ellos de bajos recursos, para hacerlos pasar como bajas en combate y así inflar los “resultados”, con lo cual se quería mostrar el éxito de la política de seguridad democrática.

 

Uribe fue reelegido para el período 2006-2010 después de impulsar una reforma a la Constitución que permitía la reelección inmediata, la cual fue aprobada en diciembre de 2004 por el Congreso y declarada constitucional el 19 de octubre del 2005 por la Corte Constitucional. Entonces Uribe siguió la misma línea dura contra la guerrilla de las FARC en su segundo mandato, entre el 2006 y el 2010. Sin embargo, en 2008 la Representante a la Cámara Yidis Medina confesó en 2008 haber recibido dádivas del gobierno a cambio de su voto favorable al proyecto de reforma constitucional que le permitió al presidente Uribe aspirar a un segundo mandato presidencial. 

 

Entretanto el movimiento guerrillero llegó a un muro que parecía insuperable, pues no tenían mayor apoyo ni urbano ni rural, aparte de los campesinos vinculados al negocio de la coca. En esa época la economía estaba creciendo y se tenían programas de atención a los más pobres, lo cual desanimaba a posibles adeptos a una revolución. Además la guerrilla estaba debilitada por la muerte de sus principales jefes, y golpeada por operaciones exitosas del ejército, como el rescate de la candidata presidencial Ingrid Betancourt en 2008, quien estuvo secuestrada durante siete años. 

 

La guerrilla parecía derrotada; no obstante, el uso de métodos ilegales por parte del ejército produjo estupor en la opinión pública. Se comprobó luego que durante la presidencia de Uribe centenares de líderes sociales indígenas fueron asesinados, 32 pueblos de menos de 500 personas fueron casi exterminados, y unos 74.000 indígenas fueron desplazados. Estos excesos y su desatención a la legalidad en la aplicación del acuerdo de paz con los paramilitares, debilitaron al gobierno de Uribe, y en las elecciones presidenciales de 2010 los electores votaron masivamente por el exministro liberal Juan Manuel Santos, que prometía continuidad y firmeza contra la guerrilla, pero sin las arbitrariedades del gobierno que terminaba. 

 

Gobiernos de Juan Manuel Santos (2010-2018)

 

Luego de que la Corte Constitucional le negó al entonces presidente Alvaro Uribe la posibilidad de ser elegido por tercera vez, Santos se presentó como el candidato del uribismo en las elecciones presidenciales de 2010, obteniendo en la primera vuelta 6’802.043 votos (46.7% de la votación), doblando a su principal rival, el candidato del Partido Verde Antanas Mockus, quien obtuvo 3’134.222 votos. En la segunda vuelta Juan Manuel Santos, como candidato del Partido de la U, logró ganar con cerca del 70% de los votos, saliendo elegido presidente de Colombia para el período 2010-2014. 


 

Unos meses después de su posesión, Santos al romper con el autoritarismo del gobierno anterior perdió el apoyo de los sectores más cercanos a Alvaro Uribe, y su antiguo mentor se transformó en su más grande contradictor político; esta rivalidad determinó la impopularidad de Santos como presidente, no obstante las iniciativas de justicia social que emprendió al comienzo de su mandato, como la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras, que sancionó el 10 de junio de 2011 en presencia del Secretario General de Naciones Unidas (3).  También el título de su Plan Nacional de Desarrollo, Prosperidad para todos, reflejaba el optimismo que quería inyectar el gobierno en la opinión pública nacional.

 

 

Desde el inicio de su gobierno, Santos comenzó a buscar la forma de finalizar el conflicto con la guerrilla de las FARC mediante negociación, aunque sorteando la presión política en su contra. dado el desprestigio de las negociaciones fracasadas en el Caguán.  Después de dos años como presidente, Santos anunció el 27 de agosto de 2012 que el gobierno colombiano había entablado conversaciones exploratorias con las FARC para ponerle fin al conflicto. También dijo que aprendería de los errores de los presidentes anteriores que lo habían intentado, pero que no lograron un alto al fuego duradero con las FARC. Pero mientras tanto, los militares siguieron operando en toda Colombia mientras se daban las conversaciones. El expresidente Uribe criticó a Santos por buscar la paz "a toda costa", en contraste con el rechazo de las conversaciones por su parte. 

 

El 16 de octubre de 2012 se llevó a cabo la sesión inaugural de las conversaciones de paz con las FARC en Oslo, Noruega, las cuales continuaron en La Habana, y allí se prolongaron por varios meses. En 2014 Santos se jugaba la reelección, la cual era necesaria para darle continuidad al proceso; el 12 de marzo Santos lanzó oficialmente su campaña bajo el lema: "Hemos hecho mucho, hay mucho por hacer". En las elecciones del 15 de mayo, Santos obtuvo el 25,69% de los votos, quedando atrás de su principal rival, Óscar Iván Zuluaga del Centro Democrático, que obtuvo el 29,25% de los votos. Como ningún candidato obtuvo la mayoría requerida, se procedió a una segunda vuelta electoral, en la cual Santos recibió el respaldo y el apoyo de su ex-rival electoral Clara López Obregón, del Polo Democrático, y también de miembros disidentes de los partidos conservador y verde. Así fue como el 15 de junio de 2014 Santos ganó en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, con el 50.95% del voto popular, para un segundo mandato. 

 

Después de llevar cinco años de conversaciones, las FARC y el gobierno nacional anunciaron el 24 de agosto de 2016 que se había firmado un acuerdo de paz, que incluía complejas fórmulas de “justicia transaccional” que permitieran sancionar a los guerrilleros por sus delitos, y al mismo tiempo dejaba campo abierto a sus dirigentes para la participación en política. Luego, en un solemne y concurrido acto en Cartagena, presidido por el Secretario General de las Naciones Unidas, Santos y Timochenko firmaron el Acuerdo el 26 de septiembre. Sin embargo, a pesar de tener las facultades constitucionales para su refrendación directa, el presidente quiso someter el acuerdo a una refrendación por parte del pueblo, y convocó a un plebiscito para el 2 de octubre.

 

El 7 de octubre de 2016, Santos fue anunciado como el ganador del Premio Nobel de la Paz, por sus esfuerzos en la negociación de un tratado de paz con las FARC, a pesar de su derrota en el referéndum celebrado sobre el acuerdo, donde el “No" liderado por el partido del Centro Democrático ganó mediante una campaña sistemática de mentiras y generación de miedo (2). El gobierno colombiano y las FARC, luego de discutir más de 400 modificaciones al texto del Acuerdo en extensas sesiones de trabajo, firmaron en el Teatro Colón de Bogotá el 24 de noviembre, un acuerdo de paz revisado y lo enviaron al Congreso para su ratificación. El Senado y la Cámara refrendaron el acuerdo modificado, el 29 y el 30 de noviembre de 2016 respectivamente, marcando así el fin del conflicto. Las concesiones a las FARC relativas a políticas públicas fueron pocas, centradas en hacer una reforma constitucional integral, no muy distinta de la que se había intentado en 1968. 

 

En septiembre de 2017 el papa Francisco visitó Colombia, incluyendo cuatro ciudades: Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena; en conversación privada con el presidente Santos, el papa le compartió que él también había tenido que conjurar las divisiones en el seno de la Iglesia (3). El papa había sido y sigue siendo el mejor amigo de la paz de Colombia; con su actitud, su sencillez y su mensaje de reconciliación y esperanza se ganó el corazón de todos los colombianos. No obstante haber ganado muchos premios y reconocimientos internacionales por su iniciativa de paz, Santos dejó el cargo con uno de los niveles más bajos de aprobación popular de la historia, y paradójicamente su sucesor fue el nuevo protegido de Uribe, Iván Duque Márquez, un crítico moderado del Acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC.


Gobierno actual: 2018-2020


El 27 de mayo de 2018 Iván Duque Márquez ganó la primera vuelta presidencial con el 39.14% de la votación, que corresponden a un total de 7’569.693 votos, y el 17 de junio del mismo año resultó ganador de la segunda vuelta con el 54% de la votación, sobre su rival Gustavo Petro. En los dos primeros años de su mandato ha tenido que afrontar severas críticas, primero por su posible vinculación con la organización Odebrecht, causante de un gran escándalo de corrupción a nivel latinoamericano. Por otra parte la prófuga senadora Aida Merlano le ha hecho acusaciones graves sobre compra de votos en los departamentos de la costa atlántica, lo cual ha puesto en duda la legitimidad de su elección. 



 Su agenda política ha estado caracterizada por varias crisis y choques con el poder legislativo y judicial, desde las primeras acciones de su gobierno al objetar la Ley que creaba la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) según se había acordado en el Tratado de Paz con las FARC. Las objeciones de Duque fueron rechazadas al recibir 110 votos negativos en la Cámara de Representantes y 40 votos en contra en el Senado, decisión que fue ratificada por la Corte Constitucional. Además, la misma Corte hundió la reforma tributaria tal como fue presentada por el gobierno, al declararla inexequible. No obstante el gobierno persistió y logró la aprobación parcial modificada de su proyectada reforma, en las postrimerías del año 2018.

 

En materia de derechos humanos, el 6 de noviembre de 2019 se llevó a cabo una moción de censura en el Congreso de la República en contra del ministro de Defensa Guillermo Botero, quien tuvo que renunciar; ésta fue la quinta moción de censura presentada en contra de un ministro de su gobierno en menos de un año. En sesión plenaria en el Congreso se presentaron pruebas de nuevos casos de falsos positivos. Adicionalmente, el 21 del mismo mes tuvo que afrontar un Paro Nacional pacífico, aunque se presentaron disturbios en Bogotá y Cali que motivaron el primer toque de queda que se declara desde 1977. Como resultado de dicho paro nacional el índice de popularidad del gobierno de Duque cayó a un 26%.

 

Durante los dos primeros años del gobierno de Duque ha habido repetidos rumores, denuncias y noticias de prensa nacional e internacional, acerca de las actividades de la contrainteligencia del ejército, que de manera ilegal intercepta las comunicaciones a periodistas, jueces magistrados y representantes de la oposición, ya que constituyen una repetición del escándalo de las “chuzadas” del DAS en febrero de 2009, y que había conducido a la supresión de dicho Departamento Administrativo, al comprobarse el espionaje a periodistas, senadores y magistrados que se oponían al gobierno de Alvaro Uribe, jefe del Partido Centro Democrático al cual pertenece el presidente. 

 

Referencias

 

1.     Jorge Orlando Melo, Historia Mínima de Colombia, Turner Publicaciones, 2017.

2.  Eduardo Pizarro Leongómez, Cambiar el futuro – Historia de los procesos de paz (1981-2016), Penguin Grupo Editorial, 2017.

3.     Juan Manuel Santos, La batalla por la paz – El largo camino para acabar el conflicto con la guerrilla más antigua del mundo, Editorial Planeta, 2019.

4.     Wikipedia, se usó principalmente para la obtención de las fotografías de los mandatarios aludidos.

Sunday, July 19, 2020

Gobiernos y Políticas en Colombia - Tercera Parte

1946 – 2002

 

En el post anterior del blog Suesca Linda, titulado Gobiernos y Políticas en Colombia – Segunda Partepublicado el 11 de Julio de 2020, cubrimos los episodios principales de nuestra historia republicana, desde 1880 hasta 1946. En este post pretendemos cubrir los siguientes 56 años de vida republicana, basándonos principalmente en la obra del historiador Jorge Orlando Melo, Historia Mínima de Colombia, con el apoyo de Wikipedia en Español, especialmente en lo referente a las ilustraciones gráficas de algunos de los personajes mencionados.

 

 

Al final del gobierno de Eduardo Santos (1938-1942) los partidarios de reanimar “la revolución en marcha” promovieron la candidatura de Alfonso López, con el apoyo de los sindicatos y dirigentes izquierdistas. López ganó en los departamentos siempre liberales, y también en algunos departamentos más conservadores, ganando así la presidencia; en su gobierno siguió apoyando a los países aliados en la II Guerra Mundial, aunque la situación de conflicto hizo difícil promover proyectos reformistas, de modo que fue un gobierno moderado que perdió contacto con las masas urbanas. 

 

La política se animó por las duras acusaciones del periódico El Siglo y su director Laureano Gómez, al hijo del presidente, promovidas por el conservatismo. López pidió varias licencias durante su mandato para acompañar a su esposa en sus problemas de salud, y fue reemplazado por Darío Echandía. Al regresar al poder en julio de 1944 hubo un fallido golpe militar, y después de impulsar una reforma constitucional que se concentró en asuntos administrativos, renunció a la presidencia en julio de 1945, siendo reemplazado por Alberto Lleras Camargo. 

 

 

En los años siguientes se fortalecieron los sindicatos en empresas privadas, pero se orientaron hacia una nueva central: la Unión de Trabajadores de Colombia-UTC, creada con el apoyo de la Iglesia y del partido conservador. En julio de 1945 la convención liberal escogió a Gabriel Turbay como candidato, nieto de inmigrantes libaneses. Jorge Eliécer Gaitán y sus seguidores no asistieron a la convención y lanzaron en septiembre su candidatura disidente. Aunque en años recientes había sido un fiel militante del partido y participó como ministro en el gobierno de Santos, la memoria de su radicalismo de 1929 a 1935 le permitió revivir un pasado de luchador popular. Orador elocuente, convirtió la plaza pública en escenario central de la política, con manifestaciones entusiastas en las cuales hablaba al “pueblo” y lo contraponía a la oligarquía, compuesta por los dirigentes liberales y conservadores. 

 

Los conservadores anunciaron que no participarían en las elecciones, lo que estimuló a los dos candidatos liberales a ir hasta el final, pero mes y medio antes de las elecciones los conservadores lanzaron la candidatura de Mariano Ospina, con el apoyo de Laureano Gómez. Ospina fue presentado como un empresario antioqueño que había mostrado su habilidad como dirigente cafetero, industrial y urbanizador, y a la vez como un hombre prudente, tolerante y católico, ejemplo de las virtudes nacionales, y a la vez cercano a los campesinos y a los obreros. Fue así como Ospina ganó las elecciones con el 45% de los votos, seguido por Turbay, mientras Gaitán logró apenas el 25%. 


 

La Violencia y Dictadura en Colombia: 1946-1957

 

El nuevo presidente Ospina Pérez anunció en 1946 un gobierno de Unión Nacional con gabinete paritario. La respuesta del liberalismo no fue entusiasta; Alfonso López y Gabriel Turbay se retiraron de la política, mientras Alberto Lleras volvió a su trabajo de periodista y fundó la revista de noticias Semana. En las elecciones legislativas de marzo de 1947 el partido liberal mantuvo su mayoría, y el gaitanismo se impuso al santismo, quedando Gaitán como jefe del liberalismo.


 

A finales de 1947 se presentaron choques armados entre grupos políticos, en los que murieron algunos liberales; era evidente que los jefes conservadores locales promovían el ataque a los liberales, para amedrentarlos y así afirmar su dominio. Gaitán denunció la persecución a sus copartidarios, y en febrero de 1948 hizo una “marcha del silencio” con más de 40,000 liberales en la Plaza de Bolívar. En abril del mismo año se reunía en Bogotá la Conferencia de la Unión Panamericana, a la cual el gobierno pensaba incluir a Gaitán en la delegación oficial, pero a última hora lo excluyó, cediendo a las presiones de Laureano Gómez que seguía pensando en la derrota total del liberalismo.

 

Entonces cuando el 9 de abril Gaitán fue asesinado, al salir de su oficina en el centro de Bogotá, la reacción inmediata fue creer que lo habían matado sus enemigos políticos. Grupos liberales se lanzaron a las calles a protestar, quebrando las vitrinas de los almacenes e incendiando los edificios de los enemigos de Gaitán. Los jefes liberales trataron de convertir la furia popular desordenada, en presión para lograr la caída del presidente Ospina Pérez. Algunos dirigentes de izquierda trataron de que el pueblo buscara la toma del poder y la revolución, aunque, sin preparación previa, se limitaron a pedir por radio que pararan los saqueos y que se organizaran para enfrentar al gobierno. Otros jefes liberales usaron la radio para pedir a las masas venganza inmediata, lo que influyó para que en varias ciudades y pueblos los enfurecidos liberales atacaran a los que veían como enemigos.

 

En la mañana del 10 de abril, cuando el gobierno ya había reprimido la revuelta que dejó unos 2000 muertos en Bogotá y unos 500 en el resto del país, se acordó un gobierno de coalición nacional, con un ministro de Gobierno liberal para garantizar un régimen imparcial en las siguientes elecciones y evitar más violencia. A pesar del gabinete paritario, en los meses siguientes los incidentes continuaron y la desconfianza creció. En algunos sitios los liberales empezaron a proponer la formación de guerrillas y a fines de 1949 comenzaron a actuar grupos armados en los Llanos, Antioquia y Tolima. 

 

El problema central era el de las elecciones. Mientras duró la coalición se hicieron esfuerzos para mantener autoridades electorales más o menos imparciales, pero desde 1947 Laureano Gómez había denunciado que los liberales tenían 1’800.000 cédulas falsas, que les permitirían votar varias veces y ganar la elección presidencial de 1950. Entonces se anticiparon las elecciones para noviembre de 1949 en vez de mayo de 1950 para no dejar tiempo para una anulación masiva de esas cédulas falsas. La segunda decisión liberal fue tratar de destituir al presidente, acusándolo de violar la Constitución; cuando el Congreso le informó el 9 de noviembre que lo juzgaría, el presidente mandó los soldados al Capitolio y cerró el Congreso. A partir de entonces Ospina gobernó mediante decretos de emergencia o de estado de sitio. 

 

El 27 de noviembre de 1949 en unas elecciones sin participación liberal, el conservatismo entusiasta y triunfante, eligió presidente de Colombia a Laureano Gómez, quien se sentía atraído por el falangismo del General Francisco Franco en España.  Promovió entonces una reforma constitucional con ciertos elementos que favorecían a las corporaciones, hacían las elecciones menos frecuentes y más confiables, y le otorgaban mayor autoridad al presidente.


 

Mientras tanto los factores que estimulaban la violencia seguían creciendo, y la desconfianza entre liberales y conservadores era cada día mayor. Las guerrillas en los Llanos Orientales, dirigidas por Guadalupe Salcedo, seguían aumentando, alcanzando unos 3000 hombres armados que combinaban sus trabajos rurales con ocasionales acciones militares. Estas guerrillas no parecían debilitarse, sino crecer, en respuesta a la acción militar del gobierno. Frente a los actos armados los conservadores sentían que tenían derecho a responder en forma similar. Así, en septiembre de 1952, depués del entierro de unos soldados muertos por la guerrilla, grupos conservadores quemaron las casas de Alfonso López y Carlos Lleras Restrepo, así como los edificios de El Tiempo y El Espectador. El VII Congreso del Partido Comunista respaldó en 1952 a los grupos armados comunistas que se habían formado desde 1950, dándoles el nombre de “autodefensas campesinas”. 

 

Al enfermarse Laureano Gómez en 1951, lo reemplazó Roberto Urdaneta Arbeláez, pero esto no le impidió promover una cruzada total contra el liberalismo, pues según él “venía corrompiendo a Colombia con sus ideas desde 1821”. Esta radicalización de Gómez le fue quitando el respaldo mayoritario del conservatismo, y los grupos autodenominados alzatistas y ospinistas comenzaron a buscar en los militares apoyo contra el temido regreso de Gómez a la presidencia, encontrando un aliado en el comandante del ejército, general Gustavo Rojas Pinilla. Gómez, temeroso de esta alianza, ordenó destituirlo, pero Urdaneta se negó a hacerlo y el 13 de junio del mismo año Gómez reasumió el poder. Entonces el general Rojas, con el apoyo de los alzatistas y otros líderes conservadores, reaccionó a su destitución movilizando las tropas para rodear la casa de Gómez y tomar el poder. 

 

 

Por la noche Rojas anunció por radio su posesión, y en su discurso proclamó: “No más sangre, no más depredaciones a nombre de ningún partido político… Paz, derecho, libertad, justicia para todos… y de manera especial para los obreros y menesterosos. La patria no puede vivir tranquila mientras tenga hijos con hambre o desnudos”. Su discurso fue recibido con entusiasmo, y acto seguido decretó una amnistía general que incluía a las guerrillas liberales y a los grupos civiles armados, y anunció que haría un gobierno nacional, pero pronto mostró que quería seguir un perfil conservador, ya que creía en la necesidad de erradicar el peligro comunista, encarnado en parte en el liberalismo y en la democracia. 

 

Para dar base legal a su gobierno, Rojas se apoyó en la Asamblea Nacional Constituyente, convocada por el gobierno de Gómez y Urdaneta. Esta se reunió en los días siguientes, y decidió que la presidencia había quedado vacante el 13 de junio y que el general tenía título legítimo para completar el período constitucional, hasta agosto de 1954. Pero luego esta  Asamblea volvió a reunirse en agosto de1954, para prorrogar por cuatro años el mandato de Rojas, hasta agosto de 1958, y aprobar dos propuestas en las que insistió el presidente: dar el voto a las mujeres y declarar ilegal al Partido Comunista. Así el gobierno reafirmó su anticomunismo, reanudando los ataques a los sitios donde había guerrillas comunistas. 

 

Varios hechos mostraron el autoritarismo del gobierno, debilitando el amplio apoyo que tuvo en sus comienzos. La censura a la prensa se aplicó con firmeza y en septiembre de 1953 cerró el periódico El Siglo de Laureano Gómez, y luego se hizo más intensa en noviembre de 1954 cuando se prohibió a la radio toda información y discusión sobre política. Por otra parte  Rojas ordenó encarcelar a quienes publicaran noticias que atribuyeran ilegalidades a los militares en mayo de 1955; luego en julio cerró El Tiempo, y en diciembre le aplicó una multa a El Espectador, ante lo cual el periódico dejó de aparecer. 

 

En 1956 el gobierno siguió perdiendo apoyo entre los grupos políticos y empresariales, y enfrentó críticas más fuertes de los medios de comunicación, a pesar de la censura. Los conservadores estaban divididos entre rojistas, laureanistas y ospinistas. Entonces en junio de 1956 Rojas creó la Tercera Fuerza que buscaba formar un nuevo partido político y una nueva central obrera. Esto provocó el rechazo de la Iglesia, que hasta entonces lo había respaldado, sobre todo por su anticomunismo; entonces el rechazo a Rojas unió a los viejos enemigos: Laureano Gómez, quien estaba exiliado en España, y Alberto Lleras, con quien firmaron una declaración conjunta (Pacto de Benidorm) en la que decían que ante el abismo social, la corrupción y la destrucción de la democracia, había que reconstruir la república y devolver el poder a sus fuentes populares con un gobierno de coalición. 

 

El 6 de mayo de 1957, empresarios, sindicatos obreros y dirigentes de los partidos comenzaron un “paro cívico” nacional, y el 8 de mayo la Asamblea Nacional Constituyente, en reuniones casi clandestinas, reeligió a Rojas por cuatro años más. Como los demás periódicos no circulaban, el periódico de la Iglesia El Catolicismo apareció para declarar ilegítima la reelección; entonces los jefes militares presionaron a Rojas para que renunciara, y éste salió del país el 10 de mayo, dejando en el gobierno a una Junta Militar de cinco generales en su reemplazo, mientras se convocaba a la nación a nuevas elecciones. 

 

El Frente Nacional: 1958-1974


Derrocado el dictador Gustavo Rojas, los jefes de los dos partidos tradicionales, Alberto Lleras representando al Partido Liberal y Laureano Gómez representando al Partido Conservador, firmaron un acuerdo en Sitges (España), en agosto de 1957, según el cual habría 12 años de alternancia en el poder entre los dos partidos, manteniendo paridad en los cargos públicos. Para refrendarlo, se efectuó un plebiscito convocado por la Junta Militar, en diciembre del mismo año en el que el 96.4% de los ciudadanos lo aprobaron; este acuerdo es lo que se conoce como el Frente Nacional. El plebiscito a la vez confirmó el derecho de la mujer al voto, legalizó el Partido Comunista, y delegó en el Congreso la reforma de la Constitución.  Las elecciones presidenciales tuvieron lugar en mayo de 1958, resultando elegido con el 80% de los votos el candidato liberal Alberto Lleras Camargo, para el período 1958-1962.

 

El Congreso reformó la Constitución estableciendo que los gobiernos serían alternativamente de ambos partidos, y extendió cuatro años al Frente Nacional de 1958 a 1974 manteniendo así la igualdad entre los dos partidos. El congreso aprobó también que la educación tuviera al menos el 10% del presupuesto nacional, asegurando así su rápido crecimiento, y el gobierno de Lleras aumentó sustancialmente la inversión en vivienda popular a través del Instituto de Crédito Territorial, dado que la migración hacia las ciudades se había intensificado ante la violencia y la pobreza rurales, aumentando los barrios de invasión. El presidente Lleras anunció además que se haría una reforma agraria, para reducir la desigualdad en la propiedad rural, a la cual muchos le atribuían la violencia. 

 

La necesidad de obtener el voto de los congresistas de ambos partidos afines a los propietarios rurales que tenían una alta representación en el Congreso, hizo que la Ley de Reforma Agraria de 1961 fuera muy tímida: las tierras que se expropiaran debían pagarse a precio de mercado y el trámite era de complejidad imposible. Aprobada dicha ley a fines del gobierno de Lleras Camargo, su ejecución quedó a cargo del siguiente presidente, el conservador Guillermo León Valencia, un aristócrata provinciano sin programa social que gobernó entre 1962 y 1966. 


 

Sin apoyo del gobierno y con una ley sin fuerza, el Instituto de la Reforma Agraria (INCORA) se concentró en promover la colonización de baldíos y en recobrar las propiedades que no hubieran sido explotadas durante diez años. Esta política premiaba a los colonos por desmontar el terreno inculto, es decir destruyendo la selva, y cuando el lote estaba abierto, alguien les cobraba la mejora y la titulaba, mientras los colonos seguían tumbando más árboles creando grandes propiedades, y los beneficiarios de la distribución de estas tierras vendían sus lotes y derechos ante las dificultades para cubrir sus obligaciones con el INCORA. 

 

Al final del gobierno de Valencia (1966), pese a la agitación radical y social, y las huelgas y protestas frecuentes, el pueblo dió su respaldo a los políticos moderados, tanto del ala blanda del MRL (Movimiento Revolucionario Liberal) encabezada por Alfonso López Michelsen, como al candidato oficial del Partido Liberal Carlos Lleras Restrepo, buen representante de los ideales reformistas y gradualistas liberales. Lleras gobernó con firmeza a pesar de las restricciones del modelo constitucional, y trató de adelantar una reforma constitucional; él estaba convencido de que el cambio en el agro debía basarse en reemplazar los grandes propietarios ausentistas e ineficientes que vivían de las rentas de la tierra y no tenían incentivos para mejorar su productividad, por propietarios medios y pequeños capaces de emprender una agricultura moderna. 

 

 

Como no había diferencias reales entre los programas de los partidos, pues ambos en el poder tenían que transar con el otro, los electores dejaron de recibir un mensaje que los motivara a votar por alguno de ellos. Así la abstención aumentó aceleradamente, y muchos candidatos para llegar al congreso tuvieron que apoyarse en la entrega de favores a sus clientelas. Como consecuencia en los gobiernos posteriores, el apoyo necesario para ser elegidos en el Congreso, se pagaba con puestos públicos o preferencias en los contratos; estos puestos y contratos permitían financiar las maquinarias electorales. 

 

Para 1968 la situación económica se había complicado, por la caída de los precios del café que redujo los ingresos externos, cuando la industria nacional necesitaba maquinaria y materias primas que requerían recursos externos. Esto produjo una devaluación continua del peso que indujo una fuerte alza de los precios internos, lo cual se convirtió en la principal preocupación de los electores. Sobre esta base se montó el retorno del general Rojas Pinilla a la política: les recordaba a los electores lo que valían las cosas en su gobierno y acusaba al Frente Nacional del alza en los precios; así el Frente Nacional quedó identificado con las oligarquías, y el rojismo con el pueblo. El único avance que podían mostrar los defensores del Frente Nacional, aparte de los programas de vivienda urbana, fue la ampliación del sistema educativo que daría resultados mucho más adelante al reducir la desigualdad social, y ayudar a buena parte de la población a conseguir mejores empleos.

 

En estas condiciones, las elecciones del 19 de abril de 1970 fueron críticas. Aunque los partidarios del Frente Nacional obtuvieron el 60% de los votos, Rojas logró el 40%, casi lo mismo que el candidato conservador del Frente Nacional, Misael Pastrana Borrero que ganó por 70,000 votos. El día de las elecciones, los recuentos que comenzaron por las grandes ciudades, donde el descontento por la inflación era mayor, daban una ventaja notable a Rojas. El gobierno, inquieto, suspendió la divulgación de resultados y cuando al día siguiente se anunció que había ganado Pastrana, la duda fue general: muchos creyeron que durante la noche se había hecho trampa en la contabilización de los votos. A raiz de este hecho se formó el Movimiento Revolucionario 19 de Abril (M-19); su ideología era el nacionalismo y el socialismo democrático. 



 

El presidente Misael Patrana desde el comienzo de su mandato enfrentó una agitación estudiantil y campesina de lenguaje revolucionario y una guerrilla más visible. Su principal acto de gobierno fue frenar del todo la reforma agraria y orientar su programa económico y social al desarrollo urbano, creando un instituto de crédito basado en las UPAC, que hacía atractivo el ahorro para vivienda, lo que permitió financiar durante 25 años el crecimiento rápido de las ciudades. Con el gobierno de Pastrana terminó el Frente Nacional; su objetivo principal parecía haberse cumplido, pues la violencia entre liberales y conservadores había desaparecido casi por completo. Sin embargo, aumentó la violencia derivada de la actividad guerrillera que justificaban su acción por la desigualdad social y las limitaciones democráticas del Frente Nacional. 


Gobiernos partidistas: 1974-2002


Terminada la alternancia partidista del Frente Nacional, la elección de 1974 enfrentó a un candidato liberal y a uno conservador; el interés de los votantes había decaído, debido al aumento de la población urbana mejor educada, y a una década de promesas reformistas incumplidas. Alvaro Gómez, el candidato conservador, obtuvo 31% de los votos, y Alfonso López Michelsen obtuvo el 55%; así el electorado urbano creyó más en el antiguo jefe del Movimiento Revolucionario Liberal, que en la hija del General Gustavo Rojas Pinilla, que obtuvo menos del 10% de los votos, lo cual produjo el desmonte de la Alianza Nacional Popular (ANAPO). López ya había abandonado todo ánimo reformista y se había alineado con las propuestas de abrir la economía al mundo y liberalizarla; lo esencial era aumentar las exportaciones promoviendo la agricultura, la minería y la extracción de petróleo para sacar al país de la dependencia del café.


 

La inclinación civilista del presidente lo llevó a frenar un tanto al ejército, al que la ley le daba muchas ventajas; y en la pugna entre tecnócratas y clientelistas, prefirió apoyar a estos últimos representados en Julio César Turbay Ayala, diestro en el manejo de la maquinaria política, quien cuatro años después fue elegido presidente. Durante el cuatrienio de Turbay Ayala (1978-1982) El sistema financiero se llenó de operaciones que favorecían en forma indebida a los banqueros, mientras las inversiones públicas dieron auge a contratos que favorecían a grupos o personas específicas. Por otra parte aumentó la guerra a los cultivos y el tráfico de marihuana, y el gobierno firmó un tratado de extradición con Estados Unidos en 1979. 

 

 

El M-19 de hizo muy visible, con secuestros y asesinatos aparatosos como el de José Raquel Mercado, principal dirigente de la CTC, la confederación de trabajadores asociada con el gobierno. La aprobación del Estatuto de Seguridad y los abusos oficiales llevaron a que grupos civilistas de ambos partidos empezaran a unirse en movimientos de defensa de los derechos humanos. 

 

En 1980 el M-19 secuestró a un grupo de diplomáticos en la embajada dominicana; el talante de Turbay lo llevó a negociar la liberación de los rehenes sin que hubiera víctimas, con el pago de un rescate millonario a los guerrilleros que salieron para Cuba con protección del gobierno. El ejemplo de esta negociación y el desgaste por la violación de los derechos humanos fueron quitando apoyo social y político al enfrentamiento armado con la guerrilla. De todos modos la semilla de la negociación estaba sembrada, y en las elecciones de 1982 los candidatos se presentaron ofreciendo su dedicación por la paz. El candidato conservador Belisario Betancur, amigo de los sindicatos y de la izquierda, resultó elegido por la percepción de que cambiaría el esquema represivo del gobierno de Turbay.


 

Belisario Betancur inauguró su gobierno rompiendo con las políticas anteriores; su política internacional lo acercó a los países no-alineados y se convirtió en aliado decidido de los procesos de paz en Centroamérica, como miembro del Grupo de Contadora, enfrentado a la política estadounidense que buscaba desestabilizar el gobierno izquierdista de Nicaragua. Durante su gobierno se negó a extraditar colombianos a Estados Unidos, lo que debilitó su capacidad para enfrentar el auge del narcotráfico. También promovió un proyecto de vivienda sin cuota inicial que favoreció a los más pobres, y apoyó la elección popular de alcaldes que se aprobó al final de su mandato en 1986. 

 

En 1983 un juez acusó a Pablo Escobar por un asesinato de años anteriores y el Congreso le quitó su inmunidad parlamentaria. Al año siguiente el Ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, seguidor de Luis Carlos Galán, logró la captura y destrucción de inmensos laboratorios de procesamiento de coca en los Llanos Orientales; Escobar respondió con el asesinato del ministro Lara Bonilla. El gobierno reaccionó con firmeza, ordenando la primera extradición en mayo de 1984. Por otra parte el presidente comenzó una negociación con la guerrilla, y después de levantar el estado de sitio logró la aprobación de una ley de amnistía que permitió a unos 1500 guerrilleros salir de las cárceles sin que los beneficiarios tuvieran que entregar las armas ni renunciar a la amnistía. 

 

A pesar de su fracaso en el corto plazo, el esfuerzo de negociación de Betancur legitimó en el largo plazo una vía de solución política del conflicto armado que podía ser la única realista y a la que se apegaron casi todos los gobiernos siguientes. El principal factor del crecimiento guerrillero en esta época fue el uso cada vez más frecuente de formas de financiación criminal: el secuestro, la extorsión y las amenazas; el M-19 le dió más visibilidad al aplicarlo en las grandes ciudades, contra empresarios y dirigentes politicos; el ELN se financió extorsionando a compañías petroleras, amenazándolas con bombas en sus oleoductos; las FARC cobraban por proteger los cultivos ilegales y participaban en otras etapas de la producción de coca, con lo cual obtenían grandes recursos para financiar sus operaciones. 

 

Betancur fue sucedido por el liberal Virgilio Barco, quien respetaba a la oposición pero sin convertirla en cogobernante. Quería impulsar algunas reformas a la Constitución y fortalecer al ejército para enfrentar a la guerrilla y realizar una negociación de paz, con una guerrilla ojalá debilitada por la acción militar. Por otra parte, el gobierno de Barco tituló a las comunidades indígenas gran parte del territorio nacional (más de 20 millones de hectáreas) en la Amazonía y la Orinoquía, con la intención de detener el proceso de colonización que amenzaba con destruir las selvas tropicales en dichas zonas. 

 


Barco recibió desde el comienzo de su gobierno duros golpes de los narotraficantes, como el asesinato del director de El Espectador y de miembros de la Corte Suprema, a lo cual Barco reaccionó con una guerra total al narcotráfico, presentando a Colombia ante la opinión mundial como víctima de de un negocio global que no podría resolverse sin la colaboración de todos los países consumidores y productores. Y para que la extradición funcionara era preciso hacer una reforma constitucional, pero mientras tanto trasladó el juicio de los narcotraficantes a la justicia penal militar, y revivió muchas de las normas represivas del Estatuto de Seguridad. 

 

En enero de 1988 el ministro de Justicia Enrique Low Murtra dictó orden de captura contra Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha para extraditarlos. Esta fue una declaración de guerra a los narcotraficantes, pues a los pocos días asesinaron al Procurador General de la Nación e iniciaron el terrorismo indiscriminado, poniendo bombas en centros comerciales, haciendo explotar un avión comercial en pleno vuelo lleno de pasajeros, asesinando centenares de policías, decenas de jueces y de funcionarios públicos, exterminando a la Unión Patriótica. Sin embargo, el gobierno que esperaba negociar con la guerrilla desde una posición más fuerte, reabrió las conversaciones en 1988 poco después del secuestro del principal dirigente conservador, Alvaro Gómez, quien fue liberado para reiniciar las conversaciones; dicha negociación llevó a la firma de la paz con el M-19 a comienzos de 1990, en la cual se daba amnistía a los combatientes y se les ofrecía condiciones favorables para el ejercicio democrático. Esta negociación coincidió con la iniciativa gubernamental de promover una amplia reforma constitucional. 

 

La campaña electoral para el período presidencial 1989-1990 estuvo marcada por la violencia de los narcotraficantes que buscaban forzar al gobierno a suprimir la extradición en dicha reforma constitucional. Los paramilitares y narcotraficantes asesinaron a tres candidatos presidenciales: Luis Carlos Galán del Nuevo Liberalismo, Bernardo Jaramillo de la UP, y a Carlos Pizarro del M-19. De todos modos el proceso de paz y la búsqueda de la reforma a la constitución se unieron en la elección presidencial de 1990, en la que ganaron César Gaviria en reemplazo de Luis Carlos Galán, y la séptima papeleta que fue introducida por millones de votantes en las urnas para convocar una Asamblea Constituyente. 

 

 

Como las FARC no aceptaron los acuerdos de paz ni quisieron entrar a nuevas negociaciones, el presidente Gaviria autorizó que se reanudara la acción militar contra esta guerrilla; así que las FARC no aprovecharon la oportunidad de entrar a la política legal a través de la reforma constitucional. En los dos años siguientes, mientras el país recibía con euforia la nueva Constitución, las FARC siguieron creando nuevos frentes de combate y participaron en varios intentos de negociación en Caracas y Tlaxcala. 

 

La Asamblea Constituyente elegida en 1990 fue vista por los electores como oportunidad de paz, a pesar de la ausencia de dos guerrillas importantes, las FARC y el ELN. La Asamblea no modificó la carta, sino que expidió una nueva Constitución en la que se fortaleció el respeto a los derechos humanos, el autogobierno local y una carta de derechos politicos, económicos y sociales para proteger a los ciudadanos de las arbitrariedades del Estado y sus funcionarios, así como de las limitaciones del aparato social. Por otra parte el gobierno de Gaviria acentuó el retorno al modelo liberal que había comenzado con López y que reemplazó el programa de substitución de importaciones. El país aumentó sus importaciones y los sectores populares se llenaron de aparatos baratos; la agricultura no había respondido a las esperanzas de los dirigentes, y Colombia se convirtió en importador de alimentos. 

 

Para el período 1994-1998 fue elegido presidente Ernesto Samper, cuyo gobierno estuvo marcado por un sorpresivo enfrentamiento con Estados Unidos, por el apoyo que narcotraficantes del Cartel de Cali dieron a su campaña, y muchos sectores locales se unieron para buscar su retiro. Las negociaciones con las FARC, suspendidas en 1993, no se reanudaron durante el gobierno de Samper, y entre 1995 y 1998 vieron como los paramilitares que seguían creciendo, les hacían una campaña implacable. 


 

La fatiga de la población con el enfrentamiento armado creció y llevó a que en la elección presidencial de 1998 el candidato conservador Andrés Pastrana le ganara al liberal Horacio Serpa, ya que las FARC respondieron bien sus gestos en favor de una negociación; ésta recomenzó en enero de 1999 y se llevó a cabo durante tres años, en una amplia zona de distención en el Caguán (Caquetá). El pleno control de este vasto territorio por parte de las FARC, le permitió usarlo como sitio de refugio, área de acumulación de recursos económicos y militares, y lugar de experimentación de nuevas formas de poder local; las FARC confiaban en que podían lograr concesiones importantes, si se firmaba algún acuerdo, y así mantener su poder local en muchos sitios, y en otros ampliarlo mediante la acción política posterior. 


 

Mientras tanto el gobierno, con apoyo de Estados Unidos, estaba modernizando y tecnificando el ejército, lo que le permitiría superar algunas de las dificultades tradicionales para enfrentar una guerrilla móvil. Los paramilitares siguieron expandiendo sus grupos, y en 1997 crearon las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y se lanzaron a la destrucción armada de los frentes guerrilleros en sus zonas de influencia. Esto llevó a un aumento de la violencia y del terrorismo rural, ya que los grupos guerrilleros expulsados por los paramilitares de las zonas de agricultura moderna, aumentarosn sus ataques armados y empezaron a efectuar secuestros masivos en las principales carreteras. 

 

Entonces el gobierno decidió suspender las negociaciones y recuperar el Caguán. Desde unos meses antes, un candidato liberal disidente, Alvaro Uribe Vélez, había estado mostrando las incongruencias de las negociaciones, y poco a poco su propuesta de suspenderlas y eliminar la zona de distensión había ido ganando respaldo. La opinión pública que había respaldado durante tres años las negociaciones del Caguán, fue arrastrada por la esperanza de un ataque frontal efectivo contra la guerrilla y eligió a Alvaro Uribe con el 53% de los votos. Se cerraba así un primer ciclo de negociaciones, que había durado 20 años, en el que los gobiernos habían buscado terminar la guerra mediante un acuerdo con las guerrillas, pero al cabo de los cuales su poder parecía mayor. 

 




Saturday, July 18, 2020

Memorias del Ferrocarril

A raiz de la publicación de una serie de fotos acerca del ferrocarril, en la página “Bogotá Antigua” de Facebook, vinieron a mi mente recuerdos de mi niñez y juventud que tenían relación con los ferrocarriles en Colombia, ya que mi padre y un tío se desempeñaron como ferroviarios. Al ver que hoy en día ha desaparecido en nuestro país el uso de este fantástico invento, al contrario de lo que sucede en la mayoría de los países desarrollados que he visitado, lo que siento es nostalgia  por haberse perdido la oportunidad de tener un medio de transporte efectivo para gran volumen de pasajeros y carga pesada. Sin embargo, son esperanzadores los planes de desarrollo de la Gobernación de Cundinamarca y de la Alcaldía de Bogotá, en los que se usarán de nuevo los trenes de cercanías como medio de transporte masivo.

a)     Mi padre como ferroviario

Mi padre solía contarnos a sus hijos acerca de su primer empleo en el Ferrocarril del Nordeste como Fogonero; era de un arduo trabajo que él realizaba a conciencia, con gran dedicación y con gusto, lo cual le sirvió para ganarse la confianza y el respeto de sus compañeros y jefes, hasta permitirle ejercer prácticamente el puesto de Maquinista. Esta experiencia también le sirvió como escuela de mecánica, de organización, y de responsabilidad laboral.

En un comienzo mi padre era contratista, y se encargaba de cargar y descargar las góndolas de los trenes de carga; luego se vinculó como empleado de planta, y fue asignado al área de Locomoción. Su primera tarea consistió en la limpieza de la locomotora, en cuya labor conoció cada una de las partes y funcionamiento de la máquina, y poco a poco fue aprendiendo acerca de la mecánica de las locomotoras de vapor, que funcionaban con carbón como combustible, del uso del manómetro, del manejo de la caldera, la combustión y el agua, del sistema de frenos de aire, de la distribución “Walschaert” y su lubricación, y de los reglamentos del gobierno para la revisión de calderas y los dispositivos de seguridad.

 
 

Posteriormente mi padre fue designado Secretario de don Gabriel Casas, maquinista Jefe de Locomoción, y se convirtió en su empleado de confianza, al punto en que él era quien movía las máquinas en la estación de Bogotá, y se las entregaba a los maquinistas. También era el encargado de recibirlas y aprovisionarlas de agua, de llevarlas al taller cuando requerían reparación, de llenarlas de carbón en la estación del Nordeste, y desde allí conducirlas a la Estación de la Sabana. Fue tan importante para mi padre su trabajo como ferroviario, que aún en sus últimos años se soñaba manejando el tren y saludando a la gente al pasar; y entre las pertenencias que apreciaba estaba un manual de entrenamiento de los Ferrocarriles Nacionales que aún conservo.

Hacia los 25 años de edad mi padre, siendo empleado de planta del Ferrocarril que en ese entonces era una empresa de gran prestancia, usaba vestido de paño, corbata, y zapatos de cuero; sus trajes se los confeccionaba su hermana Cruz, quien había hecho un curso de modistería. Nos contaba que él era “gastalón” y le gustaba ofrecer cerveza a sus compañeros, parientes y amigos, cuando estaba de descanso, mientras que cuando trabajaba él acostumbraba tomar guarapo o chicha, pues costaba la mitad de la cerveza. Tenía que economizar, pues el sueldo no le alcanzaba para pagar arriendo, alimentación y gastos extras donde paraba el tren; él se daba cuenta que necesitaba organizarse y casarse, pues así como iba el sueldo no le alcanzaba. Por lo tanto solicitó en la empresa una relocalización.

Alguna vez, estando soltero, mi padre fue de vacaciones a Buenaventura, aprovechando los pasajes que le daba la empresa, aunque le tocó pagar el pasaje en bus entre Ibagué y Armenia, ya que en ese trayecto no había tren. De Armenia en adelante era otra empresa (Ferrocarril del Pacífico), y aunque no pagaba tiquetes si le tocaba gastarles a los maquinistas y fogoneros, pues cuando él se identificaba como ferroviario lo trataban como “compañerito”, y al saber que iba de vacaciones lo trataban bien, pues debía llevar dinero para gastar. 

Por los azares del destino, la persona que se desempeñaba como Fogonero en Suesca se retiró, entonces mi padre fue nombrado en su reemplazo, asignándosele un cuarto en el campamento de la empresa en dicha población, que quedaba ubicada en la vereda de Cacicazgo, al pie de las Rocas de Suesca y cerca de la estación. El radicarse fuera de la ciudad podría resultarle más económico, pues tenía la vivienda incluída como parte del salario, y además allí podía ganar horas extras, mientras que viviendo en Bogotá tenía que pagar la pieza que le arrendaba doña Ramona, compañera de mi tío Pedro. 

Muy cerca del campamento del Ferrocarril en Suesca vivía la familia de mi madre; ella y su hermano Abelardo vivían con mi abuela, en una casa cerca al puente que conduce al pueblo. En esa época Abelardo trabajaba en las minas de carbón, y se le ocurrió la idea de instalar una tienda en la que era su casa; mi madre era quien la atendía, contando con la ayuda de su sobrina Inés. Vendían allí comestibles varios, así como también cerveza, la cual era artículo de primera necesidad para trabajadores y usuarios del ferrocarril. Allí fue donde se conocieron mis padres, a mediados de 1945, y se casaron en la iglesia de Suesca en abril de 1946.

Mi padre trabajó con el ferrocarril por algo más de 10 años, y se retiró unos meses después de los acontecimientos del 9 de abril de 1948. Ya casado y con responsabilidades, mi padre comenzó su carrera como empresario en las minas de carbón que se encontraban en la propiedad que heredó mi madre de su abuelo, en la vereda de San Vicente (Suesca).

En el Ferrocarril del Nordeste tuvo grandes amigos, con quienes mantuvo amistad durante muchos años, aún después de retirarse de la empresa. Entre ellos, Carlos Julio Navarro, José Querubín Malagón, y Miguel Ángel Aragón. Con ellos compartió además de sus duras faenas, también piquetes y tomatas interminables, que luego daban para recordar situaciones chistosas. Con Navarro se hizo compadre al servir de padrino de dos de sus hijos, y con Malagón él fue mi padrino de confirmación. 


La siguiente foto fue tomada muchos años después de haberse retirado del Ferrocarril, muestra a mis padres al pie de una locomotora, al llegar de un paseo familiar a Nemocón en el tren turístico. Se encuentran con mis padres, mis hermanas Gloria Esther y Esperanza, mi esposa Gloria Stella y nuestros hijos Daniel, Sandra y Ángela.  


 
Historia de los ferrocarriles en Colombia

El primer ferrocarril que se construyó en Colombia fue el de Bogotá a Facatativá, el cual se contrató en 1873 y sus trabajos se iniciaron en 1882 por una compañía privada. La obra se suspendió en 1885 debido a disturbios, cuando ya alcanzaba una longitud de 18 km. Un nuevo contrato se celebró en 1886 para terminar la obra con la empresa “Compañía del Ferrocarril de la Sabana”, la cual fue inaugurada en julio de 1889 con una extensión de 40 km. En 1887 se contrató la construcción de la línea a Zipaquirá, y en los años siguientes el ferrocarril se extendió por varios municipios de la Sabana de Bogotá, alcanzando una extensión de 200 km. 

 

En 1917 se inauguró en Bogotá la Estación de la Sabana, la cual funcionó como punto central del sistema férreo nacional; se construyó en lo que en ese entonces eran las afueras de la ciudad hacia el occidente, sobre la Calle 13. La vía comenzaba en el barrio San Victorino y pasaba por Puente Aranda y Fontibón llegando hasta Facatativá. La construcción del Ferrocarril del Nordeste, que buscaba comunicar los departamentos de Cundinamarca y Boyacá, se inició en 1925 y estuvo a cargo de la firma belga Société Nationale de Chemins de Fer; un año después llegó a Usaquén, y en 1930 se extendió hasta Albarracín; y en 1931 llegó a Tunja y Sogamoso. Siete años después, la Nación lo compró y lo prolongó hasta Paz del Río para facilitar el transporte del material de las minas de hierro. Todas las rutas de tren comenzaban en la Estación de la Sabana.


 

Las estaciones por las que pasaba mi padre usualmente, eran: Puente Aranda, Chapinero, Calle 100, Ramal Samper, Puente del Común (La Caro), Briceño, Tocancipá, Gachancipá, Suesca, Chocontá, Villapinzón, Albarracín, Ventaquemada (de la cual fue Jefe mi tío Pedro Alejandrino), Tierranegra, Samacá, Puente de Boyacá, y Tunja; en algunas ocasiones le correspondía alargar el viaje hasta Sogamoso y Belencito, pasando por las estaciones de Oicatá, Tuta, Sotaquirá, Paipa, Bonza, Duitama, y Tibasosa.

  

Las últimas líneas férreas de Bogotá y su sabana fueron construídas en el año 1953; en ese entonces existían las estaciones en Chapinero, Calle 100, Usaquén, La Caro, Briceño (Sopó), Tocancipá, Gachancipá en el nordeste; y Cajicá, Zipaquirá y Nemocón hacia el norte; las estaciones de Fontibón, Madrid, El Corso y Mosquera hacia el occidente; las estaciones de Bosa, Soacha y Sibaté hacia el suroccidente. El tren de la Sabana determinó en gran parte la dirección en que la ciudad capital se desarrolló y creció, y sirvió como base para la expansión de las vías férreas hacia el resto del país, las cuales posteriormente se unieron bajo la administración de los Ferrocarriles de Colombia. 


 

En 1954 se creó la empresa Ferrocarriles Nacionales de Colombia (FNC) adscrita al Ministerio de Obras Públicas, para manejar todas las redes del país. Después de la adquisición de todas las líneas en 1961, se empezaron a administrar en cuatro divisiones administrativas: Centrales, Magdalena, Santander, y Pacífico, a su vez formadas por la unión de ferrocarriles de propiedad del estado, ferrocarriles departamentales y ferrocarriles privados recientemente nacionalizados. En 1962 el Estado adquirió el Ferrocarril de Antioquia, convirtiéndose en una nueva división.


 Para el año 1991 la empresa Ferrocarriles Nacionales contaba con un total de 3.239 km de vías férreas, de las cuales 2.690 km estaban operando y  619 km fuera de servicio; hasta ese año la empresa mantuvo la infraestructura de transporte férreo, pero debido a problemas financieros de la empresa se llevó a cabo su liquidación. En ese mismo año se comenzó a crear la empresa Ferrovías para administrar, restaurar y actualizar lo que quedaba de Ferrocarriles Nacionales. Dado al desarrollo de Bogotá, se levantaron los rieles del Ferrocarril del Norte a lo largo de lo que se convirtió en la Avenida Caracas, por lo que hubo que hacer uso del corredor férreo del Ferrocarril del Nordeste, el cual a su vez se trasladó para construir la Avenida Ciudad de Quito (Carrera 30). 

 

En el año 1992 la línea del Ferrocarril del Norte fue habilitada para funcionar como tren turístico bajo la administración de la Empresa Colombiana de Vías Férreas (Ferrovías de Colombia), la cual también fue liquidada en 2007. Actualmente el servicio de transporte turístico lo cumple la empresa Turistren, y desde el 2004 la vía férrea Bogotá-Paz de Río, que corresponde a la línea del Ferrocarril del Nordeste, fue reparada totalmente por parte del gobierno nacional y empezó a funcionar también para el transporte de carga, administrada por Acerías Paz del Río.


El futuro: Tren de Cercanías de la Sabana de Bogotá


El tren de cercanías de la Sabana de Bogotá es un sistema de transporte masivo sobre rieles que se construye según las normas de un ferrocarril; está en la etapa de planeación y diseño, para la ciudad de Bogotá y la región circundante. Se diferencia del metro y del tren ligero en lo siguiente: 

·      Poseen mayor número de coches y estos son más grandes.

·      Tienen una menor frecuencia en sus servicios.

·      Operan según horarios fijos y no a intervalos fijos de tiempo.

·      Sirven a zonas de la ciudad con menor densidad de población, suburbanas y rurales.

·      Comparten su ruta con otros trenes de pasajeros y de carga.

·      Son más rápidos que los automóviles, particularmente en horas de embotellamientos.

Su capacidad para coexistir con el transporte de mercancías o servicios interurbanos en la misma vía férrea puede reducir drásticamente los costos de construcción del sistema, ya que no cuenta con tramos subterráneos ni a desnivel, aunque a veces sí tienen pasos a desnivel  para evitar retrasos. El proyecto será ejecutado por medio de una alianza del sector público y el sector privado, con una inversión que se estima en 1.050 millones de dólares, y tendrá un plazo de tres años.  


 

 

En una primera fase del proyecto se construirá el corredor hacia el occidente (se llamará RegioTram de Occidente), e iría desde la calle 26 con avenida Caracas, hasta el municipio de Facatativá. En una segunda fase se construiría el corredor norte, para el cual se han firmado los estudios de factibilidad, e iría de la Estación de la Sabana hasta el municipio de Zipaquirá; la distancia total que recorrerá este tren será de 90 kilómetros. Este sistema ferroviario en las zonas urbanas funciona con estaciones más frecuentes, y una velocidad máxima de 60 kilómetros por hora; en las zonas interurbanas alcanza los 100 kilómetros por hora. El correspondiente contrato se firmó el 7 de enero de 2020. Se espera que RegioTram de Occidente esté en operación en 2024.



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