Zipazaques era el título de nobleza de los gobernantes de la parte norte de la Confederación Muisca que pobló el altiplano cundiboyacense. Su sede de gobierno original fue la población de Hunza, hoy Tunja, capital del departamento de Boyacá.
Primer Zacazgo
El cronista Lucas Fernández de Piedrahíta[1] sostiene que Hunzahúa fue el primer Zaque de Tunja, aunque este zaque dominó todas las tierras de los Muiscas, desde el Chicamocha hasta el territorio de los Sutagaos, y desde las vertientes de los Llanos de San Juan hasta las fronteras de los Panches, Colinas, Pijaos y Muzos, incluyendo toda la tierra de Vélez y Oiba, gobernando en paz y con justicia. El nombre de Hunza o Tunja deriva del nombre del mítico cacique de la ciudad, Hunzahúa (palabra chibcha que significa ‘varón poderoso’), quien estaba a la cabeza del gobierno de todo el territorio muisca, y mantenía numerosos cercados como el de Quiminza, al igual que los templos de adoración religiosa como el Pozo de Hunzahúa y los Cojines del Zaque.
Existía la creencia entre los indígenas de que dicho pozo no tenía fondo, y que además, entre sus aguas había pilares sobre los cuales estaba sostenida la ciudad de Tunja. Durante la Conquista Española hubo un intento de secar la laguna, pero al momento de empezar, la ciudad empezó a temblar, por lo cual se desistió del objetivo. Una leyenda muisca decía que Hunzahúa tenía una hermana tan hermosa, que no pudiera haberse hallado otra como ella entre todas las doncellas chibchas. El veleidoso monarca se enamoró apasionadamente de su hermana y comunicó a su madre su determinación; pero ella se negó a dársela como esposa. Los chibchas tenían prohibido el matrimonio entre parientes, hasta el segundo grado de consanguinidad, y en toda la nación muisca era tan abominable el incesto, que tenía siempre por castigo la muerte. Hunzahúa, quien era fuerte y luchador en las batallas, quedó anonadado ante la inflexible negativa de su madre. La más acerba tristeza abatió por muchos días el ánimo del soberano de los chibchas, y prefirió huir a Chipatae, robando a su hermana de la tutela de su madre; en Chipatae la hizo su esposa. Algún tiempo después, el recuerdo de su madre desolada, los forzó a volver a Tunja al hogar materno.
Una vez la madre comprobó que los dos hijos eran esposos, montó en cólera y dispuso corregir a su hija con un severo castigo: echó mano de la sana, que era un palo para revolver la chicha, pero la muchacha se amparó tras de la tinaja, esquivando el tremendo garrotazo, que dio estruendosamente sobre la gacha o moya donde se guardaba la chicha, la cual se derramó y formó el pozo de Hunzahúa, que es como se le denomina la famosa laguna situada al norte de la ciudad. Los dos desalentados hermanos abandonaron a Tunja y partieron hacia el sur, hasta Susa. Cuando el Zaque se dispuso a recibir con alegría de su esposa, el primer fruto de su gran amor, los nuevos padres quedaron espantados al ver que el niño recién nacido, de repente, se convertió en piedra y se quedó como una estatua.
Segundo Zacazgo
Michúa, fue uno de los Zaques de Hunza, sucesor de Huanzahúa, quien gobernó la región norte de la Confederación Muisca. El zaque Michúa aparece mencionado por primera vez en 1688, en la primera parte de la Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada, del cronista neogranadino Lucas Fernández de Piedrahita.
Cuando el zipa Saguamanchica conquistó las tierras de Fusagasugá y de los Sutagaos, sometiéndolas a su dominio, el sibyntiba o cacique de Guatavita se sintió ofendido por la arrogancia del zipa, que quería tener dominio sobre todos sus vecinos. Entonces Guatavita rompió relaciones con el Zipa de Bacatá y le pidió ayuda a Michúa, Zaque de Hunza, con quien tenía estrecha relación. Michúa respondió favorablemente al pedido de ayuda de Guatavita. Entonces el zaque, quien consideró ofendida la antigüedad de su linaje, que consideraba anterior al del zipa, envió un heraldo suyo a que citara a Saguamanchica para que compareciese ante su corte y respondiese por las quejas presentadas por Guatavita. El zipa respondió burlándose del mensaje del zaque, y maltratando a su heraldo.
Entonces el zaque juntó un ejército de 40.000 guechas (guerreros muiscas), y marchando hacia la frontera del Zipazgo, se enteró de que su enemigo ya estaba listo para presentarle batalla, y que había juntado a sus hombres con los de Sopó, cuyos habitantes eran tradicionales enemigos del Zacazgo y fieles al zipa. El zaque temió entonces que su ejército no resultara lo suficientemente fuerte como para ganar la batalla, y se devolvió a sus dominios, lo que afectó notablemente su reputación y le dio más ánimos al zipa, cuando éste se hubo enterado.
El zipa aprovechó la huida del zaque para castigar al pueblo de Ubaque, cuyo cacique lo había traicionado uniéndose al bando del zaque e invadiendo y destruyendo los pueblos de Pasca, y Une. Las confrontaciones al interior del Zipazgo resultaron desfavorables para Saguamanchica, pues entre tanto aprovecharon los panches para invader Zipacón y Tena, mientras que Guatavita había movilizado a sus hombres para invader Chía y Cajicá. Entonces el zipa, aconsejado por sus ministros, dividió su ejército en dos tropas, una para que contuviese el ataque de los panches al suroccidente, y otro para que enfrentase al Guatavita. En la pacificación del Zipazgo se demoró el zipa dieciséis años, hasta que tuvo oportunidad de pensar de nuevo en la confrontación con el zaque.
Batalla de Chocontá
En 1490, una vez que tuvo el zipa el control sobre sus territorios, juntó todo su ejército y fingió dirigirse contra los panches, pero en realidad lo condujo aceleradamente hacia Sopó, donde juntó sus fuerzas con las de este cacique y otros enemigos del zaque para tomar rumbo hacia el Zacazgo. En el camino pasaron por Guatavita, cuyo cacique, atemorizado por la última derrota, no se atrevió a hacerles frente. El ejército del zipa se componía de 50.000 hombres.
El zaque se enteró de todo desde que el zipa estaba en Sopó, y viendo que no había forma de evitar la confrontación, juntó un ejército de 60.000 hombres, y marchando aceleradamente llegó a Chocontá, jurisdicción del Zipazgo; allí el zaque hizo descansar a sus hombres. Cuando el zipa llegó con sus tropas, se inició inmediatamente la Batalla de Chocontá, que fue particularmente sangrienta. Al final ganaron los bacataes, al mando del zipa, pero tanto Saguamanchica como Michúa perdieron la vida. Sin embargo, el zipa alcanzó a ver el triunfo de sus hombres poco antes de morir. Michúa murió en el campo de batalla; su cuerpo fue llevado por sus hombres de regreso a Hunza, donde se lo presentaron a su sobrino, Quemuenchatocha, quien tenía en ese momento dieciocho años de edad, y fue quien le sucedió en el trono.
Tercer Zacazgo
Quemuenchatocha nació en Hunza en 1472 y murió en Ramiriquí en 1537; fue el penúltimo zaque de Hunza, quien fue erigido sucesor de su tío Michúa, como zaque de Hunza, cuando tenía la edad de 18 años. Fue rival de los zipas Nemequene y Tisquesusa; pactó la paz con este ultimo, por mediación del sacerdote Sugamuxi después de varios años de guerra fratricida en la Confederación Muisca en 1537. Al enterarse de la llegada de los conquistadores españoles, tuvo que salvar a tiempo sus tesoros y prohibió bajo graves penas que se les indicara el camino a su cercado. Cuando se enteró de que se aproximaban, envió regalos y emisarios de paz para detenerlos mientras ocultaba sus tesoros y se ponía a salvo. Sin embargo, el 2 de agosto de 1537 los españoles saquearon Hunza y lo tomaron prisionero.
Fue descrito por Juan de Castellanos[2], explorador, militar, cronista y sacerdote español, como un anciano, de gruesa y espantable corpulencia, sagaz, astuto y cruel, además de un temperamento recio e iracundo que nadie se atrevía a mirarle al rostro; todos iban ante él con la cabeza inclinada. Finalmente Quemuenchatocha fue llevado hasta Suesca, con el fin de obligarle a confesar el lugar donde ocultaba sus tesoros. En su ausencia, abdicó en su sobrino Aquiminzaque. Quemuenchatocha murió al poco tiempo en Ramiriquí.
Último Zacazgo
Aquiminzaque era sobrino de Quemuenchatocha y asumió el zacazgo cuando su tío fue llevado a Suesca como prisionero; fue el ultimo zaque de Hunza, desde 1537. Se le reconoce como un hábil gobernante en sus dos primeros años como Zaque, aunque su gobierno fue impactado por las vicisitudes de los conquistadores españoles en su territorio.
En un principio, Aquiminzaque mantuvo colaboración con los españoles e inclusive se convirtió al catolicismo; sin embargo, por las continuas y numerosas exigencias que hacían los españoles a los indígenas le generaron una gran inconformidad, razón por la cual él y varios señores muiscas trataron de rebelarse. La conspiración fue descubierta por Hernán Pérez de Quesada en un acto público que tuvo lugar en Hunza; allí, el hermano de Gonzalo Jiménez de Quesada apresó a Aquiminzaque y a otros señores principales y los hizo decapitar en la plaza principal, hoy Plaza de Bolívar. Su muerte marcó el final de la dinastía de los zaques tunjanos, y con ella la Confederación Muisca llegaría a su fin.
[1] Lucas Fernández de Piedrahíta nació en Santa Fe de Bogotá el 6 de marzo de 1624; estudió en el Colegio San Bartolomé, pasando posteriormente a la Universidad de Santo Tomás. Ejerció como cura en Fusagasugá y en Paipa, alcanzando luego el puesto de canónigo de la iglesia metropolitana. Fue llamado a comparecer en el Consejo de Indias, acusado por varios cargos vinculados a una visita en el Reino de Castilla durante la llamada época de Cornejo. Viajó a España y compareció en el juicio durante 6 años, siendo hallado inocente. Más tarde, el monarca lo nombró obispo de Santa Marta como premio a sus méritos y servicios y como compensación por la acusación errónea por parte de la Corona que lo llevó a Castilla para que compareciera.
En 1669 fue consagrado en Cartagena de Indias como Obispo de Santa Marta. En 1676, a los 52 años, fue nombrado obispo de Panamá. Sin embargo, mientras se dirigía su nueva diócesis, fue apresado por los corsarios francés e inglés Cox y Duncan, capitanes de Morgan, quienes estaban atacando a Santa Marta. Debido a su pobreza manifiesta, los corsarios creyeron que los estaba engañando y lo torturaron para que les indicara el lugar en el que escondían las riquezas de la iglesia. Debido a que no consiguieron que se lo dijera, lo llevaron con ellos a la isla Providencia, donde Morgan lo liberó y le regaló un pontifical y otros adornos sagrados robados en su asalto a Panamá. Tras su liberación, inició su viaje a Panamá. Luego de arribar, ocupó su tiempo en la enseñanza religiosa, la predicación la organización de la diócesis y en la evangelización de los indígenas del Darién del sur.
En 1681, Carlos II de España lo nombró gobernador de Panamá, cargo que ocupó hasta 1682. Murió en Panamá en 1688 con más de sesenta años, mientras se editaba su libro, el cual no llegó a ver publicado Sin embargo, solo fue impreso su primer volumen, ya que el segundo se perdió o no llegó a imprimirse. Sus dos primeros volúmenes hablaban del periodo prehispánico de Panamá; el tercero, registra la era colonial desde la fundación de Santa Marta por Rodrigo de Bastidas, finalizando con la llegada del gobernador Andrés Díaz Venero de Leiva en 1563.
[2] Juan de Castellanos nació el 9 de marzo de 1522. Fue hijo de campesinos, y desde niño abandonó el pueblo para irse a Sevilla bajo la tutela del bachiller Miguel de Heredia, para estudiar latín, gramática, preceptiva y poesía en la Escuela de Estudios Generales de Sevilla. Muy joven, con diecisiete años y quizá sin el permiso familiar, marchó como soldado a América en compañía de su coterráneo Baltasar de León, pero en San Juan de Puerto Rico empezó a ayudar al obispo de la isla y, fallecido este, estuvo en Santo Domingo, Aruba, Bonaire y Curacao, dedicado a secuestrar indígenas para el comercio de esclavos. En 1541 llegó a la isla de Cubagua o "de las Perlas", donde, "con ayuda de los nativos", se dedicó a la industria que le daba su nombre. Después pasó por Santa Marta, Salinas de Tapé y finalmente llegó a Cartagena de Indias en 1545. En 1550 fundó la villa de Upar (Valledupar) junto con Hernando de Santana, y empezó los trámites para ordenarse como sacerdote, lo que consigue en Cartagena de Indias en 1559. En Cartagena de Indias ejerció de capellán hasta 1558 y luego en Riohacha hasta 1561 como vicario. En 1562 se le nombró cura de la Catedral de Tunja y en 1569 beneficiado de la misma por real provisión de Felipe II. Murió en este cargo a la muy avanzada edad de 85 años, el 27 de diciembre de 1607.
Su obra más destacada es el poema Elegías de varones ilustres de Indias de 113.609 versos endecasílabos agrupados en octavas reales (se trata del poema más extenso en cualquier lengua), biografías de los hombres que más se destacaron en el descubrimiento, conquista y colonización de Hispanoamérica; fue publicada en 1589 se divide en cuatro partes compuestas de diversas elegías que a su vez contienen diversos cantos. La primera parte narra los viajes de Cristóbal Colón, la conquista de las Antlllas y la exploración del río Orinoco; la segunda habla sobre Venezuela, el Cabo de la Vela y Santa Marta; la tercera, habla sobre Cartagena de Indias, Popayán y Antioquia. La cuarta y última parte es la Historia del Reino de Neuva Granada, que trata sobre la conquista de Bogotá, Tunja y pueblos aledaños. Juan de Castellanos escribió primero la obra en prosa y luego la redujo a verso, esta última tarea que le llevó diez años, dedicando finalmente su obra a Felipe II.
No comments:
Post a Comment