Saturday, March 20, 2021

Saucío, vereda legendaria – Tercera Parte

Para terminar este relato, subdividido en tres partes, acerca del proceso de cambio social que se ha vivido en esta vereda humilde pero a la vez importante, en el que se comentan muchos eventos históricos que sucedieron en torno a esta zona estratégica, ubicada en el municipio de Chocontá, departamento de Cundinamarca, a continuación se narran los principales acontecimientos de los siglos XIX y XX, con base en la tesis doctoral que presentó Orlando Fals-Borda en la Universidad de Florida en 1955.


Como se mencionó en la Primera Parte de este artículo y en el post titulado Orígenes de la familia Palacios-Sánchez, publicado el 31 de mayo de 2019 en este blog, la vereda de Saucío fue la cuna y primer hogar de la Familia Palacios Sánchez.


 

Período Republicano

 

Treinta años después de la Rebelión de los Comuneros, cuando las barreras de la carretera empezaron a caerse, al despertar de la revolución de Independencia. Entonces la legendaria vereda recuperó su importancia estratégica para las operaciones militares, y Saucío presenció una vez más el paso de los ejércitos, como en la época del zipa Nemequene. Fueron ejércitos que obtenían su  alimento de productos de la tierra, y también aumentaban sus filas con los hombres que reclutaban en su camino. Los líderes de los partidos contendientes no se detuvieron a preguntar a la gente del campo sobre sus preferencias políticas; reclutaban soldados mientras marchaban hacia y desde Bogotá: tanto Antonio Nariño como su enemigo Antonio Baraya, en Junio de 1912; Manuel Serviez y sus perseguidores, el Pacificador Pablo Morillo y Sebastián Calzada, en Mayo de 1816; el Coronel Carlos Tolrá, quien ejecutó a los patriotas en la plaza principal del pueblo de Chocontá en 1817, y su enemigo el guerrillero incansable Juan José Neira, futuro comandante militar de Chocontá (1819) y héroe de Buenavista (1840). Tantas guerras como conflictos trajeron entonces el caos, tanto ideológico como económico, a través de este camino veredal.

 

La población rural ignoraba por completo los ideales de la revolución. Sin embargo, bajo el liderazgo de los alcaldes de Chocontá, José María Maldonado y Luis Forero, quienes habían apoyado los actos del Consejo Supremo desde el comienzo de la agitación el 20 de julio de 1810, los chocontanos empezaron a ponerse del lado de los patriotas; cincuenta jinetes fueron reclutados localmente y enviados a Bogotá pocos días después del golpe. Como compensación y recompensa, el 6 de agosto de 1810, el Consejo Supremo declaró a Chocontá villa. Sin embargo, hay razones para creer que muchos saucitas prefirieron pelear por el rey, o no pelear por ningún bando, pues parecían muy satisfechos cuando Morillo restauró el poder de España durante tres años.



 

Sin embargo, no se desarrolló una resistencia activa contra los patriotas en el área de Saucío, como en la región de Nariño en el sur de Colombia. De hecho, después del triunfo de Bolívar en Boyacá el 7 de agosto de 1819, los chocontanos, bajo el liderazgo de Neira, suministraron un flujo constante de soldados para el ejército de Libertador. Viajando hasta Perú y Bolivia, muchos campesinos humildes pagaron su contribución al holocausto derivado de la guerra de independencia. Por lo tanto, los chocontanos merecían y tenían derecho a una recompense, así como lo tuvieron los veteranos de otras partes de la república. Entonces el gobierno de Bogotá patrocinó una redistribución de tierras con este propósito, y así fue como Neira, entre otros, llegó a ser dueño de una muy buena finca en esta zona. Pero luego en 1839 tuvo lugar otra gran conmoción cuando las tierras de la reservación indígena se dividieron entre los campesinos. El camino veredal, que pasó a llamarse "camino nacional de Tunja", trajo una compañía de agrimensores, instrumentos y otras herramientas. Los topógrafos  pronto dimensionaron y repartieron las pequeñas parcelas que resultaban para cada hogar. A partir de entonces los saucitas perdieron el título comunitario sobre la tierra, y cada individuo se hacía responsable de sus propias parcelas y de la subsistencia de él y su familia.


 

Esta distribución de la tierra fue una medida democrática, pero demostró ser poco realista, y la carretera nacional se convirtió en un instrumento de desorganización social. Incapaces de utilizar su corto aprendizaje como propietarios para sacarle provecho a sus parcelas, muchos saucitas, así como muchos otros chocontanos, vendieron las parcelas a hacendados locales y a diversos especuladores por un valor menor al del avalúo de la propiedad. La miseria asfixió a muchos campesinos mientras el camino veredal comenzaba a llenarse de mendigos; por lo tanto el nuevo camino no logró traer paz y prosperidad. Al contrario, pareció ampliar la brecha entre la clase alta y la clase baja, entre los terratenientes y los minifundistas; entonces una especie de lucha de clases comenzó a tomar forma, y vino a culminar un día de noviembre de 1853, cuando unos tres mil campesinos se amotinaron en las calles de Chocontá. Ese día precisamente se celebraba la fiesta de Nuestra Señora de los Campos, y tanto los saucitas como las demás personas de la comunidad habían venido a la ciudad para asistir a las procesiones tradicionales. Un grupo de campesinos ebrios comenzó a insultar a la familia del terrateniente Maldonado Neira. Pronto los que, por una razón u otra, habían sentido que se les había cometido una injusticia, se unieron a los campesinos borrachos. El motín no se controló hasta que los padres dominicos intervinieron personalmente.

 

Durante el largo período de guerras civiles, la carretera nacional se convirtió más en una deventaja que en una ventaja para Saucío. Su posición estratégica hacía casi imperativo que los líderes de los grupos en contienda pasaran por allí en ambas direcciones; y así como en la época de la guerra de independencia, estos líderes también reclutaron a hombres locales. Una vez en 1854 las mareas de la revolución trajeron al segundo vicepresidente Tomás Herrera, quien se proclamó presidente del país en Chocontá.


 

Los numerosos conflictos civiles que hubo en esa zona arruinaron a las empresas rurales. Los ancianos de Saucío aún recuerdan los tiempos en que los ejércitos que pasaban confiscaban sus rebaños de ganado. Sin embargo, tal caos terminó en 1902, cuando los liberales y conservadores que estaban en guerra civil, firmaron una tregua a bordo del buque de guerra estadounidense "Wisconsin". A partir de entonces la gente de Saucío pudo entregarse a empresas constructivas; se aumentaron las comunicaciones, y los nuevos contactos, así como la paz, le dieron a Saucío una mirada diferente y un espíritu optimista.

 

Un evento emocionante se presentó en 1905 cuando llegó la noticia de que el presidente Rafael Reyes planeaba pasar por Saucío en un viaje oficial a Tunja. Este evento, por supuesto dió motivo a la acción política, a corridas de toros, bailes y discursos. Pero, lo que hizo más interesante la visita presidencial fue el hecho de que el general Reyes iba a viajar en automóvil: un Mercedes Benz reluciente le había sido entregado en Bogotá, y el presidente estaba ansioso por probarlo en las carreteras colombianas.



Según lo solicitado por los ingenieros presidenciales, los saucitas unieron sus fuerzas para reparar la carretera nacional y ensancharla en algunos lugares; con un entendimiento que se consideraba inusual para estos campesinos, la gente de Saucío trabajó en este proyecto comunal por su cuenta; parecían darse cuenta de que con el paso del automóvil y la reparación de la carretera comenzaba una nueva era. Con la paz asegurada, era posible pensar en proyectos distintos de huir de los ejércitos y luchar contra hermanos. 

 

Así, un día de 1906 el coche presidencial entró ruidosamente en Saucío. Las ovejas que habían dejado los campesinos pastando junto al camino, se retiraron apresuradamente hacia las acequias; los granjeros salieron corriendo de sus chozas para ver el vehículo, mientras el conductor de sombrero tocaba la bocina con orgullo. Hubo un murmullo de admiración cuando el carro vadeó gloriosamente un arroyo del río Saucío y subió el cerro de Hatoviejo sin mostrar signos de fatiga. El presidente agitó la mano mientras los respetuosos campesinos se quitaban el sombrero y miraban boquiabiertos. Algunos niños portaban banderas tricolores, pero en la emoción del momento las dejaron caer y corrieron a esconderse detrás de sus padres. Al parecer, sólo el caballo del conquistador Jiménez de Quesada había causado un impacto cultural tan profundo.

 


Para cuando el presidente Reyes regresó de Tunja como un héroe, la carretera ya no era una carretera nacional; se había convertido en la "Carretera Central del Norte". El hecho de que los automóviles tuvieran serias dificultades en ciertas partes de la antigua carretera hizo que los ingenieros del gobierno variaran un poco su curso. Este fue un proceso que tomó alrededor de 30 años, desde 1910 hasta 1940. Los saucitas pronto se familiarizaron con camiones, rodillos, mezcladoras de asfalto, detonadores, instrumentos de medición, tránsitos y balanzas.

 

Un impulso adicional produjo en la vereda de Saucío la construcción del Ferrocarril del Nordeste, entre los años 1924 y 1929. Una empresa belga desarrolló este proyecto con total éxito, excepto por un deslizamiento de tierra en Arrayanes que mató a varios trabajadores. El ferrocarril corría casi paralelo a la Carretera Central del Norte; cuando se inauguraron los servicios en agosto de 1929, la vereda de Saucío se convirtió en una de las paradas obligatorias de los trenes. Este servicio se terminó en la década de 1930, pero los trenes y automóviles han continuado parando ocasionalmente en la vereda cuando necesitan hacerlo. 



Viajar y comunicarse con Bogotá se volvió fácil: antes de que se construyeran la carretera y el ferrocarril, los viajeros iban a caballo o en carruaje, pero tenían que pasar la noche en Nemocón o Cajicá. Ahora, con una parada de tren prácticamente en el patio tresero de sus casas, Bogotá estaba a solo tres horas de distancia de los Saucitas. En 1931, cuando el ferrocarril y la Carretera estaban comprometidos en una sana competencia, éstos sirvieron como alimentadores humanos para la capital y sus nuevas industrias; por lo tanbto, Saucío comenzó a sentir el jalón de la ciudad que estaba en crecimiento. Al principio las mujeres fueron las más sensibles a la posibilidad de trabajar en la capital, especialmente como sirvientas en casas particulares; luego, los hombres comenzaron a migrar, principalmente como obreros de la construcción y de las industrias.

 


Pero la carretera y el ferrocarril también creaaron una corriente cultural en sentido opuesto: el moderno proceso de racionalismo que desafía lo tradicional y lo sagrado, comenzó a hacer incursiones en la vereda de Saucío. Algunos valores antiguos, como los de la agricultura, ya no lo abarcaban todo; el vestuario, la música y las creencias sufrieron algo por el contacto con el mundo exterior; los periódicos de Bogotá comenzaron a venderse localmente; los maestros ya no eran del municipio o de la comunidad; muchos de ellos fueron capacitados en escuelas de la capital. El dueño de la Hacienda Las Julias, la principal finca de Saucío, pronto descartó sus coches tirados por caballos, y compró un automóvil; por otra parte el nieto del dueño, quien entonces administraba la hacienda, fue el primero en introducir un tractor agrícola, a principios de 1949.

 


El ejército nacional, que estaba bien organizado desde la época del presidente Rafael Reyes, reclutó a saucitas sencillos, los entrenó en cuarteles militares en otros lugares del país, y los devolvió activos pero inadaptados a las condiciones locales en las que habían crecido. Dirigentes de izquierda nacional, como Jorge Eliécer Gaitán que predicaban la redención del proletariado y arremetían contra los llamados "oligarcas", empezaron a apelar al pueblo de Saucío; los campesinos acudieron en masa a votar por Gaitán en la mayoría de las elecciones, incluída la presidencial de 1944, cuando el famoso político fue uno de los candidatos favoritos. El descontento y las posibilidades de una vida nueva y diferente fueron algunos de los principales cambios culturales que trajeron a Saucío la Carretera Central del Norte y el ferrocarril.



Lo que probablemente hizo más en los últimos tiempos para desafiar las características tradicionales de la comunidad de Saucío fue la gran obra de la represa del Sisga. Desde la época en que los ingenieros colombianos intentaron por primera vez la construcción de la represa en 1946, muchos agricultores jóvenes se dedicaron a la mecánica y a trabajos que antes eran inimaginables. Luego, cuando la empresa Wistom Brothers, una corporación de Minnesota, Estados Unidos, mediante un contrato con el gobierno colombiano emprendió las obras de la represa en 1948, les presentó a los campesinos los últimos tipos de maquinaria y equipo pesado para la construcción. Además, con el servicio de transporte en los camiones de la empresa que les paraban en la carretera, los Saucitas acudieron en masa con entusiasmo a las nuevas obras; pero sus empresas agrícolas sufrieron. 



 

La generación de los mayores en edad y las mujeres se quedaron en las granjas, pero tuvieron dificultad para recuperar la mano de obra de los hombres que se habían ido. Mientras tanto, los jóvenes trabajadores de la represa se enorgullecían de ser ayudantes del operador de tractores (uno de ellos se convirtió en un buen operador), o engrasadores, o ayudantes de mecánico. Algunos se dedicaron al trabajo en túneles, otros se dedicaron a trabajos de electricidad, soldadura, doblado de acero, mezclado de concreto, plomería, y muchos aprendieron a conducir camiones y a manejarlos bien.

 

Al mismo tiempo, el trabajar en la represa hizo que los campesinos fueran más conscientes de las nuevas y avanzadas leyes sociales que habían sido promulgadas en Colombia de 1936 a 1945. A los agricultores jóvenes les tomó poco tiempo conocer y aprovechar al máximo las cesantias (indemnización por despido), vacaciones, seguros, bonificaciones y otros beneficios provistos por esas leyes. Por primera vez, los saucitas se enteraron de la existencia de un tribunal laboral donde podían presentar denuncias cuando pensaran que se les había cometido una injusticia.

 

Para muchos agricultores jóvenes, la represa del Sisga significó una despedida de la vida rural. Algunos saucitas que trabajaron en la represa, donde aprendieron nuevos trabajos y habilidades, se mudaron a Bogotá y a otras ciudades, y han prosperado. Asimismo, prácticamente todos los campesinos que trabajaron en la represa del Sisga y se quedaron en Saucío, también mostraron signos de prosperidad, pues los salarios en la represa eran más altos que en cualquier otra empresa de la zona, lo que les permitió a algunos trabajadores ahorrar suficiente dinero para comprar un terreno y construir una casa con techo de tejas. Uno de ellos, por ejemplo, hizo este salto de su bajo estatus al de ser propietario-operador en el increíblemente corto tiempo de un año y medio. 

 



Otros saucitas compraron muebles, bicicletas, relojes de sala y de pulso (que todavía son una rareza, a pesar del avance en las compras), y vestidos. La mayoría acudía con mayor frecuencia, y con más majestuosidad a las habituales demostraciones de prestigio que requerían tomar cerveza o licor, y asistir a las tiendas donde además de tomar cerveza, compraban cigarrillos, comida y artículos diversos. Dichas tiendas, por lo general, tienen una cancha para un deporte al aire libre llamado tejo; éstas tienen las características de un "club de campo" o de esparcimiento, donde los campesinos conversan, toman cerveza, compiten y dedican gran parte de su tiempo libre.




 

De otra parte, el trabajar en estrecha colaboración con el personal norteamericano despertó en los trabajadores de origen campesino un leve interés, tanto por el idioma inglés como por los asuntos del exterior. El conflicto coreano, por ejemplo, fue seguido bastante de cerca por los saucitas, incluso antes de que las tropas colombianas fueran enviadas allí (entre ellos había un saucita, quien justamente era miembro de la familia Palacios-Sánchez). También el hecho de que en la represa del Sisga hubiera empleados de prácticamente todos los departamentos del país, desde la costa atlántica hasta Nariño, hizo que los saucitas conocieran mejor los diferentes elementos que componen la nacionalidad colombiana. Indiscutiblemente, estos encuentros con pueblos de otras tierras dejaron una impresión viva y duradera en la mente de los campesinos locales.

 

Así Saucío ha tenido todas las ventajas y desventajas de una zona por la que atraviesa una carretera principal, gozando a la vez de medios de comunicación rápidos. Desde la época indígena hasta la actualidad, la gente de esta vereda ha sido sometida a un proceso de cambio cultural más intenso que en otras zonas cercanas, donde el aislamiento ha creado su estancamiento. Este proceso de cambio ha estado impulsado principalmente por razones militares, religiosas y económicas, y se focalizó en esa vereda. Luego éste se convirtió en un proceso de cambio cultural dirigido, cuando el camino real español solo servía para fines provinciales; y más recientemente, después de un período de laissez faire y de caos que utilizó la carretera nacional como su canal de distribución, la vereda de Saucío ha ingresado al mundo moderno a través de la Carretera Central y las fuerzas racionalistas que éste avance representa.



Las fotos en blanco y negro fueron tomadas de la publicación Peasant Society in the Colombian Andes – A Sociological Study of Saucío, escrito por Orlando Fals-Borda y publicado por University of Florida Press, Gainesville, en 1955.

 

 

 

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