En este post se complementa el relato acerca del Gobierno de los Muiscas, publicado en el blog Suesca Linda el 12 de febrero de 2012, con una narración acerca de la vida y realizaciones de cada uno de los Zipas que gobernaron la comunidad muisca de Bacatá. Posteriormente, se publicará un post complementario acerca de los Zaques, quienes gobernaron la comunidad muisca de Tunja.
Para lograr un mayor grado de comprensión acerca de esta civilización, se recomienda complementar la lectura de este post, con dos post anteriores publicados en este blog, que son muy relacionados: Historia breve de los Muiscas, publicado en mayo 13 de 2019, y Conquista del interior del país, publicado en febrero 6 de 2021.
1. Primer Zipazgo
En una primera etapa de la civilización muisca hubo una serie de enfrentamientos entre cacicazgos, y con el fín de pacificar la región donde habitaban (altiplano cundiboyacense) se hizo un consenso entre los dirigentes muiscas para elegir a un jefe supremo que los gobernara a todos. Resultó elegido Hunzahúa, oriundo de Ramiriquí, de quien tomó nombre la confederación, que se llamó Hunza. El jefe supremo tomó el nombre de Zaque (‘señor-grande’, lo mismo que significaba Zipa entre la comunidad de Bacatá). El Zaque ejerció el control sobre las tierras que van desde el río Chicamocha hasta los Sutagaos, y desde las vertientes de los llanos de San Juan hasta las fronteras de los panches y los muzos, incluyendo la tierra de Vélez. A continuación puede verse en el mapa la repartición del territorio muisca en tres grandes provincias o zonas: la de los zipas, la de los zaques, y una zona intermedia de las tribus independientes.
La unidad instaurada permitió unificar el idioma y la religión de los muiscas, y solo fue rota a fines del siglo XV por el zipa Saguanmachica, en tiempos del zaque Michua, a raíz de las diferencias que tuvo con el cacique de Guatavita, como se verá más adelante. Según el historiador Guillermo Hernández Rodriguez (3) los muiscas conformaron una confederación, que no es comparable al imperio Azteca o al imperio Inca, aunque fueron pueblos contemporáneos, ya que “los muiscas no sometieron pueblos no-muiscas a su régimen politico”. Dentro de este contexto, cada comunidad estaba regida por su jefe o cacique, tenía su autonomía y se sentían parte de su confederación.
Zipa era el título de nobleza dado por los muiscas al gobernante supremo del Zipazgo, una de las divisiones administrativas más importantes de la Confederación Muisca. Se suele utilizar la expresión "Zipa de Bacatá", para significar que la sede de gobierno del Zipazgo se encontraba en Funza, que era la capital de la provincia de Bacatá, y abarcaba gran parte de la Sabana de Bogotá. El Zipa era considerado descendiente de la diosa Chía (la Luna), de la misma manera que el Zaque era considerado descendiente de Sue (el Sol). El Zipa tenía autoridad absoluta sobre el gobierno del Zipazgo: a su cargo estaba la dirección administrativa, el mando del ejército, la creación, reforma y aplicación de las leyes, y buena parte de los asuntos religiosos.
El trono del Zipa era hereditario, pero el sistema de sucesión no era patrilineal, sino matrilineal; es decir, que quien heredaba el trono no era el hijo del anterior Zipa, sino su sobrino, hijo de su hermana, o de la mayor de sus hermanas. En caso de que, por alguna razón, no fuera posible que el sobrino del Zipa heredara el trono, los que seguían en la línea sucesoria eran los hermanos y los hijos del Zipa, en ese orden; de lo contrario, los hijos heredaban solamente los bienes muebles de su padre. La razón por la que el sucesor fuera el sobrino, era porque entre los muiscas existía la práctica de la poligamia, de modo que cada hombre podía tener el número de esposas o consortes que fuera capaz de mantener; por lo que la única forma de asegurar que el heredero fuera de la misma sangre que su padre era que fuera el hijo de su hermana.
Meicuchuca fue el primer Zipa del que se tenga registro, quien gobernó el Zipazgo de Bacatá, una de las partes integrantes de la Confederación Muisca, entre 1450 y 1470. Sucedió en el trono a su tío, Menquetá, y fue sucedido por su sobrino Saguanmanchica, de acuerdo con la tradición muisca de sucesión matrilineal.
2. Segundo Zipazgo
Saguamanchica, fue el segundo Zipa de Bacatá, aunque se le suele considerar como el primer Zipa histórico, ya que los datos sobre su vida son mucho más abundantes que los de su predecesor, Meicuchuca. Saguamanchica gobernó durante aproximadamente veinte años, desde 1470 hasta su muerte, acaecida en 1490. Su gobierno se caracterizó por la expansión territorial del Zipazgo, al que se le agregó la provincia de Fusagasugá mediante conquista militar. Saguamanchica libró continuas batallas contra enemigos externos (los panches y los sutagaos), y contra los rivales al interior de la Confederación (el Zaque Michua y los caciques rebeldes al interior del Zipazgo). Siendo príncipe heredero, Saguamanchica había participado activamente en varias batallas contra los panches, acérrimos enemigos de los muiscas. Al ascender al trono del Zipazgo, habiendo heredado riquezas considerables y el mando de treinta mil guechas (guerreros muiscas), se propuso expandir el territorio bajo su dominio, consolidar su poder y someter a los pueblos enemigos.
Las principales batallas que enfrentó en su calidad de Zipa fueron:
- La Batalla de Pasca
Hacia el año 1470, poco después de su entronización, Saguamanchica decidió atacar a los sutagaos (llamados también fusagasugaes), quienes eran liderados por el cacique Fusagasugá. Los sutagaos, asentados en aquel momento en la frontera sur de los dominios del Zipa, pertenecían a la familia de los pueblos chibchas, pero vivían de manera independiente, bajo un gobierno autónomo y neutral, por fuera de la Confederación Muisca. Con la idea de someter a los sutagaos a su dominio, Saguamanchica partió al mando de treinta mil guechas, atravesó el páramo de Fusungá, y al cabo de pocos días llegó a Pasca, donde halló una pequeña resistencia de hombres fieles a Fusagasugá, a los que el Zipa sometió en menos de doce horas. Una vez sometida la población de Pasca, integrada principalmente por la etnia de los chiaizaques, el ejército del Zipa avanzó hasta llegar a una colina donde las tropas de Fusagasugá se estaban preparando para la batalla. La colina estaba rodeada por un lado por un monte escarpado, y por otro lado por un profundo abismo que descendía hasta el cause del río Pasca; desde allí se extendían los dominios de Fusagasugá hasta el río Subía.
Saguamanchica, viendo que las características del terreno le favorecían, decidió acampar frente al enemigo y enviar, durante la noche, a dos mil guechas, al mando de un psihipqua (príncipe de sangre), para que subiesen con sigilo por la cumbre escarpada y ocupasen la retaguardia de los sutagaos, a fin de que al día siguiente atacasen al mismo tiempo. Al amanecer, y luego de una señal convenida, se inició el ataque contra el ejército de Fusagasugá, tanto de frente como por la retaguardia. Los gritos de alarma dados por los centinelas del ejército de Fusagasugá al darse cuenta de la arremetida de los invasores por la retaguardia, hicieron que se difundiera la confusión primero, y el pánico después entre los sutagaos, lo que favoreció el rápido avance de los bacataes. Entre tanto, muchos de los fusagasugaes, presas de la confusión, abandonaron las armas y huyeron al monte.
Al final de la jornada, fue capturado el general que comandaba los ejércitos de Fusagasugá, llamado Uzatama, cacique de Tibacuy, quien habiendo peleado al lado del cacique Fusagasugá, resultó gravemente herido por un macanazo. Éste aconsejó al cacique de Fusagasugá, del que era el principal confidente, que se rindiera, como en efecto lo hizo, aceptando desde entonces el señorío del Zipa sobre la tierra de Fusagasugá. Su autoridad como cacique le fue restituida a condición de rendir tributo y vasallaje a su nuevo señor, el Zipa de Bacatá, bajo juramento ante Sua, dios del Sol. Enseguida el Zipa hizo un reconocimiento de los nuevos territorios sometidos, y partió de regreso a la Corte de Bacatá, donde celebró el triunfo con sacrificios a los dioses y varios meses de fiestas.
- Primera rebelión de Guatavita
Tiempo después de finalizada la Batalla de Pasca, el Cacique de Guatavita se rebeló contra el Zipa, pues consideraba que el poderío de Guatavita no era inferior al de Bacatá, y que Saguamanchica estaba asumiendo una actitud autoritaria que Guatavita no estaba dispuesto a soportar; entonces declaró la guerra y partió con su ejército con la intención de invadir Funza, capital del zipazgo. Sin embargo, Saguamanchica no sólo resistió el ataque, sino que persiguió al cacique Guatavita de regreso a sus dominios, que fueron invadidos por el Zipa. Guatavita sufrió dos derrotas importantes durante ese tiempo, por lo que el cacique Guatavita decidió pedirle ayuda al Zaque Michuá, puesto que hasta entonces se consideraba que incluso el Zipa debía someterse a la autoridad del Zaque. Al enterarse el Zaque de lo ocurrido, envió un emisario a Saguamanchica con el mensaje de que se presentara de inmediato en Hunza, capital del zacazgo, para que rindiera cuentas de su conducta. Saguamanchica se burló abiertamente del mensaje enviado por el Zaque, e incluso maltrató al emisario. Cuando el Zaque se enteró de lo ocurrido, formó un ejército de cuarenta mil guechas y se dirigió a Bacatá; sin embargo, al enterarse de que el Zipa estaba reuniendo un ejército aún más numeroso, apoyado principalmente por el Cacique de Sopó, Michuá decidió dar media vuelta y regresar a Hunza, renunciando de este modo a dar la batalla.
- Rebelión de Ubaque
Saguamanchica aprovechó el hecho de que la batalla contra Hunza no tuvo lugar, y de haber reunido a un ejército numeroso, para someter al cacique de Ubaque que había roto su antigua sujeción al Zipa y pretendía aliarse con Michuá; además había atacado los uta o poblados de Pasca y Usme. Entonces el Zipa se dirigió al encuentro del Ubaque, atravesando las tierras de Chipaque y Une, y lo halló desprevenido. Sin embargo, éste logró escapar a un peñón de muy difícil acceso con todas sus riquezas, con el fin de que el Zipa no se apoderara de ellas. Desalentado por la imposibilidad de capturar rápidamente al Ubaque, el Zipa tuvo que regresar a Bacatá ante las noticias que un mensajero le había llevado de una segunda rebelión de Guatavita, y de una invasión de los panches.
- Segunda rebelión de Guatavita e invasión de los panches
Las noticias del mensajero que había llegado hasta el sitio donde acampaba el Zipa, referían que los panches se habían apoderado de Zipacón y Tena, mientras que, al mismo tiempo, el Cacique de Guatavita había invadido Chía y Cajicá, ayudado por tropas enviadas por el Zaque. Saguamanchica tuvo que abandonar el asedio contra Ubaque y partir de inmediato para intentar solucionar los nuevos problemas que se le presentaban. Saguamanchica decidió entonces dividir su ejército en dos cuerpos para luchar simultáneamente contra los dos focos de conflicto. Sin embargo, la expulsión de los panches no fue posible sino hasta después de dieciséis años de continuas batallas. Cuando hubo pacificado estas provincias, el Zipa juntó todo su ejército en Sopó, donde logró reunir un total de cincuenta mil guechas, con los que se dirigió hacia Guatavita, donde el cacique no pudo ofrecer ninguna resistencia ante la superioridad de su enemigo. Alentado por esta victoria, el Zipa retomó su idea de combatir al Zaque, y se dirigió de inmediato a Hunza.
- Batalla de Chocontá
Michuá, enterado de la marcha de Saguamanchica en su contra, reunió por su parte a sesenta mil guechas y acudió al encuentro de su adversario. Los dos ejércitos se encontraron por fin en los campos de Chocontá. Al poblado habían llegado poco antes las tropas del Zaque, que aprovecharon para descansar y abastecerse. El combate se prolongó por tres horas y fue particularmente sangriento. Al final de la batalla ganaron las tropas del Zipa, pero los líderes de ambos bandos murieron, aunque Saguamanchica alcanzó a ver la victoria de su ejército; a su muerte le sucedió su sobrino, Nemequene, que en ese momento era general de los ejércitos del Zipa.
3. Tercer Zipazgo
Nemequene, fue un Zipa de Bacatá que gobernó durante veinticuatro años, desde 1490 hasta su muerte en 1514. Fue considerado como el mayor legislador de los muiscas, después de Bochica. Creó una serie de normas legales, conocida como el Código de Nemequene, las cuales estuvieron vigentes hasta un tiempo después de la conquista española. Recién entronizado, Nemequene convocó a un concejo de Uzaques (nobles de sangre pura), para nombrar a su sobrino Tisquesusa, como príncipe heredero y general de los ejércitos. Nemequene confió a Tisquesusa el mando de cuarenta mil guechas (guerreros muiscas), con la misión de someter a los sutagaos, que al enterarse de la muerte de Saguamanchica se habían sublevado con el ánimo de recuperar su independencia y liberarse del yugo del Zipazgo. Encomendada esta misión, Nemequene se ocupó de reunir otro ejército para hacer frente a nuevas invasiones de los panches, quienes también se habían sublevado al enterarse de la muerte de Saguamanchica.
- Sometimiento de Zipaquirá
El cacique de Zipaquirá, alentado por los caciques de Guatavita y de Ubaté, decidió aprovechar las difíciles condiciones del comienzo del reinado de Nemequene para declararle la guerra al nuevo Zipa. Entre tanto Nemequene, enterado de la rebelión, decidió adelantarse a su enemigo y salirle al encuentro, al mando de dieciséis mil guechas. Los dos ejércitos se encontraron entre Chía y Cajicá, donde las tropas de Bacatá vencieron a las de Zipaquirá. De inmediato Nemequene regresó a Funza, capital del Zipazgo, donde entró al tiempo con Tisquesusa, quien volvía triunfante luego de haber vencido y sometido a los sutagaos.
- Sometimiento de los sutagaos
El príncipe heredero, Tisquesusa, había partido al mando de cuarenta mil guechas, con los que marchó por la senda entre Tibacuy y Pasca para atacar a los sutagaos, mientras, en otro frente, los enviados de Nemequene fortificaban y guarnicionaban las fronteras con los panches. El Cacique Fusagasugá, al enterarse de la cercanía de Tisquesusa, intentó huir, dejando a su ejército desorganizado; sin embargo, Tisquesusa lo capturó y lo ejecutó en el acto. Luego, dejó en Tibacuy una guarnición de guechas y partió para Bacatá con un inmenso botín.
- Sometimiento de Guatavita
Ante las continuas rebeliones de Guatavita, que se remontaban al reinado de Saguamanchica, Nemequene ideó una estratagema para lograr un sometimiento definitivo de ese rival. Guatavita era una región reconocida por poseer los mejores orfebres, por lo que de todas partes de la confederación Muisca se solicitaban los servicios de estos artesanos. Sin embargo, para evitar el despoblamiento, Guatavita tenía una política migratoria que consistía en que por cada artesano orfebre que enviara a otra región, el solicitante debía retribuir a Guatavita enviando a dos de sus habitantes. En vista de esto, Nemequene comenzó a solicitar, poco a poco, que le fueran enviados orfebres de Guatavita a Funza, pero en lugar de retribuir con habitantes comunes, enviaba guechas (guerreros muiscas) infiltrados. Para esto, Nemequene se ganó la complicidad del Cacique de Guasca, quien en principio era aliado de Guatavita. Cuando Nemequene consideró que en Guatavita había suficientes guechas suyos infiltrados, se dirigió con sigilo, acompañado por un pequeño ejército, y una noche, haciendo señas con fuego a los que estaban dentro del cercado de Guatavita (pues esta era la señal convenida), atacó el cercado desde fuera, mientras los guechas infiltrados atacaban desde el interior. Guatavita fue incendiada, su cacique fue asesinado, junto con su familia y buena parte de sus súbditos. Nemequene nombró a un hermano suyo como nuevo cacique de Guatavita y dejó allí una guarnición permanente.
- Sometimiento de Ubaque
Tras haber sometido a Guatavita, Nemequene marchó con su ejército contra Ubaque, cuyo asedio duró siete meses, durante los cuales hubo continuas batallas y escaramuzas. Al final, el cacique de Ubaque, preocupado por la penosa situación de su gente ante el hambre y las epidemias provocadas por el asedio, decidió rendirse y pactar la paz con el Zipa. El acuerdo consistió en el total sometimiento de Ubaque, el pago de tributos y el derecho del Zipa a realizar visitas de inspección cada vez que lo estimara conveniente. Además, el cacique de Ubaque cedió al Zipa a sus dos hijas más hermosas como esposas. Nemequene solamente tomó a la mayor, mientras que la menor la dio a su hermano, el nuevo Cacique de Guatavita. Luego estableció una guarnición permanente en Ubaque y se dispuso a regresar a Funza, cargado de un inmenso botín. En Funza se celebraron varios días de fiestas y sacrificios a los dioses, en agradecimiento por las continuas victorias del Zipa.
- Sometimiento de Ubaté, Simijaca y Susa
Los caciques de Ubaté, Simijaca y Susa se habían aliado para hacer frente común contra el Zipa. Sin embargo, no se habían puesto de acuerdo sobre quién de ellos lideraría la alianza, por lo que, cuando Nemequene partió para confrontarlos, éstos se encontraban en completo desacuerdo. En camino a Ubaté, las tropas del Zipa tenían que pasar por el boquerón de Tausa, donde el cacique de Ubaté les tenía preparada una emboscada. Sin embargo, Nemequene hizo pregonar que estaba dispuesto a darle muerte a todos los habitantes de Ubaté, sin perdonar la vida a nadie, por lo que éstos, presas del miedo, huyeron, dejando paso libre al Zipa, quien ocupó la población y obtuvo un cuantioso botín. De inmediato, Nemequene marchó contra Simijaca y Susa, a los que venció sin dificultad, fijando aquellas tierras como frontera con los muzos y anexándolas bajo la jurisdicción de Guatavita. Luego de dejar establecidas guarniciones militares, regresó a la Corte de Bacatá.
- Muerte del cacique de Guatavita y juicio del de Ubaque
Habiendo sabido el nuevo cacique de Guatavita, hermano de Nemequene, que el cacique de Ubaque poseía un gran tesoro, determinó arrebatárselo, para lo cual fue a Ubaque con el pretexto de realizar una visita de inspección, como el Zipa lo había ordenado. Una noche, descubrió el tesoro, que era custodiado por algunos guardias en un peñón junto a la laguna de Ubaque. Al enterarse el Cacique de que le robaban su tesoro, se apresuró con su ejército para sitiar al ladrón. El peñón fue rodeado, y el asedio duró cinco días, hasta que el cacique de Guatavita, desesperado por el hambre, mandó a los que le acompañaban a arrojar el tesoro a la laguna, y luego se abrió paso por entre los enemigos, resultando muerto, junto con los suyos, al ser acribillados con múltiples disparos de flechas.
El cacique de Ubaque, temeroso de que el Zipa tomara represalias por la muerte de su hermano, envió una comisión de embajadores a Nemequene con el mensaje de que le perdonase por lo ocurrido, al haber actuado en legítima defensa de sus bienes. Junto con los embajadores, envió multitud de esclavos cargados de presentes. El Zipa no recibió ninguno de los presentes, sino que mandó que regresasen con ellos a Ubaque, y luego escuchó atentamente el mensaje de los embajadores. Al final mandó comparecer en su presencia al cacique de Ubaque. Este se puso en camino hacia Funza, esta vez llevando como regalo a veinte de las más hermosas doncellas de su provincia, cien cargas de mantas de algodón y muchas más de esmeraldas, oro y plata. Al llegar el cacique de Ubaque a Funza, presentó los regalos que llevaba al Zipa, pero este sólo aceptó una manta por cortesía. Durante el juicio, el Cacique expuso sus razones, y Nemequene dio como veredicto el encierro del Cacique durante siete meses, luego de los cuales fue puesto en libertad y pudo volver a ejercer su cargo en Ubaque. Antes de irse de Funza, el cacique de Ubaque le insistió al Zipa que aceptara sus presentes, pero éste volvió a rechazarlos.
- Batalla de Las Vueltas
Una vez que el Zipazgo estuvo relativamente pacificado, Nemequeme convocó a un Concejo de Uzaques, a los que les expresó su deseo de declarar la guerra contra el Zaque Quemuenchatocha, sucesor de Michuá, pues consideraba una afrenta que el Zaque estuviera a su mismo nivel, y no sometido a su autoridad. Al enterarse del plan de invasión, el Zaque preparó un ejército de cincuenta mil guechas, de los cuales doce mil habían sido enviados por el Sumo Sacerdote de Iraca. Entre tanto, el ejército del Zipa fue organizado así: Zaquesazipa, hermano de Tisquesusa, comandaría la vanguardia del ejército; Tisquesusa iría a la retaguardia, mientras que Nemequene obraría como general en jefe. La batalla definitiva tuvo lugar en el sitio de "Las Vueltas", por donde corre un pequeño arroyo del mismo nombre, y fue sostenida por ambas partes desde el mediodía hasta casi entrada la noche. El ejército del Zipa ya contaba con la victoria, cuando Nemequene, entusiasmado por el ardor del combate, se lanzó al campo contrario, donde fue herido por un dardo en el pecho. La noticia se propagó rápidamente entre sus hombres, pero Zaquesazipa impidió la deserción, ordenando en cambio una retirada cuidadosa. El Zaque Quemuenchatocha regresó satisfecho a Hunza por no haber perdido territorio, mientras que Nemequene fue trasladado, durante cinco días y cinco noches, sin parar, hasta el palacio de Funza, donde fue atendido sin éxito por los chyquy (sacerdotes muiscas) y chamanes. A su muerte, fue sucedido por su sobrino Tisquesusa.
- Código de Nemequene
Fue un conjunto de leyes promulgadas por el cacique Nemequene, que contenía los castigos a los principales delitos, como el homicidio, la violación, el incesto, el sodomismo, y el robo. Además daba normas de conducta y de responsabilidad civil y military. Las principales fuentes de información sobre el Código de Nemequene fueron los cronistas españoles Juan de Castellanos (el primero que lo pone por escrito), Fray Pedro Simón y Lucas Fernández de Piedrahita. Buena parte de las normas establecidas por Nemequene permanecieron vigentes incluso después de la Conquista española. En 1676, el cronista Lucas Fernández de Piedrahita declaraba que los muiscas cumplían las normas del Código de Nemequene con tanta exactitud, que aún permanecían parcialmente vigentes, aunque con la imposición de las leyes españolas ya se estaban dejando en el olvido. Por este aporte, el zipa Nemequene fue considerado por los muiscas como el gran legislador después de Bochica.
4. Cuarto Zipazgo
Tisquesusa fue el ultimo Zipa de Bacatá según el orden tradicional de sucesión, y el penúltimo de facto. Gobernó durante veinticuatro años, desde 1514 hasta 1538; sucedió en el trono a su tío, Nemequene, y fue sucedido por su hermano Zaquesazipa. Tisquesusa es considerado el último Zipa legítimo, pues fue el último en ocupar el trono por vía de sucesión matrilineal, de tío a sobrino, como dictaba la tradición muisca. Durante su gobierno llegaron los españoles a la Confederación Muisca, al mando de Gonzalo Jiménez de Quesada.
A continuación se narran las principales batallas y evntos que tuvo que sortear:
- Marcha contra el Zacazgo
Tras la muerte de Nemequene, Tisquesusa fue a la Laguna Sagrada de Guatavita para cumplir con la ceremonia de entronización; después nombró a su hermano, Zaquesazipa, como general de los ejércitos. Zaquesazipa logró muy pronto someter al cacique de Ubaque, que se quería aliar con el Zaque. Al concluir la ceremonia de El Dorado, Tisquesusa se apresuró a unirse de nuevo a su hermano para emprender un ataque definitivo contra el Zaque Quemuenchatocha, puesto que había jurado vengar la muerte de Nemequene. El Zipa se puso a la cabeza de un ejército de sesenta mil guechas, con los que sometió a los caciques de Cucunubá, Tibirita y Garagoa. Después invadió Sutatenza, territorio del Zaque. A la vanguardia iba el cacique de Guasca, que había sido uno de los generales más ilustres del difunto Zipa Nemequene, y en la retaguardia iba Quixinimpaba, distinguido Uzaque y pariente cercano de Tisquesusa. Advertido el Zaque del ataque que contra él dirigía el nuevo Zipa, reorganizó rápidamente su ejército, al que agregó mercenarios traídos de Vélez, y se dirigió a Turmequé, para enfrentar allí a su adversario.
- Intervención del Iraca
Cuando los dos ejércitos estaban a punto de enfrentarse, llegó un embajador de Suamox (hoy Sogamoso), la tierra santa de los muiscas, con un mensaje del Iraca, el Sumo Sacerdote, al que se consideraba sucesor del legendario Bochica. El Iraca ordenaba a las dos partes pactar una tregua durante veinte lunas (cerca de dos años), mediante una considerable cantidad de oro que debía ser entregada por Quemuenchatocha a Tisquesusa.
- Sometimiento de Ubaté y Susa
Aceptada la tregua por ambas partes, Tisquesusa regresó a Bacatá, dejando a Zaquesazipa el mando sobre veinte mil guechas, con la misión de someter a los caciques de Ubaté y Susa, que se habían rebelado. En el camino, quiso Tisquesusa visitar a Furatena, la poderosa Cacica de los muzos, que era conocida por su sabiduría y hermosura, pero las noticias que le llevó un mensajero le hicieron suspender su viaje.
- Llegada de los españoles
El mensajero que interrumpió la marcha de Tisquesusa le dijo que había sido enviado por el cacique de Suesuca (hoy Suesca), el cual le mandaba a decir que unos extraños hombres de piel blanca y barbas largas, que disparaban truenos y traían consigo unos animales como dioses, nunca antes vistos, se dirigían a las inmediaciones de Nemocón. Algunos años antes, un sacerdote de Ubaque, llamado Popón, le había profetizado a Tisquesusa que moriría «ahogado en su propia sangre» a causa de unos extranjeros venidos de tierras lejanas. Esta profecía hizo que la primera reacción del Zipa, al enterarse de la llegada de los hombres blancos, fuera evitar su contacto a toda costa, a la vez que ordenó que un comando de espías le mantuviese al tanto de todo lo referente a los invasores.
- Zaquesazipa se enfrenta a los españoles
Entre tanto, el general Zaquesazipa se enfrentaba a los españoles, al mando de seiscientos de sus mejores guechas, creyendo que serían suficientes para derrotar a los pocos forasteros. La tropa de Zaquesazipa llegó al pie de la colina que divide Nemocón de Suesca, por el lado del Oriente, cuando ya Quesada había pasado con la vanguardia. En la retaguardia marchaban los españoles enfermos, escoltados por una guardia de caballería a la que atacaron los güechas de Zaquesazipa, llevando en sus espaldas las momias de los guerreros más valerosos que habían muerto en medio de combates, como tenían por costumbre. Los dardos, tiraderas y macanas de los muiscas no hicieron mucho daño a los españoles, que se defendieron hasta que llegaron los refuerzos pedidos a Quesada. Éstos arremetieron contra el escuadrón indígena, aprovechando sobre todo el pánico que causaban los caballos en los guerreros indígenas, causándoles una gran mortandad, hasta que los güechas que quedaban se vieron obligados a huir.
- Refugio del Zipa en Sumungotá
Por consejo de los que le acompañaban, Tisquesusa decidió refugiarse en la fortaleza militar de Sumungotá, también conocida como Busongote, situada a unos 2 kilómetros de Cajicá, al pie de la sierra. La fortaleza estaba rodeada por muros de anchos troncos y cañas entretejidas, de unos 5 metros de altura, cubiertos por un tupido toldo de algodón. La fortaleza medía cinco varas de ancho por dos mil de largo, y adentro había grandes edificaciones que servían como almacenes en los que se guardaban las armas, provisiones y pertrechos.
- Huida del Zipa de Sumungotá
No alcanzó Tisquesusa a instalarse en Sumungotá cuando un nuevo mensajero llegó con la noticia de que su hermano Zaquesazipa, había sido derrotado, aunque seguía con vida, pero los extranjeros, que habían llegado a Nemocón, se habían enterado ya del paradero del Zipa y ahora se dirigían hacia Sumungotá. Fue tal la premura de Tisquesusa ante esta noticia que decidió abandonar la fortaleza de inmediato, partiendo a pie, y no en andas, como era lo acostumbrado. Al día siguiente, los españoles llegaron a Sumungotá y se apoderaron de todas las provisiones que encontraron, incluyendo las andas del Zipa, que estaban hechas de madera fina enchapada en oro con abundantes incrustaciones de plata y esmeraldas. Los españoles estuvieron ocho días instalados en Sumungotá, adonde llegaron en procesión los habitantes de Cajicá, quienes quemaron moque (el incienso de los muiscas) y otras resinas frente a los españoles, pensando que se trataba de dioses, hijos del Sol. También depositaron los indígenas a los pies de los españoles ofrendas de oro, plata y esmeraldas, además de carne de venado y de algunas aves, y finas mantas de algodón. Después, prosiguiendo su camino, los españoles avanzaron hasta Chía.
- Llegada de los españoles a Chía
Chía era conocida como la Ciudad de la Luna y del Linaje de los Zipas. El cacique de Chía, llamado Chiayzaque, sobrino y legítimo sucesor de Tisquesusa, al enterarse de las noticias que llegaban sobre los extraños invasores, decidió huir con toda su Corte. Corrió el rumor de que el Cacique, antes de emprender la huida, escondió sus tesoros en los altos peñascos que hay al oriente del pueblo, en lo que hoy es Yerbabuena, aunque nunca pudieron hallarse. Los españoles llegaron a Chía en tiempo de Semana Santa. Allí recibieron a los embajadores de Suba y Tuna, quienes les ofrecieron mantas, oro y otros regalos, y expresaron tanta sumisión a los españoles, que desde entonces fueron sus mejores aliados entre los muiscas. El cacique de Suba le ofreció a Jiménez de Quesada hospedaje en su cercado, oferta que fue aceptada, puesto que Suba estaba en el camino hacia Funza, capital del Zipazgo.
- Llegada de los españoles a Suba
En Suba estuvieron los españoles ocho días, durante los cuales Jiménez de Quesada le envió continuos mensajes al Zipa, intentando, sin éxito, concertar un encuentro. El Zipa mandaba responder a estas peticiones diciendo que pronto permitiría el encuentro, y le enviaba a los españoles abundantes regalos de carne y mantas, mientras intentaba ganar tiempo, informándose del mayor número de datos sobre los invasores. Durante esos días, el Cacique de Suba enfermó repentinamente, probablemente de gripe, enfermedad desconocida hasta entonces en América, y murió luego de recibir el bautismo, siendo el primer muisca bautizado en la fe católica. Fray Domingo de las Casas, capellán de la expedición, fue el encargado de bautizar al Cacique.
- Desalojo de la población de Funza
Entre tanto, Tisquesusa había llegado apresuradamente a Funza, capital del Zipazgo de Bacatá, donde ordenó el total desalojo de la población para salvaguardarla de los peligros que pudieran sobrevenir con la llegada de los invasores. Todas las tygui (consortes) del Zipa, que eran más de cuatrocientas, fueron las primeras en abandonar la ciudad, y la Corte del Zipa partió hacia Facatativá. Diariamente, el Zipa recibía informes detallados de sus espías sobre los españoles, intentando comprender si se trataba de dioses o de hombres. Como los mensajes informaban que los extranjeros mostraban una desmesurada avidez por apoderarse de todo el oro que encontraban, Tisquesusa ordenó que sus tesoros fueran escondidos de inmediato, haciendo dar muerte a los encargados de esa labor para asegurar el secreto del escondite.
- Llegada de los españoles a Funza
Gonzalo Jiménez de Quesada, exasperado por las continuas dilaciones que ponía el Zipa en sus mensajes, y viendo que éste sólo quería postergar indefinidamente el encuentro, decidió marchar intempestivamente hacia Funza. En el camino los españoles fueron atacados en múltiples ocasiones por hombres fieles a Tisquesusa que, escondidos entre los pantanos, disparaban flechas y les tiraban piedras a los invasores. Además, como en aquel momento el río Bogotá estaba crecido por las lluvias de abril, tuvieron alguna dificultad en pasarlo. Cuando llegaron los españoles a la capital del Zipazgo, no encontraron a nadie, aunque se admiraron de la grandeza de las habitaciones del Zipa, en las que se alojaron. En la relación de los capitanes San Martín y Lebrija se cuenta que en la capital del Zipazgo había muchos templos, que todas las casas eran muy aseadas, ordenadas y amplias. El interior de las construcciones estaba revestido por cañizos de cordeles de múltiples colores que formaban figuras geométricas, de animales y antropomórficas. Una noche, algunos indígenas, probablemente enviados por Tisquesusa, atacaron Funza con flechas encendidas, y aunque los españoles lograron sofocar el incendio, muchas casas alcanzaron a derrumbarse. Habiendo capturado a algunos de los indígenas, éstos le dijeron a Quesada que el Zipa se escondía en Tenaguasá, adonde fueron los españoles con mucho sigilo, pero cuando llegaron, no hallaron a nadie.
- Expedición española de reconocimiento
Habiéndose instalado los españoles en Funza, mandó Quesada dos expediciones para el reconocimiento del territorio. Al capitán Céspedes lo envió en dirección sur, y al capitán de San Martín lo envió hacia el occidente. Cinco días después, llegó el capitán de San Martín, informando que, habiendo bajado la cordillera por el poniente, se había encontrado con los panches, que eran en extremo feroces y belicosos, y que no bastarían los soldados españoles para someterlos. Así se convencieron los españoles de que las noticias que los muiscas les habían dado sobre la ferocidad de los panches no eran exageradas. Entre tanto, el capitán Céspedes recorría el sur, resultando muy afectado por el intenso frío del Páramo de Sumapaz. Por esta parte halló amplios cultivos de papa y manadas de conejos, que nunca había visto tantos. Cuando llegó a Pasca, envió un mensajero a Quesada, informándole que quería atravesar el valle de los sutagaos, en Fusagasugá, para entrar en la tierra de los panches. De inmediato partió el capitán San Martín para reforzarlo, uniéndosele en Tibacuy, en donde hallaron un destacamento de guechas que componían la fuerza permanente del Zipa en la frontera con los panches.
- Expedición contra los panches
Los guechas de Tibacuy recibieron de buena gana a los españoles, sobre todo cuando se enteraron de que tenían la intención de combatir a los panches, acérrimos enemigos de los muiscas. Sin embargo, los guechas advirtieron a los españoles que los panches comían carne humana y bebían la sangre de sus enemigos. Hechas estas advertencias, partieron los españoles en la vanguardia y los muiscas en la retaguardia, atravesando la sierra que divide el valle de Fusagasugá de las vertientes de los ríos Pati y Apulo. Los españoles protegieron sus armaduras con otras hechas de planchas de algodón compacto, como las de los guerreros muiscas, para protegerse de los dardos envenenados de los panches. Con muchas dificultades lograron vencerlos, resultando heridos seis españoles y tres caballos.
- Los españoles parten hacia el Zacazgo
Después de que regresó la expedición contra los panches, llegaron a Funza unos indígenas cargados de abundantes esmeraldas, a los que Quesada les preguntó sobre el origen de aquellas piedras preciosas. Ellos le contestaron que las traían del nordeste. Entonces, como Quesada estaba desilusionado de no haber hallado el tesoro de Tisquesusa, decidió partir hacia la dirección que le habían indicado. Abandonaron los españoles Bacatá, atravesando Guasuca (actual Guasca), en donde fueron recibidos con veneración; continuaron hacia Guatavita y llegaron a Chocontá, frontera del Zipazgo con el Zacazgo. Allí preguntó Quesada por la morada del Zaque, pero aunque Chocontá era territorio del Zipa, no le quisieron decir nada sobre el paradero de Quemuenchatocha.
Llegados los españoles a Turmequé, Quesada encomendó a Pedro Fernández Valenzuela para que buscara las minas de esmeraldas; a los pocos días llegó Valenzuela con la noticia de que había hallado unas minas en Somondoco. Partieron entonces, pasando por Icabuco y el valle de Tenisuca (actual valle de Tensa). Hicieron alto en Garagoa mientras Quesada enviaba al capitán San Martín a traer noticias de los llanos, pensando que quizás serían tierras más ricas y pobladas que las de la cordillera. Diez días después, regresó el capitán con la noticia de que el paso hacia los llanos era impracticable por aquella parte; siguieron entonces el camino hacia el norte hasta que llegaron a Iza, donde se disponían a buscar un nuevo camino que los condujera hacia los llanos. Después de librar dura batalla contra el Cacique Tundama, y de derrotar al Zaque e invadir Suamox (hoy Sogamoso), decidieron los españoles volver a Bacatá.
- Regreso de los españoles a Bacatá
Una vez de regreso en Bacatá, a finales de 1537, Quesada se instaló de nuevo en el palacio del Zipa, en Funza, en donde hizo el repartimiento del botín recogido en las provincias del Zacazgo. El Quinto Real (la parte destinada a la Corona Española) fue de 40.000 pesos de oro fino, 562 esmeraldas grandes y una cantidad indeterminada de oro de baja ley. A cada soldado de infantería, Quesada le dio 20 pesos; a los de caballería les dio el doble; a los oficiales, el cuádruple; para sí mismo, tomó Quesada siete porciones, y nueve para el Adelantado Lugo, que Quesada tomó para sí luego de enterarse de la muerte de aquel. También se distribuyeron algunas gratificaciones entre quienes se habían distinguido por alguna hazaña en particular. Entre tanto, los partidarios del Zipa habían reanudado los ataques contra los españoles, hasta que éstos lograron capturar a algunos de los atacantes. En seguida los sometieron a tortura, a fin de que confesaran en dónde se escondía el Zipa. Todos murieron sin decir nada, pero el más joven de todos habló y confesó que el Zipa se escondía en el "Cercado de Piedra" de Facatativá (probablemente se trate del lugar conocido en la actualidad como las "Piedras del Tunjo").
- Muerte del Zipa
Quesada partió por la noche hacia Facatativá, acompañado por sus mejores hombres; finalmente, encontraron el campamento del Zipa y emprendieron el ataque de inmediato. Los guechas de Tisquesusa, sorprendidos por el inesperado ataque, lanzaron flechas encendidas contra los españoles para intentar darle tiempo de huir al Zipa, pero, por la confusión del momento, Tisquesusa salió a correr en medio de la oscuridad, entre los matorrales, hasta que el soldado Alonso Domínguez, sin saber que se trataba del Zipa, le atravesó el pecho con una espada. Al ver las ricas vestiduras y accesorios que llevaba, el Domínguez lo despojó de todo, dejándolo desnudo y agonizando, ahogado en su propia sangre. Al día siguiente, los servidores de Tisquesusa encontraron su cuerpo luego de ver gallinazos volando en el sector. Enseguida lo levantaron y se lo llevaron cuidadosamente, dándole sepultura en un lugar desconocido. Entre tanto, los españoles, furiosos por no haber hallado el tesoro de Tisquesusa, sino sólo algunas alhajas propias de la vestimenta diaria, una vasija de oro en la que el Zipa se lavaba las manos y muchos aprovisionamientos de comida, regresaron decepcionados a Funza, y sólo algunos días después se enteraron de que el Zipa había muerto aquella noche. Ante la debilidad de Chiayzaque, cacique de Chía y legítimo sucesor de Tisquesusa, Zaquesazipa asumió el mando del Zipazgo.
- La princesa Usaca
Tisquesusa tenía tres hijos: La princesa Machinza, que era la mayor, el príncipe Hama, y la princesa Usaca, la menor. Cuando el Zipa fue asesinado, los tres príncipes fueron conducidos por sus súbditos en secreto a un pequeño poblado del norte de la Sabana de Bogotá. Cuando los españoles se enteraron, emprendieron el asedio de aquel sitio, bajo el mando del capitán Juan María Cortés. Cuando llegaron, la princesa Usaca salió del cercado, dispuesta a enfrentarse a los españoles. La gran belleza y la actitud altiva de la princesa dejó hondamente impresionado al capitán Cortés, quien de inmediato ordenó detener el asedio. Poco después, el capitán Cortés y la princesa Usaca se casaron y residieron en aquel poblado, que desde entonces fue llamado Usaquén, en honor a la princesa, y que significa "Tierra del Sol". Fray Domingo de las Casas ofició la boda, y el territorio de Usaquén fue asignado como encomienda al capitán Cortés.
Bibliografía
- Uricoechea, Ezequiel (1871). Gramática de la lengua muisca - Introducción. París
- Hernández Rodríguez, Guillermo (1949). De los Chibchas a la Colonia y la República. Ediciones Paraninfo Bogotá.
- Restrepo, Vicente (1893). Los chibchas antes de la conquista española. Imprenta La Luz, Bogotá.
- Wikipedia, extractos e imágenes de los zipas
- Bohórquez Roa, Andrés Camilo: ilustraciones