Sunday, August 25, 2019

A Suesca Linda - canción

A continuación transcribo la letra de la canción que compuse en honor al municipio que me vio nacer: SUESCA

Orgullo sentimos los aquí nacidos,
rodeados de tierras fértiles y productivas,
en un ambiente saludable y gratificante, 
acompañados de historia, amigos y familia.

Los muiscas fueron tus primeros pobladores,
de quienes heredamos sus genes, tierras y valores;
y no obstante haber sido abatidos por los conquistadores,
aún llevamos su honra, su orgullo y su dignidad.

Luego vinieron nuevos pobladores, muchos aventureros,
algunos sembraron, muchos exploraron, otros construyeron,
y no obstante todos cosecharon, explotaron o utilizaron,
aún sigues incólume recibiendo nuevos huéspedes…

Eres muy rica en atractivos para todos los gustos y aficiones,
bien sean montañas, cuevas, pastizales, ríos o quebradas,
que atraen a los visitantes, y disfrutan habitantes o turistas,
confirmando tu hospitalidad, tu belleza y tu riqueza…

Somos ahora nosotros quienes nacimos, vivimos o visitamos,
a quienes nos corresponde aportarte algo en retorno,
para que así continúes con tus brazos abiertos,
acogiendo y beneficiando a quienes te buscan y desean.


La música de la canción fue compuesta e interpretada al violín, por mi nieto Alan Rafael Hickerson Palacios, quien ha desarrollado cariño por mi ciudad natal.

En el siguiente enlace se puede acceder a un video en YouTube, donde podrá ver la letra y escuchar la melodía, acompañada de imágenes de nuestro municipio.


Wednesday, July 24, 2019

Primer noviazgo de mi padre

A continuación una historia de la vida real, contada por uno de sus protagonistas en septiembre de 2006, cuatro meses antes de su fallecimiento. 

Los abuelos maternos de mi padre fueron Dámaso Sánchez y Carlota Castañeda. Ellos vivían en Suesca, en la vereda del Hatillo, pero luego se trasladaron todos a Chocontá y compraron tierras en la vereda de Saucío. Ellos tuvieron varios hijos: Rosario, Eulogia, Micaela, Maria, Cristina, Concepción, Ildefonsa, Eugenio, Juan, Antonio, y Marcos. María Sánchez se casó con Telésforo Lota, y tuvieron cuatro hijas: Rosa, Avelina, Teodosia y Ubaldina.



Mi padre, Rafael Agapito Palacios Sánchez, tanto por el parentezco como por la vecindad, se conoció con una de las hijas de su tía María Sánchez, y se gustaban mutuamente. Rafael Agapito tenía aproximadamente 25 años, y había trabajado varios años con el Ferrocarril. Establecieron entonces noviazgo, y ya estaban preparándose para contraer nupcias. Comenzaron comprando poco a poco el menaje doméstico, y Rafael Agapito visitaba a su novia con alguna frecuencia, ya que para esa época él tenía arrendada una pieza en un barrio del nordeste de Bogotá, cerca de la estación de la Sabana.

En alguna ocasión Rafael Agapito se encontraba en Chocontá de visita, y estaba tomando cerveza en una tienda con algunos amigos, cuando por coincidencia su tía María entró a dicha tienda. Rafael Agapito por atención a su tía y madre de su novia le ofreció cerveza. Después de tomar varias, Rafael Agapito fue a acompañarla a su casa en Saucío, que quedaba al otro lado del río frente a la de sus padres, con tan mala fortuna que al pasar el puente (en esa época consistía en dos troncos de árbol) se resbaló, y cayó al río. Rafael se lanzó al agua y como pudo la sacó a la orilla, y luego la acompañó hasta su casa.

La tía al día siguiente extrañó que no llevaba su bolsa en la que cargaba su dinero en el seno, y obviamente el primer sospechoso fue mi padre, porque fue quien la acompañó todo el camino, y además el que le había ofrecido cerveza, pudiéndose pensar que la había emborrachado para sacarle su dinero. Ante la sospecha, y como el dinero no apareció por ninguna parte, Rafael Agapito dejó de visitar a su novia.

Después de algunas semanas su tía María al tratar de sacar trigo de un bulto que mantenía en su casa, encontró la bolsa con el dinero, y algunos granos de trigo ya se habían nacido, dado que la bolsa estaba húmeda. Al parecer, la tía un tanto impactada por la caída al río y el efecto de las cervezas que había tomado, inconscientemente guardó su dinero dentro del bulto de trigo, antes de cambiarse de ropa y acostarse, pero no se acordaba.

Al recuperar su dinero, y caer en cuenta que Rafael Agapito no había vuelto, ella para desagraviarlo fue a Bogotá a localizarlo y disculparse, invitándolo a su casa. Fue así como mi padre al recuperar su honra y su tía su dinero, se restableció la amistad con un piquete familiar. Sin embargo, ya para esa época mi padre había conocido a mi madre en Suesca, y llevaban un tiempo tratándose; por lo tanto, la planeada boda no se realizó.

Friday, May 31, 2019

Orígenes de la familia Palacios-Sánchez

1. Introducción

En este escrito quisiera compartir con mis lectores, parte de los orígenes de mi familia por el lado paterno (Palacios-Sánchez), ya que he publicado aquí bastante sobre los orígenes de mi familia por el lado materno (Cortés-Guáqueta), y curiosamente ambos lados tienen raíces en Suesca, como veremos más adelante. Además el hecho de la vecindad geográfica con el municipio de Chocontá nos lleva a relacionar historias pasadas con personajes comunes en estos municipios hermanos. Para ello me basaré en la Memoria de los Abuelos, que publiqué en Marzo de 2007 con motivo del fallecimiento de mi padre (Rafael Agapito Palacios Sánchez q.e.p.d.).

2. Lugar: Saucío (Chocontá)

Mi padre (Rafael AgapitoPalacios-Sánchgez) me contaba que Saucío fue un punto geográfico importante, por hallarse allí el cruce la carretera central del norte con varios caminos rurales y de herradura que conducían a diferentes municipios: Suesca, Chocontá, Tunja, Machetá, Tibirita y el Valle de Tenza. También era sitio acostumbrado de descanso y provisión para promeseros que iban a pie o a lomo de mula a visitar a la Virgen del Amparo en Chinavita, Boyacá. Algunos acostumbraban llevar tiple y guitarra para amenizar la peregrinación.

Durante los años 50s y comienzos de los 60s Saucío tuvo un gran florecimiento por el proyecto de los silos que construyó la Licorera de Cundinamarca para almacenar y procesar papa, aprovechando que éste era el principal producto de la región, y previniendo las grandes fluctuaciones en el precio de la papa, que se daban debido a las variaciones climatológicas y el consiguiente resultado en las cosechas, las cuales determinaban la oferta. 

Por otra parte, en Saucío se desarrolló un proyecto de cooperativa comunitaria, iniciativa que surgió de las enseñanzas e investigaciones que sobre el tema cooperativo venía impulsando Orlando Fals Borda, Decano de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, en cuya fundación también participó el legendario sacerdote revolucionario Camilo Torres, quien después de ser capellán de la Universidad y profesor de dicha Facultad, se lanzó a la palestra política en busca de un movimiento social en Colombia.

Entre las viviendas de construcción más reciente está la construída por Rafael Agapito hace más de 50 años, en la cual se estableció una cooperativa que sirvió a los intereses de la comunidad. La Cooperativa se fundó con las contribuciones y acciones de los vecinos, para suplir las necesidades de los socios y de los habitantes de la región. A continuación una foto de dicha edificación tomada recientemente.


La Cooperativa resultó muy exitosa en sus primeros años, cuando la gerenciaba el señor Pablo Torres, quien fue uno de sus gestores, y quien también vivía en la zona de influencia. Desafortunadamente después de varios años de prosperidad, la cooperativa se acabó por la mala administración que hicieron los gerentes que sucedieron al señor Torres. 

En épocas más recientes la finca de Saucío fue sitio de reunión familiar donde se preparaban deliciosos piquetes, y los niños organizaban algún juego, o caminata, o subían a la montaña. Cuando había cosecha de papa, los niños jugaban a guerra de “mamones”, o si era de trigo, jugaban brincando y dando botes en el tamo. Cuando se cosechaba maíz, arveja o haba, se acostumbraban los piquetes que preparaba doña Petronila ayudada por alguna de sus hijas. Don Merardo no perdía la ocasión para tomarse una “picha” como le llamaba a la cerveza.


Entre las reuniones que más se recuerdan, está la del día cuando Rafael y Gloria Stella invitaron a sus dilectos amigos Pedro Sanabria, a su esposa Reina y a sus hijos a conocer Saucío. Fue hacia 1987. Para esa ocasión se le encargó a mi prima Fany la preparación de una asadura de cordero. Otro de los invitados fue Thomas, un estudiante Alemán que estaba hospedado en nuestro apartamento. Mi primo Aristides Mestizo (Tilito) retó a los presentes a subir a la montaña, pues él le daría un premio al que llegara primero. Luego de una larga caminata, el clima empezó a cambiar. Los conocedores empezaron a devolverse, pero Thomas, Pedro, Reina y sus hijos persistieron hasta llegar a la cima, no obstante un tremendo aguacero que cayó. Al regresar a la casa completamente empapados reclamaron su premio, pero Tilito les dijo que el premio era “la lavada”. 


A continuación se muestran dos fotos de reuniones familiares que se realizaron en este sitio de grata recordación. La primera fue en un cumpleaños mío, al frente del lugar de nacimiento de mi padre (Rafael Agapito), y la segunda en el sitio donde se acostumbraba hacer los piquetes, por quedar más privado y al pie de la carrilera. Allí había un espacio amplio para que jugaran los niños, y a la vez quedaba cerca del río. Lamentablemente hoy en día el río pasa completamente contaminado al recibir desechos industriales y sanitarios de los municipios de Villapinzón y Chocontá.

 

3. De donde provienen los apellidos Palacios-Sánchez

Investigando el origen del apellido Palacios, encontramos en la historia que éste proviene de España. En los registros históricos se encontró que hacia finales de los años 1500 existió Juan de Palacios, quien vivía en Villa de Barberena, Provincia de Burgos. Este apellido fue traído a América por José de Palacios Sojo y Ortiz de Zarate, quien habiendo nacido en Miranda del Ebro, se estableció y murió en Caracas, Venezuela, en 1703. 

La madre del Libertador Simón Bolívar, dona María Concepción Palacios, también llevaba este apellido. Ella provenía de los dos anteriores personajes, y se casó con el coronel Juan Vicente Bolívar. De esa unión nació Simón Bolívar Palacios en Caracas, el 24 de Julio de 1783. Curiosamente varios de los descendientes de los hermanos del Libertador también se casaron con personas de apellido Palacios.

En lo que respecta a nuestra familia, Luis Palacios, el primo mayor, nos contó alguna vez en Cali (ciudad donde vivía), que el apellido Palacios provenía de Venezuela. Así mismo, a Rafael Agapito le contaron que sus ancestros venían de Cúcuta, ciudad fronteriza con Venezuela, y que una epidemia en esa ciudad hizo migrar a su abuela Dominga y a una de sus primas hacia el interior del país. Por esto consideramos a Dominga Palacios la raíz de nuestra familia en Colombia. Dominga tuvo varios hijos: Reyes, madre de Luis; Fermín, quien tuvo varios hijos varones: Demetrio, Carlos, Fermín, Gustavo, Rubén, y tres hijas: Ana Elvia, Cruz y Oliva; Anastasio, quien tuvo tres hijas: Maria de Jesús, Josefa y Fidedigna; María, quien tuvo tres hijas: Encarnación, Casilda y Elvira; y Rafael I.

Rafael I tuvo un hijo antes de casarse (se llamaba Ricardo), y años más tarde se casó con Ildefonsa Sánchez, oriunda de Suesca, y se estableció en Saucío, vereda de Chocontá. De este matrimonio nacieron cuatro hijos: Pedro Alejandrino, Cruz, Felisa y Rafael Agapito. En la foto de la derecha aparece Rafael Palacios I con su primera nieta (Ana Julia).


    Pedro Alejandrino tuvo tres hijos con Ramona Heredia: Pedro, Julia y Aura. Luego se casó con Rita Chinome. Vivieron en el pueblo de Chocontá, y tuvieron tres hijos: Gabriel, Pedro Jr, y María. Pedro Heredia prestó su servicio militar en el Ejército de Colombia, y fue asignado al contingente de las Naciones Unidas en la Guerra de Corea.

·      La tía Cruz, quien seguía en edad a Pedro, después de vivir en Chocontá por un tiempo, se trasladó luego a Bogotá y vivió en una casa-lote que tuvo Rafael Agapitoen el barrio Los Cerezos, al noroccidente de la ciudad, cerca del barrio El Minuto de Dios. Allí vivió con su única hija Emilia, y su esposo Oliverio Moreno. Rafael Agapito fue padrino de bautizo de Emilia, y por esa razón él siempre trató de ayudarla cuando lo necesitó.

·      Seguía en edad la tía Felisa. Ella no se casó, y tenía su propia casa, en la cual habilitó y construyó pequeños apartamentos que le producían renta. Ella era pensionada del Ejército Nacional, entidad con la que trabajó muchos años como modista.

·      Rafael Agapito, quien se casó con mi madre, Benedicta Cortés Guáqueta, y tuvieron siete hijos: Luis Felipe, Rafael, María Benedicta (falleció de año y medio de edad), María Olga, Gloria Ester, Amparo, y Esperanza.

Por el lado materno de Rafael Agapito, o sea los familiares de apellido Sánchez, sabemos que sus abuelos fueron Dámaso Sánchez y Carlota Castañeda. Ellos vivían en Suesca, en la vereda del Hatillo, pero luego se trasladaron todos a Chocontá y compraron tierras en la vereda de Saucío. Ellos tuvieron varios hijos: Rosario, Eulogia, Micaela, Maria, Cristina, Concepción, Ildefonsa, Eugenio, Juan, Antonio, y Marcos.

·      Rosario Sánchez se casó con un señor de apellido Garzón, y tuvieron cuatro hijos: Pablo, Rosario, Natalio y Julio, quien vive actualmente en su casa en Saucío.

Eulogia Sánchez se casó con un señor de apellido Abril de la vereda de Manacá en el municipio de Chocontá, y tuvieron dos hijos: Pedro, el político como se le conocía, y Alfonso, dueño de la finca Los Arrayanes en Suesca. 

·      Micaela Sánchez tuvo varios hijos, entre ellos Gregorio, quien se casó con Casilda Palacios, prima de Rafael Agapito por el lado de su padre, y Carmelo. De ellos decía Rafael Agapito que tenía dos primos que eran pareja, pero ellos entre si no eran familiares, puesto que el uno provenía de la familia Palacios, y el otro de la familia Sánchez.

·      María Sánchez se casó con Telésforo Lota, y tuvieron cuatro hijas: Rosa, Avelina, Teodosia y Ubaldina. Curiosamente una de las hijas fue novia de mi padre, y planeaban casarse antes de su asignación por el Ferrocarril a la estación de Suesca.

·      Cristina Sánchez murió joven en Agua de Dios. Tuvo una hija, quien regresó curada de Agua de Dios, pero se cayó del tren y murió.

·      Concepción Sánchez fue la madrina de bautizo del Rafael Agapito, junto con su esposo Francisco Borbón; ellos no tuvieron hijos. 

·      Ildefonsa, quien se casó con Rafael Palacios I, y tuvieron cuatro hijos: Pedro Alejandrino, Cruz, Felisa y Rafael Agapito.

·      Eugenio Sánchez tuvo cinco hijos: Petronila, Lucila, Luis, Braulio, y Alfonso. Lucila se casó con Julio Garzón y tuvieron varios hijos; todos ellos viven en Bogotá. 

·      Juan Sánchez se casó con Rosario Garzón, hija de Rosario Sánchez tía de mi padre, y tuvieron un hijo llamado Juan, quien es el marido de Rosa (doña Rosita), quien fue arrendataria durante varios años de la casa que ocupaba la Cooperativa en Saucío. 

·      Antonio Sánchez tuvo dos hijos: Merardo, e Isaías, quien fue el padrino de confirmación de Rafael Agapito, mi padre. Merardo se casó con su prima Petronila Sánchez, y tuvieron seis hijos: Eva, Álvaro, Julia, Elsa, Maria Elena, y Manuel. 

Marcos Sánchez tuvo cinco hijos: Arturo, Arcadio, Aureliano, Dámaso, y Ana Tulia.  Marcos y su hijo Arturo colaboraron con Rafael Agapito en las minas de Suesca.

4. Infancia y juventud de los hijos del matrimonio Palacios-Sánchez

Rafael Agapito nació en Saucio, Chocontá, el 24 de Marzo de 1919. Recibió como primer nombre Rafael, por ser el de su padre, y como segundo nombre Agapito, por haber nacido el día de ese Santo, según el calendario Católico. Su padre era alto, rubio y de ojos azules; su madre era esbelta y de tez morena. El nació de tez blanca, como su padre, y cabello negro, como su madre.

La primera vivienda de este matrimonio estaba ubicada en Saucio, Chocontá, la cual aún se conserva, aunque reformada, y es parte del patrimonio familiar.  Originalmente su casa era de adobe y techos de paja.  Al morir su padre, el hijo mayor (Pedro Alejandrino) compró la parte de la herencia de cada uno de sus hermanos. Años más tarde, Rafael Agapito se la compró de nuevo a su hermano Pedro.  Esta finca fue originalmente la dote o herencia que Dámaso Sánchez dejó a su hija Ildefonsa. También le había dado en herencia a Juan, su otro hijo, un lote contiguo.



Rafael Agapito creció en el campo. Su hogar y su modo de vida eran netamente campesinos, en un ambiente sano y de vida sencilla, de trabajo arduo y obediencia a la voluntad paterna, siguiendo valores y principios católicos arraigados. Rafael Agapito solía narrar con entusiasmo y claridad muchos recuerdos de su niñez, aún el año anterior a su fallecimiento. Entre las muchas anécdotas que contaba, una era la de cómo el se entretenía con un perrito mascota que tenía: lo dejaba en el patio de la casa, y él se iba a la cima de la montaña que se aprecia en una foto siguiente. Cuando llegaba allí le silbaba, y el fiel compañero se iba a encontrarlo, llegando a la cima con la lengua afuera.

También contaba que él ayudaba a su padre en la agricultura, y hacía él mismo envueltos de maíz: cogía las mazorcas, las desgranaba, y molía el maíz.  Su padre solía llevarlo al mercado del pueblo, e iban con un buey. Mientras su padre realizaba las compras de los artículos que necesitaban y la venta de los artículos que cosechaban, Rafael Agapito se encargaba de cuidar al buey dándole pasto. Cuando ayudaba a sus padres le daban 1 ó 2 centavos, y él compraba choclos para jugar trompo o golosa; en esa época se pagaban las compras con choclos.

Rafael Agapito estudió primero con sus hermanas en una escuela de la vereda. La profesora era la señora Rosaura, quien más tarde se casó con don David Benavides, y construyeron el restaurante “El Sisga”, que quedaba justo al pie de la represa del mismo nombre, y era muy apropiado para atender al turista que llegaba a este lugar. Después, cursó un año en la escuela del pueblo en Chocontá, caminando a pie descalzo durante una hora. Tuvo allí un profesor muy bueno, aunque estricto, y castigaba con una férula. Cuando iba a la escuela del pueblo, lo que más temía era que le salieran al encuentro los perros de la hacienda de propiedad de don Juan Porras, que quedaba a la mitad del camino. En ese entonces él tenía unos diez años.

Cuando Rafael Agapito iba a donde su tía María Palacios, él ayudaba a moler la carne para preparar las empanadas, y acompañaba a sus primas a la estación del tren. La tía también preparaba carnes frías para surtir el tren y vender a los pasajeros.  Ella tenía un contrato con el señor Bernal, administrador del restaurante del tren. Allí le entregaban diariamente las viandas en un canasto, y él devolvía el canasto del día anterior ya vacío, luego de vender su contenido a los pasajeros. Rafael Agapito tenía en ese entonces unos 12 años de edad.

Las ocupaciones de su niñez y adolescencia eran básicamente ayudar a sus padres en los menesteres hogareños y del campo, y en los mandados que se ofrecían en el pueblo cuando no era día de hacer mercado. El domingo, día en que todos iban al pueblo para asistir a misa, él se ponía sus alpargatas. Normalmente él andaba descalzo, y solo se ponía alpargatas cuando iba a la escuela o a misa.

Alguna vez quiso hacer envueltos de maíz, y vió en una huerta vecina que había cosecha de maíz. Fue entonces a vender unos huevos de los que ponían las gallinas de su casa, para comprar el queso que le ponía a los envueltos, y luego, cuando fue a coger unas mazorcas de la huerta vecina, la dueña lo sorprendió, lo sujetó de una mano, y sin soltarlo llamó a su Papá gritando “don Rafaiiiilll, don Rafaiill!!!”, pues se encontraba bastante lejos. Él vino enseguida, y una vez enterado del asunto, de inmediato procedió a castigarlo con el cinturón. Mi padre se resintió mucho al ver así frustrado su empeño de preparar envueltos, y fue a refugiarse en casa de su tía María. Allí permaneció por tres días, al cabo de los cuales vino su papá a rescatar a su hijo menor.

Durante algún tiempo Rafael I fue designado Comisario de la Vereda de Saucío, por la Alcaldía de Chocontá. Este cargo era más de prestigio y de servicio a la comunidad, pues no tenía ningún sueldo. Él alquilaba los bueyes, pero en ocasiones rechazaba solicitudes cuando veía que quien los alquilaba los trataba mal o les hacía daño. Él le enseñó a Rafael Agapito a desyerbar (cuando la mata está pequeña), y a aporcar (cuando la mata es grande).

En alguna ocasión Rafael Agapito tuvo la oportunidad de conocer a su medio hermano Ricardo, en Chocontá, con quien tuvo un fugaz encuentro siendo él aún un muchacho. Su medio hermano lo invitó a comer piquete y a tomar chicha, y le regaló dos centavos. Por esto él se sintió especial, y les “hacia fieros” a sus hermanas por haberlo conocido y ellas nó. Cuando su hermano Pedro fue Jefe de Estación en el Puente de Boyacá, Rafael Agapito fue a visitarlo, y repasó con él en el sitio, la historia de la batalla del Puente de Boyacá. En otra oportunidad que visitó a su hermano, Rafael Agapito tenía unos 13 años y justo en esa ocasión nació Pedro Heredia, su primer sobrino. 

Mi padre también nos contaba que cuando iba a nacer Ana Julia, su segunda sobrina, el tío Pedro llevó a Ramona, su compañera, a la casa de sus padres, y le pidió a su madre que le ayudara a atenderla. Además contrató una partera que vivía cerca, en la vereda de Santa Rosita, Municipio de Suesca. Ella se mantenía siempre muy ocupada atendiendo partos; por esto había que prepararle chocolate, y al tomárselo quedaba dormida. Con razón mi padre alguna vez corrigió a Ana Julia cuando años más tarde ella vivía en nuestra casa, y estaba cantando la canción que dice: “yo nací en una rivera del Arauca vibrador, soy hermana de la espuma, de las garzas y del sol”, y él le dijo que no era así, pues él la había visto nacer en Saucío.

En su juventud mi padre solía ir a clases en la Iglesia del Pueblo, donde el cura párroco Padre Agustín Gutiérrez (conservador), enseñaba a leer y escribir, así como también las cuatro operaciones aritméticas, y conceptos técnicos de la agricultura; él tenía en ese entonces 16 años y aprendió rápido por el interés y la dedicación que le puso a las clases. En algunas clases también presentaban cine. Infortunadamente, algunas personas influyentes del pueblo interpretaron estas actividades como intervención en política, y desterraron al párroco, quien fue trasladado a Fómeque por la Curia, y cerraron la Iglesia por varios meses. Por consiguiente, durante este tiempo les tocó ir a pie a misa hasta el municipio vecino, Villapinzón.

En el pueblo de Chocontá vivían otros familiares, entre ellos la tía María, hermana de su papá, y sus hijas Encarnación, Casilda y Elvira. Como se dijo anteriormente, la tía tenía un contrato con la estación del ferrocarril para suministrar empanadas, almojábanas y otras viandas. En razón de la actividad económica que realizaban, ésta era una casa de abundancia, por lo cual a mi padre le gustaba ir, no solo por las delicias que allí probaba, sino también por el cariño que le prodigaban su tía, y sus primas, quienes para esa época eran ya señoritas.

En la foto de abajo, tomada en Abril de 2005, aparece Rafael Agapito con su prima Elvira Palacios de Restrepo, en la plaza principal de Usaquén, municipio anexado a Bogotá, D.C.



lldefonsa Sánchez, la madre de Rafael Agapito, fue muy trabajadora y dedicada a los oficios del hogar. Murió a temprana edad en 1938. En esa época no había acceso a un médico, y cuando se enfermó (se le quitó la voz) la atendieron sus hijas. Rafael Agapito quiso mucho a su madre, y a pesar de haber muerto cuando él tenia 18 años, nos decía cuánto la quería, y ya en su madurez decía que él daría todo lo que tenía si pudiera hacer que ella viviera de nuevo por lo menos un día. A continuación se muestra una foto del entierro de Ildefonsa Sánchez en el cementerio de Chocontá; en primer plano cerca del cajón aparecen su esposo Rafael I, y sus hijos Pedro Alejandrino, Cruz, Felisa y Rafael Agapito.




 5.     Dos hermanos trabajando en el Ferrocarril

Aproximadamente a finales de los años 20s se construyó el Ferrocarril del Nordeste,  atravesando la finca de los padres del Rafael Agapito, el cual transportaba carga y pasajeros entre Bogotá, Suesca y Chocontá, y de allí hacia Sogamoso. También el tren se conectaba con Nemocón; ésta es la única ruta que existe actualmente, pero con fines turísticos. 

Tal vez el hecho de ver pasar el tren todos los días, muy cerca de su casa, además de que era el principal medio de transporte de esa época, y el prestigio que tenían en ese entonces los ferroviarios, motivarían luego al Rafael Agapito a tomar esta profesión, seguido por el ejemplo y la ayuda de su hermano Pedro Alejandrino quien ya había ingresado como empleado de planta.

Rafael Agapito solía contarle a sus hijos acerca de su primer empleo en el Ferrocarril como Fogonero. Este empleo era de un arduo trabajo que él realizaba a conciencia, con gran dedicación y con gusto, lo cual le sirvió para ganarse la confianza y el respeto de sus compañeros y jefes, hasta permitirle ejercer prácticamente el puesto de maquinista. Esta experiencia también le sirvió como escuela de mecánica, de organización, y de responsabilidad.

Pedro Alejandrino fue quien ayudó al Rafael Agapito a que ingresara al Ferrocarril “para que tuviera mejor nivel de vida, y no andara con los obreros de las siembras tomando chicha”, según sus propias palabras. En ese entonces Rafael Agapito contaba con 18 años, y era prácticamente el mandadero de la casa. Entre tanto, Pedro Alejandrino era ayudante del señor Josué Matallana, ingeniero del Ferrocarril.

Rafael Agapito trabajó inicialmente como contratista para cargar y descargar góndolas de los trenes de carga. Su primer salario fue de 20 centavos por día de labor. Luego se vinculó como empleado de planta, y fue asignado al área de Locomoción. Su primera tarea consistió en la limpieza de la locomotora, en cuya labor conoció cada una de las partes y funcionamiento de la máquina.

Posteriormente Rafael Agapito fue designado Secretario de don Gabriel Casas, maquinista Jefe de Locomoción, y se convirtió en su empleado de confianza, al punto en que él era quien movía las máquinas en la estación de Bogotá, y se las entregaba a los maquinistas. También era el encargado de recibirlas y de ir a echarles agua, o de llevarlas al taller cuando requerían reparación, o llevarlas a echarles carbón a la estación del Nordeste, y de allí conducirlas a la Estación de la Sabana.

Contaba mi padre que estando en el Ferrocarril él acostumbraba tomar guarapo, pues valía la mitad del precio de la chicha. Tenía que economizar, pues el sueldo no le alcanzaba, ya que pagaba una pieza en arriendo, las comidas donde paraban, y además él con frecuencia les gastaba a sus compañeros. Una vez que fue de vacaciones a Buenaventura, aprovechando los pasajes que le daba gratis el Ferrocarril del Nordeste, le tocó pagar de todas maneras pasaje en bus entre Ibagué y Armenia, ya que en ese trayecto no había tren. De Armenia en adelante era otra empresa (Ferrocarril del Pacífico), y aunque no pagaba tiquetes si le tocaba gastarles a los maquinistas y fogoneros, pues cuando él se identificaba lo trataban como “compañerito”, sabían que iba de vacaciones, y que debía llevar dinero para gastar.

Tuvo allí grandes amigos, con quienes mantuvo amistad durante muchos años, aún después de retirarse de la empresa. Entre ellos, Carlos Julio Navarro, José Querubín Malagón, y Miguel Ángel Aragón. Con ellos compartió además de sus duras faenas, también piquetes y tomatas interminables, que luego daban para recordar chistosas anécdotas. Con los dos primeros se hizo compadre al servir de padrino de alguno de sus hijos.

Fue tan importante para Rafael Agapito su trabajo de maquinista, que aún en sus últimos años se soñaba manejando el tren y saludando a la gente al pasar. La siguiente foto tomada muchos años después de haber trabajado en el Ferrocarril, muestra a Rafael Agapito al pie de una máquina, al llegar a Nemocón en un paseo familiar, con su esposa Benedicta, sus hijas Gloria Esther y Esperanza, su nuera Gloria Stella y sus nietos Daniel, Sandra, y Ángela.