Saturday, August 29, 2020

Los procesos de paz en Colombia - Segunda parte

1994 - 2018 

1.     Período presidencial de Ernesto Samper: 1994-1998

En 1994 tuvo lugar la primera elección presidencial bajo la figura de dos vueltas aprobada por la Constitución de 1991. Debido a un cuasi empate en la primera vuelta con su contendor Andrés Pastrana, éste sólo pudo ganar en la segunda vuelta con un estrecho margen de 18.439 votos, lo cual de por sí genera siempre un clima de tensión política. A las pocas semanas de concluir las elecciones se descubrió que entre la primera y la segunda vuelta entraron millonarios recursos del Cartel de Cali a la campaña samperista; este hecho comprometió seriamente la  gobernabilidad del presidente recién elegido,  no obstante haber despertado grandes expectativas en amplios sectores progresistas del país, dado el programa de corte socialdemócrata anunciado en su campaña.

 

Samper pudo gozar al menos en el primer año de un clima favorable para avanzar en su plan de desarrollo denominado “El salto social”; alcanzó a crear la Oficina del Alto Comisionado para la Paz y se abrieron canales de comunicación con las FARC, el ELN y las disidencias del EPL y el M-19. Todo parecía bien enrumbado hasta que el escándalo que se llamó “Proceso 8.000” colmó el espacio político y mediático, entre julio de 1995 y junio de 1997. Samper, más que gobernar, debió dedicar la mayoría de su tiempo y de sus recursos de poder durante los dos años siguientes para sostenerse en el gobierno e impedir ser condenado.

 

De otra parte las relaciones tensas con la Casa Blanca vinieron a coincidir con la presidencia de Colombia del Movimiento de los Países No-Alineados (MPNA). El gobierno pensó que podía servir de mediador con regiones o países muy conflictivos en el ámbito internacional, y así podría suavizar sus relaciones con Washington, pero esto nunca se logró y el distanciamiento con los Estados Unidos agravó la debilidad del gobierno a lo largo de todo su mandato.

 

Lo máximo que logró el gobierno Samper en sus relaciones con la Casa Blanca fue una cooperación fragmentada, pues había ya un alto grado de entendimiento con la Policía Nacional y en particular con su director, el general Rosso José Serrano, pero a la vez le cerraba las puertas al resto del Gobierno, e incluso a las Fuerzas Militares. En el campo internacional, la administración Samper representó una gran paradoja, pues pese a que Colombia estaba ejerciendo dos cargos internacionales de gran importancia, como son la Secretaría de la OEA y la presidencia del MPNA, jamás un presidente había sido tan débil en la esfera global.

 

En noviembre de 1994 las FARC habían solicitado la desmilitarización del municipio de Uribe para llevar a cabo la primera reunión directa, pero cuando la desmilitarización iba a ser un hecho, el general Harold Bedoya Pizarro, comandante de las Fuerzas Militares, solicitó que se excluyera el casco urbano para evitar que las instalaciones militares fueran ocupadas por la guerrilla. Samper acogió la solicitud del general Bedoya, pero las FARC reaccionaron en un comunicado firmado el 23 de febrero de 1996, declarando al Gobierno como ilegítimo y llamando a conformar un nuevo gobierno. 

 

Las FARC despreciaron así durante cuatro años los mejores interlocutores que hubieran podido conseguir para avanzar en un acuerdo de reconciliación, y aprovecharon para dar un salto cualitativo en sus operaciones militares al pasar de la guerra de guerrillas a la guerra de movimientos, mediante la movilización de centenares de guerrilleros actuando de manera simultánea contra objetivos militares importantes. Además, las FARC comenzaron a tomar como rehenes, a miembros de la Fuerza Pública con el objetivo de intentar un intercambio con militantes de la guerrilla que estaban detenidos en cárceles estatales. El gobierno se negó al canje, pero aceptó el despeje que habían solicitado las FARC dos años atrás para obtener la entrega de 60 soldados y 10 infantes de marina retenidos.

 

El despeje del municipio de Uribe, el primero que se realizó en el país, tuvo una duración de un mes y abarcó 13.661 kilómetros cuadrados. El día de la entrega de los soldados, el Gobierno nacional recibió una comunicación de Manuel Marulanda solicitando el despeje de cinco municipios más para iniciar conversaciones con todas las fuerzas vivas de la nación y concluir el proceso en una Asamblea Nacional Constituyente.

 

En este mandato presidencial, una de las expresiones del activismo social creciente fue el voto a favor del Mandato Ciudadano por la Paz, el cual tuvo alrededor de 10 millones de votos a favor de la superación de la violencia. Unos meses después del éxito que tuvo esta campaña en las elecciones de 1997, en febrero del año siguiente se revivieron las conversaciones con el ELN, con la mediación del gobierno español, y se suscribió un preacuerdo en forma privada, pero todo se vino abajo debido a una filtración cuyo origen se desconoce; además, cinco días después de la firma del preacuerdo el 14 de febrero de 1998, murió de una hepatitis el cura Manuel Pérez, máximo líder del ELN, lo cual frustró por completo los intentos de negociación.

 

2.     Período presidencial de Andrés Pastrana: 1998-2002

 

La incidencia que tuvieron las FARC en los resultados electorales de 1998 a favor de Andrés Pastrana fue determinante para su triunfo. El candidato del Partido Liberal, Horacio Serpa, había aventajado al candidato conservador en la primera vuelta, con una diferencia de 33.729 votos. En la segunda vuelta Pastrana le ganó a Serpa con la bandera de la paz, al lograr un guiño de las FARC a favor de su candidatura. Al prestarse a esto, las FARC golpearon a Horacio Serpa, quien representaba la mejor garantía de paz por su trayectoria política e ideológica.

 

Pastrana entonces tomó la bandera de la paz como el eje central de su gobierno, jugándose por entero su prestigio y su capital político al apoyar este anhelo nacional; así lo demostró con el título de su plan de desarrollo, “Cambio para construir la paz”; si el proceso de paz fracasó durante su gobierno, no fue por falta de voluntad política del presidente. 

 

Paralelamente, el presidente Pastrana buscó en forma decidida, no solo restablecer las relaciones con Estados Unidos, sino también convertirlo en un socio clave para mejorar el orden público en el país, mediante el diseño e implementación del Plan Colombia, el cual contó con el apoyo entusiasta del presidente Bill Clinton.


 

En contraprestación, el gobierno nacional se comprometió a reducir el consumo de drogas a través de programas de prevención; a aumentar la eficiencia de las entidades nacionales dedicadas a la lucha contra el narcotráfico; a liderar acciones para desmantelar los carteles de la droga; a fortalecer la extradición; a erradicar los cultivos ilícitos; a mejorar la capacidad operativa de las Fuerzas Militares y de la Policía; y a perseguir el lavado de activos y el tráfico de armas. El 13 de junio del año 2000 se firmó el acuerdo bilateral denominado Plan Colombia, convirtiéndose así en uno de los principales receptores de ayuda militar de los Estados Unidos.



En su proceso de paz es importante destacar también la participación de Cuba; los primeros acercamientos entre Fidel Castro y Andrés Pastrana se dieron durante la conferencia celebrada en Durban (Sudafrica) en septiembre de 1998, en la cual Colombia entregó la presidencia de los Países No-Alineados a Nelson Mandela. En enero del año siguiente, Pastrana acompañado por una comitiva de 80 miembros incluyendo ocho ministros, viajó a Cuba para firmar algunos convenios, pero principalmente deseaba consolidar la participación de Cuba en el proceso de paz con las FARC.

 

Desafortunadamente, con la toma de Mitú, capital del departamento del Vaupés, el 1 de noviembre de 1998, que había sido concebida por las FARC como la evidencia definitiva de su creciente poder militar, se inició paradójicamente su declive. Mediante esta acción audaz, que implicó el desplazamiento de más de 1.500 guerrilleros por vía fluvial provenientes de varios departamentos, las FARC querían demostrar ante el mundo la existencia de un “doble poder” en Colombia, y por tanto podían reclamar su reconocimiento como fuerza beligerante. 

 

Tras los enfrentamientos en Mitú, tanto las FARC como las Fuerzas Militares vieron la necesidad de ganar tiempo. Por ello la “zona de distensión” les caía como anillo al dedo para reentrenar la tropa, preparar nuevos mandos y aprender nuevas técnicas militares con asesores externos. De otra parte el Plan Colombia permitió mejorar de manera sustancial algunos puntos débiles. Al final del período de Pastrana el Ejército contaba ya con 132.000 soldados, es decir un crecimiento del 60% del pie de fuerza, además del fortalecimiento y modernización de la Fuerza Aérea y de la infantería de marina. Estos cambios, más otros en distintos planos como el de comunicación, inteligencia, transporte, etc., le permitirían a la fuerza pública pasar de una actitud defensiva a una postura ofensiva años más tarde, bajo la presidencia de Alvaro Uribe.

 

Uno de los factores que más negativamente impactó la cohesión del Estado fue la zona de distensión y el retiro de las tropas de San Vicente del Caguán, ya que esta zona tiene un gran  valor estratégico porque allí convergen las vías que comunican importantes regiones del sur del país; además el municipio de Uribe colinda con el Parque Nacional de Sumapaz que controla el acceso a la cordillera oriental, y por ende permitiría cercar en el futuro a Bogotá. El origen del problema consistió en que no se definieron reglas claras sobre el uso de esa extensa area una vez desmilitarizada, y las FARC utilizaron este inmenso territorio (42.000 Km2) no solo para fortalecerse militarmente sino para llevar a cabo toda suerte de acciones criminales. Esto produjo el resquebrajamiento de la confianza entre el poder civil y las instituciones militares.

 

Como lo ha demostrado la experiencia, ningún presidente puede adelantar con éxito un proceso de paz si no cuenta con un Estado unificado, y con el respaldo de las Fuerzas Militares. Cabe señalar que las únicas autoridades que permanecieron en la zona de distensión fueron los cinco alcaldes electos, totalmente impotentes, pues no disponían de policías, ni de jueces, ni de fiscales. Este vacío del Estado trato de ser llenado por las FARC mediante una “oficina de quejas”, manejada por ellos mismos y subordinada enteramente a sus intereses. El despeje del área estaba previsto inicialmente con una duración de 90 días, pero fue prolongada en repetidas ocasiones sin ninguna contraprestación y sin ningún avance en la negociación. Como lo dijo un alto oficial, las FARC entraron al Caguán como guerrilla y salieron como ejército.

 

Gracias a la lucidez de Pastrana y de su ministro de Defensa, Rodrigo Lloreda, y de los generales Fernando Tapias y Jorge Enrique Mora, el Estado comenzó a reestructurar las Fuerzas Militares y de Policía, para el caso de que fracasaran las negociaciones de paz. Uno de los factores que más influyó en que las FARC utilizaran la zona de distensión no para avanzar hacia la paz, sino para prepararse para la toma del poder, fue la percepción de que la crisis económica que sufría el país agravaría al máximo las tensiones sociales y crearían a corto o mediano plazo un clima insurreccional. Por lo anterior, las FARC seguían apegadas al dogma marxista en cuanto a creer en que la crisis del capitalismo a nivel global era inevitable.

 

El 9 de octubre de 1998 el gobierno de Pastrana expidió una resolución en la que se declaraban abiertas las negociaciones con el ELN, y un decreto mediante el cual reconocía el carácter político de este grupo guerrillero. Adicionalmente, el Gobierno permitió la salida provisional de los líderes de las FARC llamados “Francisco Galán” y “Felipe Torres” de la cárcel de Itaguí. Lamentablemente el 18 de octubre de 1998 el Comando Cimarrones del ELN perpetró un atentado contra el oleoducto Central de Colombia que causó la tragedia de Machuca, en la cual murieron decenas de pobladores de esta pobrísima comunidad afrodescendiente. El clima favorable para las negociaciones, que ya había sufrido un traspié con la masacre de Machuca, se volvió a ensombrecer el 12 de abril de 1999 cuando un comando del ELN desvió un avión Fokker50 de Avianca lleno de pasajeros, y un mes más tarde otro comando secuestró a decenas de civiles en un claro atentado contra el Derecho Internacional Humanitario.

 

El ELN propuso como condición para continuar avanzando en las negociaciones de paz, una lucha frontal contra los grupos paramilitares, lo cual fue aceptado por el Gobierno que lanzó la Operación Bolívar. Esta operación militar afectó ciertamente a los paramilitares, pero también a los campesinos productores de hoja de coca, a las FARC, y finalmente al propio ELN, que temió perder el control de su santuario estratégico en la Serranía de San Lucas. Como el proceso de negociación entró en una serie de reuniones infructuosas, el presidente Pastrana decidió el 7 de agosto de 2001 dar por terminadas las conversaciones.

 

El principal error de Pastrana fue el haber concedido una “zona de distensión” de ese tamaño en un sitio tan estratégico, sin haber definido antes unas reglas de juego claras y precisas. Esta fue la consecuencia de haber hecho promesas desmedidas para ganar las elecciones, sin haber calculado los costos y riesgos a los que se exponía. Por su parte las FARC querían repetir la experiencia de la época de Belisario Betancur, en la cual el cese al fuego solo sirvió para que las FARC duplicaran sus frentes, dando un paso hacia el escalamiento de la guerra y no para lograr la paz como se quería.

 

Otro error fue el diseño de una agenda de negociación que abarcaba todos los temas divinos y humanos: un total de doce temas, 48 subtemas, confundía la agenda nacional con la agenda de negociación entre la guerrilla y el Estado. Las negociaciones se convirtieron en una serie interminable de discursos y discusiones, y después de tres años no se logró avanzar en la aprobación de ningún punto de esa agenda tan extensa. Las audiencias parecían más un muro de lamentaciones y una tribuna de denuncia pública, en lugar de ser un espacio organizado para la participación de la sociedad.

 

El proceso de negociación con las FARC resultó ser una gran paradoja, pues por un lado el prestigio del presidente se hundió en las encuestas de opinión debido a la ineptitud en el manejo de la zona de distensión, la ingenuidad e inexperiencia de los negociadores oficiales, y los excesos a los que llegaron las FARC. Como consecuencia la guerrilla no pudo salir de la zona de distensión hacia la toma de Bogotá, como preveía en su desbordante triunfalismo la cúpula guerrillera. La decisión del Gobierno de adelantar un amplio rediseño y fortalecimiento de las Fuerzas Armadas, condujo a que este grupo guerrillero saliera disminuído políticamente, y al cabo de poco tiempo saliera también disminuído en el plano militar. 

 

Para la historia, el presidente Pastrana quedará también como el presidente que dejó al descubierto a la guerrilla, logrando su condena internacional como grupo terrorista, mientras preparaba a la fuerza pública para enfrentar en mejores condiciones militares a la guerrilla. Por primera vez después de tres años el presidente “se amarró bien los pantalones” y anunció fuertes controles en el acceso a la zona de distensión, lo cual le generó muchos roces y tensiones con las FARC. Entonces el 9 de enero de 2002 el Gobierno de Pastrana decidió dar por terminadas las negociaciones, y comenzó a preparar el control militar de la zona de distensión.

 

El proceso de negociación que nació con graves defectos congénitos, terminó en forma lánguida. Según informó el excanciller Guillermo Fernández de Soto, las FARC habían perpetrado 117 atentados durante los 30 días anteriores a la ruptura definitiva de la zona de distensión. O sea que las FARC sacrificaron su legitimidad política, no solo frente a la opinión pública nacional sino también frente a la comunidad internacional, ya que los 15 países miembros de la Unión Europea incluyeron a las FARC en su lista de grupos terroristas en junio de 2002.

 

3.     Períodos presidenciales de Alvaro Uribe: 2002-2010

 

Con casi seis millones de electores y un 54.5% de los votos depositados, Alvaro Urbe doblegó con suficiencia al candidato liberal Horacio Serpa. Esta elección fue atípica, ya que fue la primera vez que un candidato disidente obtenía la Presidencia de la República derrotando al candidato oficial de uno de los dos partidos tradicionales. Podría decirse que el triunfo de Uribe fue un resultado del fracaso de las conversaciones de paz en la zona de distension, o sea que el país votó no tanto por Uribe, sino en contra de las FARC.

 

En septiembre de 2002 el presidente Bush dio a conocer la nueva política de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, sustentada en la necesidad de desencadenar una lucha global y sin cuartel contra el terrorismo. En Colombia el presidente Uribe no tardó en acoger esta política, e hizo todo lo posible para demostrar que la violencia en nuestro país formaba parte de esa lucha global, para lo cual declaró que aquí no había un conflicto armado interno, sino una lucha contra organizaciones terroristas que desafiaban un régimen democrático. Si en el contexto global esta posición favorecía el discurso de Uribe, en el contexto latinoamericano fue siendo cada día más adversa, ya que su gobierno terminó sufriendo un grave aislamiento regional. Por esa razón el bombardeo al campamento de Raul Reyes en territorio ecuatoriano el 1 de marzo de 2008 fue un motivo para incrementar estas tensiones, e incluso condujo a la ruptura de relaciones diplomáticas con Ecuador, Venezuela y Nicaragua, y a un agrietamiento de las relaciones bilaterales con Brasil.

 

En el 2005 el Congreso aprobó la Ley de Justicia y Paz, que pretendía crear un marco jurídico para la desmovilización de los grupos armados ilegales, tanto las AUC como los grupos guerrilleros; es de resaltar que la Corte enfatizó que quienes se acogieran a la ley deberían cumplir a cabalidad las condiciones que ésta establecía, como son: la confesión total de los delitos, la reparación y la verdad, y no volver a delinquir. Como consecuencia de este marco jurídico se produjo la desmovilización colectiva de los bloques y frentes de las AUC, y cobijó a 31, 671 combatientes y miembros de las redes de apoyo logístico, quienes hicieron entrega de 18.051 armas.




 

Es de destacar que muchos funcionarios del Estado colombiano sacrificaron su vida, sufrieron atentados o amenazas, o debieron exiliarse a raiz de su enfrentamiento con los grupos paramilitares. Fue un proceso de diálogo franco y a veces fuerte, y las conversaciones se rompieron más de una vez. Al final el proceso de negociación entre el gobierno y las autodefensas terminó de una manera abrupta, ya que los principales jefes fueron a dar a la cárcel, y después algunos fueron extraditados al reincidir en el delito.

 

Uno de los efectos que tuvo la desmovilización y las confesiones de los miembros der las AUC fue el escándalo de la parapolítica, que consistió en las denuncias y condenas contra miembros de la clase política a diferentes niveles, que hicieron alianzas con esa organización criminal para obtener beneficios políticos o económicos. Algunos, mediante pactos con jefes paramilitares obtuvieron el aval y por lo tanto los votos de las regiones en que estos grupos paramilitares operaban; en otros casos algunos miembros de la clase política, gracias a la presión de las AUC, lograron desviar fondos públicos para sus campañas electorales; otros se beneficiaron al acumular bienes y tierras despojados a la población campesina; también se beneficiaron algunos empresarios y comerciantes que se apropiaron bienes de manera ilegal. 

 

Según el exembajador de Estados Unidos, Myles Frechette, desde mediados de los años noventa ya los agregados militares de su país hablaban de la práctica del “body counting”, dado que la promoción de los oficiales dependía de esta medida, y se produjeron muchos excesos para lograr avances en la carrera militar. Años después se pudo comprobar que hubo un fraude gigantesco, ya que los resultados estaban inflados y encubrían a muchos civiles en esta mortal contabilidad.

 

La Ley de Justicia y Paz introdujo en Colombia el modelo de justicia transicional que había permitido el tránsito de la dictadura a la democracia en Chile, y el fin del aberrante sistema del Apartheid en Sudáfrica. Sus ejes fundamentales son tres: poner a la víctima y sus derechos como el núcleo central del nuevo sistema, y no al procesado; buscar un equilibrio entre el derecho a la justicia y el derecho a la paz; y generar un impacto profundo en la sociedad mediante procesos de reconciliación y perdón.

 

En agosto de 2004 el ELN planteó en un comunicado los cinco obstáculos que estaban afectando la solución negociada al conflicto armado, entre los cuales uno era la falsa negociación del Gobierno con los paramilitares; según el ELN nunca existió una guerra entre ellos, sino cooperación. Luego de una reunión en La Habana en febrero de 2006, el presidente Uribe tomó la decisión de levantar las órdenes de captura contra Antonio García, Ramiro Vargas y Francisco Galán, y concederles el reconocimiento como interlocutores oficiales del ELN, por lo cual podían viajar libremente tanto en Colombia como en el exterior.

 

Por su parte las FARC pasaron de un auge militar a mediados de los años noventa, a una derrota estratégica pocos años más tarde. Una de las razones fue el resultado del fortalecimiento del Estado y la modernización de las Fuerzas Militares, gracias al Plan Colombia. Tal vez la mayor expresión del creciente aislamiento de las FARC en el plano político y social fue la marcha celebrada el 4 de febrero de 2008, denominada “un millón de voces contra las FARC”. Excepto en algunos sectores muy restringidos en el campo y en la ciudad, las FARC comenzaban el nuevo siglo en medio de la más impresionante manifestación de rechazo. 

 

Uno de los puntos sobresalientes del gobierno de Uribe fue la “operación jaque” que se realizó el 2 de julio de 2008, mediante la cual se logró la liberación de la candidata presidencial Ingrid Betancourt después de siete años en cautiverio, de tres contratistas estadounidenses, y once policías y militares secuestrados, lo cual constituyó un golpe mortal para la imagen interna  e internacional de las FARC, y además debilitó su capacidad de negociación.


 

4.     Períodos presidenciales de Juan Manuel Santos: 2010-2018

 

En la elección presidencial de 2010 el candidato del “Partido de la U” (Partido Social de Unidad Nacional), Juan Manuel Santos, obtuvo 6’802.043 votos en la primera vuelta (o sea el 46.7%), no obstante hubo otros candidatos de peso, como Antanas Mockus del Partido Verde, quien obtuvo 3’134.222 votos; Germán Vargas Lleras del Partido Cambio Radical, con 1’473.627 votos; Gustavo Petro del Polo Democrático Alternativo, con 1’331.267 votos; Nohemí Sanín del Partido Conservador, con 893.819 votos; y Rafael Pardo del Partido Liberal, con 638.302 votos. Al no poder obtener la mayoría más uno de los sufragios totales, fue necesaria una segunda vuelta. En tres semanas Juan Manuel Santos logró consolidar una amplia coalición política que le permitió ganar con el 70% de los votos en la segunda vuelta. La alta votación y la coalición que se conformó en torno a su nombre le posibilitaron a Santos iniciar su gobierno con el respaldo de amplias mayorías parlamentarias: 80% del Senado y 87% de la Cámara de Representantes. 

 

Bajo esta premisa de fortaleza política, Santos decidió intentar una vez más la paz mediante un proceso de negociación con los grupos guerrilleros. No era una tarea fácil, debido al desprestigio de este tema en la opinión pública, luego de las negociaciones frustradas en el Caguán. En su discurso de posesión el 7 de agosto de 2010 manifestó: “La puerta del diálogo no está cerrada con llave. Yo aspiro durante mi gobierno, a sembrar las bases de una verdadera reconciliación entre los colombianos”. Sin embargo, a pesar de las sólidas mayorías políticas que tuvo Santos en los inicios de su primer mandato, lentamente el apoyo político se fue deshaciendo, en particular debido a la ruptura con el expresidente Uribe, argumentando que Santos había sido elegido con su apoyo y sus votos, pero éste se había alejado del programa acordado. 

 

La normalización de las relaciones diplomáticas con las naciones vecinas redujo sustancialmente las muestras de simpatía hacia los grupos guerrilleros. En ese entonces hubo un cambio de dirección en el péndulo político a favor de los gobiernos de derecha en Argentina, Brasil, Paraguay y Honduras. A esto se añadió el fin de la “Guerra fría” con la reapertura de las relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana. Por lo tanto el sueño de las FARC, de lograr su reconocimiento como grupo beligerante, se fue evaporando con el paso del tiempo. 

 

Juan Manuel Santos había sido ministro de Defensa de Uribe en la época más desastrosa militarmente para las FARC, ni más ni menos que en la época en la cual perdieron el aura de invencibilidad con la “operación jaque”. Además, en septiembre de 2010 había muerto tras un intenso bombardeo aéreo el jefe militar de la organización, el Mono Jojoy, y el 4 de noviembre de 2011 Cano murió en un cerco militar. El nuevo comandante de las FARC, Timochenko, accedió a mantener los canales de comunicación y avanzar en una fase exploratoria hacia la definición eventual de una mesa de negociaciones. El primer paso para abrir los canales de comunicación fue el reconocimiento de la existencia de un conflicto armado interno en el país (no de una simple “amenza terrorista” como afirmaba el gobierno anterior), y reconocerle un carácetr político a los grupos guerrilleros. 

 


Los procesos de paz por lo general son jalonados por dos posturas extremas: quienes exigen que todo lo que se hable y acuerde sea de inmediato comunicado a la opinión pública; de otra parte quienes insisten en el valor de las negociaciones discretas. Lo sabio parece ser una combinación de información y prudencia: un exceso de comunicación puede dar al traste con las negociaciones, y un exceso de celo puede generar malestar, aprehensión y desconfianza en la opinión pública. La combinación de negociaciones reservadas y la redacción periódica de comunicados firmados por ambas partes constituyeron el mecanismo más acertado.

 

En la firma del “Acuerdo general” en La Habana el 26 de Agosto de 2012, uno de los logros más importante fue haber podido pasar de esa agenda nacional, desmesurada e innegociable, a una agenda acotada y realista. De esta manera el Gobierno y las FARC lograron el 24 de agosto de 2016, cerrar las negociaciones con la suscripción del “Acuerdo final” para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Debido a una decisión del presidente de la República, a pesar de tener las facultades constitucionales para su refrendación directa, se convocó a un plebiscito el 2 de octubre siguiente. La papeleta constaba de una sola pregunta: “Apoya el acuerdo final para la terminación del conflicto y construcción de una paz estable y duradera?”; y contra todos los pronósticos, el No se impuso con el 50.2%, o sea con una diferencia de un poco más de 50.000 votos.



Hubo numerosos factores coyunturales: una campaña sistemática de mentiras y generación de miedo (como el riesgo de un futuro gobierno “castro-chavista”); un texto largo y de difícil lectura y asimilación; la exigencia al elector de votar a favor de la totalidad del texto, así tuviese objeciones sobre algunos puntos específicos; la tendenciosa campaña sobre algunos aspectos del Acuerdo que supuestamente atentaban contra los valores familiares; la manipulación de las redes sociales; la conversión tendenciosa de un plebiscito por la paz en un plebiscito sobre el Gobierno, el cual fue utilizado para movilizar a sectores descontentos con las políticas del gobierno. Lo más preocupante del resultado fue la sensación de que el país se hallaba partido en dos y que el esfuerzo de paz se había desvanecido.

 

A pesar de la derrota, y de manera sorpresiva, el Gobierno tomó la decisión audaz de escuchar a los principales líderes del No y exigirles a las FARC que aceptaran llevar a cabo un ajuste al documento firmado. En sesiones de trabajo extenuantes el equipo gubernamental recogió más de 400 modificaciones al texto del Acuerdo y las discutió con las FARC en La Habana. Luego, de manera súbita el Gobierno anunció que ya se había llegado a un acuerdo final definitivo. Este acuerdo modificado fue refrendado por vía parlamentaria, gracias a las sólidas mayorías de la coalición del gobierno.

 

Dada la complejidad de este tipo de negociación, es necesario un período de tiempo suficiente para construir confianza y madurar los acuerdos finales; pero, por otra parte, la prolongación excesiva de las conversaciones puede terminar conspirando contra su éxito. Por ello es conveniente definir un calendario con las etapas y los objetivos esperados, los cuales deben ser de conocimiento público. Sin embargo, las FARC reiteraron que se oponían a lo que llamaban una “negociación express”, lo cual llevó a una negociación a dos velocidades: el Gobierno con el pie en el acelerador y las FARC con el pie en el freno. Sin duda, la negociación tan extensa fue uno de los rasgos más negativos.

 

Referencias

- Cambiar el Futuro, Eduardo Pizarro, Debate, 2017

- La batalla por la paz, Juan Manuel Santos, Editorial Planeta, 2019

- Wikipedia, especialmente en las ilustraciones 

Wednesday, August 19, 2020

Los procesos de paz en Colombia - Primera parte

1978-1994

Introducción

 

Colombia ha sido prolija en el surgimiento de diferentes movimientos y grupos guerrilleros, y a la vez fue pionera en la salida negociada de conflictos armados en América Latina, pero también es el último país en sufrir la violencia política, no obstante hemos invertido cuantiosos recursos humanos y económicos durante más de 40 años buscando la paz. Es cierto que en el caso de las FARC se trata de uno de los procesos de paz más extensos, complejos y extenuantes del mundo, y a pesar de que el Acuerdo de Paz se firmó el 24 de noviembre de 2016, y fue refrendado por el Congreso de la República, el país y su gente aún vive con incertidumbre de si la paz se logró o no. 

 

Analizando los inicios de los procesos de paz en Colombia, en 1981 se creó la primera Comisión de Paz bajo la administración del presidente Julio César Turbay, que fue encabezada por el expresidente Carlos Lleras. Belisario Betancur, quien reemplazó en la presidencia a Turbay Ayala en 1982, quiso mantener viva la llama de la paz y para ello revivió la Comisión de Paz del gobierno anterior, aunque lo que normalmente sucede es que cada nuevo presidente señala que su antecesor fracasó, y por tanto es necesario recomenzar de nuevo, lo cual explica en gran medida el atraso en nuestro país. 

 

También es de tener en cuenta que el caso colombiano resultó no sólo prolongado sino también  parcelado, ya que fue emprendido individualmente con cada grupo guerrillero, y en forma escalonada en el tiempo. Esto ha implicado diferencias en los procesos de paz que se han adelantado, y en los resultados que se han obtenido, aunque también hubo un efecto positivo al permitir el desescalamiento del conflicto armado; el efecto negativo es la mezcla de postconflictos parciales y la persistencia de la lucha armada con los grupos renuentes, lo cual ha extendido por décadas la guerra interna en el país. 

 

Los invito entonces a que analicemos las principales gestiones por la paz, que los últimos ocho presidentes adelantaron en el curso de cuatro décadas:

 

1.     Período presidencial de Julio César Turbay: 1978-1982

 

Aún cuando los procesos de paz propiamente dichos se iniciaron en Colombia durante el gobierno de Belisario Betancur, las primeras semillas se sembraron durante el gobierno de Julio César Turbay, cuando se incrementaron las actividades guerrilleras por parte de las FARC, el EPL y el ELN. Veamos suscintamente cuatro eventos sucedidos en la transición del gobierno de Alfonso López Michelsen al gobierno de Turbay Ayala que cambiaron radicalmente el curso de la historia colombiana:

 

a) Paro cívico del 14 de septiembre: En agosto de 1977, las cuatro confederaciones sindicales del país (CTC, UTC, CGT y CSTC) anunciaron la realización de una huelga general para protestar contra la situación económica y social del país. Tras el éxito alcanzado en el paro impulsaron la creación de un Consejo Nacional Sindical (CNS) para negociar conjuntamente con el gobierno los acuerdos alcanzados. La guerrilla interpretó estos paros locales, y finalmente el nacional, como la antesala de la revolución, ya que había evidencias de que estaban madurando tanto las condiciones objetivas como subjetivas necesarias para llevar a cabo una insurrección general.

 

b)    Estatuto de Seguridad: Por su parte el Gobierno y las Fuerzas Militares interpretaron esta movilización sindical y social como el preludio de una insurrección generalizada. En este clima de temores e incertidumbres, el presidente de ese entonces, Alfonso López Michelsen, recibió una carta pública firmada por los 33 generales y almirantes activos que conformaban el alto mando militar, en la que proponían duras medidas para el manejo del orden público, pero como faltaban pocos meses para terminar su mandato, él se negó a aplicarlas. El sucesor de López, Turbay Ayala, sí tomó en consideración la desafiante carta, y tan solo un mes después de su posesión, expidió el Decreto 1923 del 6 de septiembre de 1978, más conocido como el Estatuto de Seguridad, bajo el amparo del estado de sitio. Mediante dicho Estatuto se limitaron las libertades de expresión y de movilización, y se aplicó el Código Penal Militar sobre los civiles. 

 

c)  Nacimiento y auge del M-19: En 1978, año en que Turbay asumió el poder, América Latina estaba bajo el control de gobiernos militares (en 13 de los 19 países). Con base en el Estatuto de Seguridad, y mediante la aplicación del artículo 28 de la Constitución Nacional vigente, miles y miles de personas fueron detenidas en forma arbitraria, y muchos de ellos fueron sometidos a torturas en instalaciones militares. 

 

d)    Emergencia de las mafias de la droga: El ingreso de Colombia al mercado mundial de la cocaína introdujo de lleno al país en la “guerrra contra las drogas”, al ser declaradas como el enemigo público número 1 de la nación.



Al comienzo de su mandato, Turbay se encontró con un entorno internacional adverso dada la presencia de Jimmy Carter en la presidencia de Estados Unidos, la cual iba en total contravía con las modalidades de manejo del orden público adoptadas en Colombia; Carter por su parte puso como eje de su gobierno el respeto a los derechos humanos y el aislamiento de los regímenes dictatoriales. Sin embargo, a comienzos de 1981 comenzó a gobernar Ronald Reagan en Estados Unidos, quien impulsó una “revolución conservadora”. El presidente Turbay, quien había tenido una larga trayectoria en el campo diplomático, logró acomodarse a los dos mandatarios estadounidenses que tuvo durante su período, a pesar de que tenían políticas diametralmente opuestas. El cambio de orientación en las políticas de los Estados Unidos le cayó como anillo al dedo a Turbay, ya que le permitió buscar apoyo en Washington para enfrentar el agravamiento del orden público interno, y luego el incremento en el tráfico de drogas.

 

El 27 de febrero de 1980 un comando del M-19 bajo la conducción de Rosemberg Pabón se tomó la Embajada de la República Dominicana en Bogotá, tomando como rehenes a decenas de miembros del cuerpo diplomático, incluídos 16 embajadores entre los cuales estaban los de Estados Unidos, Uruguay, México, Israel y otras importantes naciones; por lo tanto fue un acontecimiento de impacto mundial. Turbay Ayala, a pesar de la dureza de su gobierno, era una persona flexible y con capacidad de negociación, y logró una solución negociada a la toma de la Embajada. Dos meses más tarde, el 25 de abril, secuestrados y secuestradores viajaron a Cuba, tras llegar a un acuerdo con el Gobierno; por su parte el comandante del M-19, Jaime Bateman, había comunicado sus exigencias durante la toma de la Embajada, que consistían en el levantamiento del estado de sitio, el cese al fuego bilateral, una amnistía general y sin condiciones, y el inicio de un diálogo nacional. Estas propuestas impactaron a la opinión pública y se convirtieron en la agenda pública nacional.


 

El año siguiente, tras la brutal respuesta de las Fuerzas Armadas al robo de más de cinco mil armas en el Cantón Norte de Bogotá, el M-19 estaba prácticamente desmantelado, y muy pocos de sus líderes se encontraban aún libres. Esto llevó al Gobierno a pensar que era posible ofrecerle al M-19 una “salida digna”, que Turbay concibió como una capitulación, pensando que habían sido derrotados. Dentro de esta concepción, el gobierno de Turbay Ayala promovió la primera ley de amnistía en la historia reciente del país; fue la Ley 37 del 23 de marzo de 1981 en la cual el Congreso de la República aprobó una amnistía condicional para los alzados en armas autores de delitos politicos y conexos, exceptuando el secuestro, la extorsión y el homicidio fuera de combate. La Ley fue rechazada de manera enfática y con un total desdén por parte del M-19.

 

No obstante el M-19, a pesar de encontarse casi desmantelado, ganó la partida, pues tenía una imagen favorable ante la opinión pública, mientras que el gobierno de Turbay terminaba su mandato con una baja favorabilidad. Sorpresivamente, a escasos dos meses del final de su mandato, Turbay Ayala levantó el estado de sitio el 9 de junio de 1982, dejando sin vigencia el Estatuto de Seguridad. 

 

2.     Período presidencial de Belisario Betancur: 1982-1986

 

Belisario Betancur Cuartas fue elegido presidente gracias a la división que se presentó en el liberalismo, que era el Partido mayoritario al sumar los 2’797,786 votos obtenidos por el candidato oficial de ese partido, Alfonso López Michelsen, y los 746,024 votos obtenidos por Luis Carlos Galán Sarmiento en nombre del Nuevo Liberalismo; Betancur, con los 3’189,587 votos que alcanzó hubiese sido derrotado por un liberalismo unificado. Estos resultados fueron un primer indicio de debilidad, ya que el conservatismo se mantenía subdividido, por un lado estaban los ospino-pastranistas, y por otro lado los laureanistas liderados por Alvaro Gómez, grupos que actuaban como dos partidos distintos.

 

Belisario Betancur, situó la política de paz como el eje de su gobierno, y la apertura democrática como su complemento necesario. El nuevo mandatario manifestó en su discurso de posesión: “levanto una bandera blanca de paz para ofrecerla a todos mis compatriotas. Tiendo mi mano a los alzados en armas para que se incorporen al ejercicio pleno de sus derechos…”

 

La decisión que había tomado su antecesor al final de su mandato de levantar el estado de sitio, fue muy importante para Belisario Betancur, pues le permitió adelantar su iniciativa de paz y una amplia reforma política, sin las restricciones del Estatuto de Seguridad.  Para impulsar su propuesta de paz, el presidente Betancur conformó una Comisión de Paz Asesora del Gobierno Nacional, compuesta inicialmente por cuarenta personalidades provenientes de los partidos politicos en todos sus matices, la empresa privada, los medios de comunicación y las organizaciones sociales, para apoyar los esfuerzos gubernamentales tendientes a la incorporación de los actores armados a la vida civil y el desarollo de las zonas afectadas por la violencia.

 

Además, concedió una amplia y generosa amnistía mediante la Ley 35 de 1982. Esta fue una concesión gratuita sin que hubiese habido una contraprestación negociada previamente con los grupos guerrilleros beneficiados, principalmente el M-19 y las FARC. Belisario Betancur obtuvo mucho reconocimiento por ese acto generoso, recibiendo los aplausos de los sectores comprometidos con la paz. Sin embargo, quien resultó afectado por esta medida fue el M-19, a pesar de la liberación de 834 miembros de su organización gracias a la amnistía, pues sintió que Betancur les había arrebatado las banderas que habían levantado desde la toma de la Embajada de la República Dominicana, cuando estaba tomando la iniciativa política.

 

En la política exterior el nuevo mandatario buscó distanciarse de la política tradicional de alinearse con las políticas de Washington. Para ello su gobierno solicitó la incorporación de Colombia como miembro pleno del Movimiento de Países No-Alineados (MPNA). Además propició la activa participación del país en los procesos tendientes a lograr la paz en Centroamérica, promovió salidas multilaterales a los problemas de la deuda externa de América Latina, y cambió el clima de confrontación por uno de normalización en las relaciones con Nicaragua y Cuba.

 

Las fuerzas militares fueron uno de los principales obstáculos que tuvo que enfrentar para el éxito de los esfuerzos de paz de su gobierno. Una de las fuentes del malestar de las Fuerzas Armadas con el gobierno de Betancur fue el informe del Procurador General de la Nación, Carlos Jiménez, presentado el 4 de febrero de 1983 y en el cual se vinculaba a 59 miembros de las Fuerzas Militares en servicio activo con la organización criminal MAS (Muerte a Secuestradores) que habían creado las mafias de la droga. El propio Belisario Betancur reconoció años más tarde que la ausencia de las Fuerzas Militares en el proceso de paz constituyó una grave deficiencia, pues los acuerdos se convirtieron en letra muerta, lo cual hizo fracasar en parte el proceso general de reconciliación.

 

Las FARC fue el primer grupo guerrillero que respondió de manera audaz a la convocatoria para unas negociaciones de paz, mostrándose dispuesta para adelantar conversaciones con el gobierno. Después de varias reuniones en la llamada Casa Verde en el municipio de Uribe (Meta), el 28 de mayo de 1984 se firmó el Acuerdo de La Uribe, el cual por diversas circunstancias no condujo a la paz con este grupo guerrillero. Tras la firma del acuerdo de tregua y el inicio de las negociaciones de paz, las FARC comenzaron a desarrollar dos procesos simultáneos que a la postre resultaron incompatibles: por una parte la creación de un movimiento político denominado Unión Patriótica (UP), y por otra un proceso de desdoblamiento de los frentes guerrilleros tendiente a copar todo el territorio nacional. En efecto, las FARC pasaron de 27 a 48 frentes durante el gobierno de Betancur.

 

Dicho movimiento politico logró en las elecciones de 1986 la mayor votación jamás alcanzada por la izquierda: más de 320,000 votos, cinco senadores, nueve representantes a la Cámara, 14 diputados y 351 concejales. Estos resultados llevaron al Consejo Nacional Electoral a reconocerle el estatus jurídico como partido legalmente constituído, con plenos derechos, garantías y protección.

 

No es posible dudar del compromiso personal del presidente Belisario Betancur con la paz; fue sin duda, la principal bandera de su gobierno. Sin embargo, al cabo de los cuatro años de su mandato, lo único que continuaba en pie era el cese del fuego bilateral con las FARC, hábilmente aprovechado por este grupo armado para fortalecerse en el plano militar y político. Es decir, era una tregua para la continuación de la guerra y no para construir la paz; o sea que el sueño de la paz no se había alcanzado. Podría decirse que el punto de quiebre de la administración Betancur fue el asesinato del Ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, el 30 de abril de 1984, ya que a partir de entonces el deterioro de las negociaciones de paz fue continuo, hasta llegar a una ruptura total cuando se produjo la toma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985.

 

3.     Período presidencial de Virgilio Barco: 1986-1990

 

Virgilio Barco Vargas ganó las elecciones presidenciales de 1986 con 4’214.510 votos, logrando un amplio margen sobre su principal oponente, el líder conservador Alvaro Gómez, quien obtuvo 2’588.050 sufragios. Barco obtuvo el 58.3% de la votación total, mientras que su principal adversario alcanzó el 35.8%. La contundencia del triunfo de Barco en las urnas, le dió al nuevo mandatario recursos de poder sin los cuales, difícilmente, hubiera podido sortear uno de los períodos más convulsionados de nuestra historia en el que el respetado profesor y juez penal, Jaime Pardo Leal, presidente de la Unión Patriótica, fue asesinado, así como otros tres precandidatos presidenciales: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro.

 

Virgilio Barco logró llevar a cabo el primer proceso de paz exitoso, tanto en Colombia como en América Latina, con un grupo guerrillero posrevolución cubana: el M-19. De otra parte, el nuevo mandatario quiso terminar de manera definitiva con los gobiernos compartidos por los dos partidos, y dar inicio a lo que se denominó el esquema gobierno-oposición. Durante su gobierno adelantó un programa reformista que mostró muy bien su personalidad, ya que además de ser un tecnócrata reconocido, también era un político de tendencias avanzadas.

 

Barco consideraba que se debían adelantar ajustes profundos en la metodología utilizada por su antecesor en las negociaciones con los grupos guerrilleros, y al mismo tiempo consideraba que era indispensable aumentar la acción militar. Durante su campaña, Virgilio Barco como candidato criticó severamente la política de paz de Betancur y señaló que durante su mandato él mismo iba a asumir la dirección del proceso, en clara referencia al papel ambiguo que desempeñaron las comisiones de paz y de verificación, en las cuales faltó el liderazgo del presidente. La nueva orientación política mostró un distanciamiento creciente entre la perspectiva del Gobierno y la visión de las FARC; el Gobierno creía que la tregua bilateral indefinida, sin que hubiese una clara decisión de desmovilización de la guerrilla en el horizonte, sólo conducía a que ésta continuara ampliando sus frentes guerrilleros, y con ello su capacidad militar y su presencia territorial.

 

Para el gobierno de Barco, las FARC nunca fueron el interlocutor priviliegiado como lo fueron en el gobierno anterior; su administración buscó restarle protagonismo a la guerrilla al disminuir la importancia del diálogo y la negociación directa. La respuesta de las FARC fue la de intentar apropiarse de los proyectos del PNR, argumentando que este gasto social no era una dádiva de las autoridades sino un producto de sus exigencias.

 

Curiosamente el primer tratado de extradición bilateral que existió entre los Estados Unidos y Colombia fue firmado en 1979 por el entonces embajador en Washington Virgilio Barco, durante el gobierno de Turbay Ayala, y aunque fue ratificado por el Congreso de la República mediante la Ley 27 de 1980, éste solamente se empezó a aplicar tras el asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara, en mayo de 1985. Sin embargo, cuando Barco quiso aplicarla en diciembre de 1986, ésta fue declarada inexequible por la Corte Suprema, aduciendo vicios de forma. 

 

Ante una respuesta vacilante del Gobierno a su oferta de paz, el M-19 tomó la decisión de secuestrar al dirigente conservador Alvaro Gómez el 29 de mayo de 1988, con el objeto de forzar una negociación. El secuestro desató una gran movilización nacional a favor de la liberación del líder conservador. Como consecuencia, se firmó un acuerdo de tregua entre el Comisionado de Paz, Rafael Pardo, y el Comandante del M-19, Carlos Pizarro, el 10 de enero de 1989 en las montañas del Cauca. Este secuestro condenable provocó una reunión en la Nunciatura Apostólica de Panamá el 14 de julio de 1988, la cual condujo a la liberación de Gómez y a la creación de una Comisión de Convivencia Democrática



El Gobierno, desbordado por la violencia y en medio de una escalada de las acciones guerrilleras aceptó estudiar las recomendaciones emanadas de la Cumbre por la Paz y de la Comisión de Convivencia Democrática. La más importante lección que había dejado el gobierno de Betancur era la necesidad de una solución negociada con la propia guerrilla; así el 10 de enero de 1989 se anunció públicamente el inicio de las negociaciones de paz con el M-19. 

 

Unos meses más tarde fue asesinado Luis Carlos Galán; una semana después un amplio sector proveniente de las universidades públicas y privadas organizó una marcha por las calles de Bogotá hasta la tumba de Galán en el Cementerio Central. La movilización se constituyó en el germen de un amplio movimiento estudiantil denominado “Todavía podemos salvar a Colombia”, que luego se transformó en “Movimiento por la séptima papeleta”, fundamental para que se aprobara la convocatoria de una Asamblea Constituyente en 1991.

 

El 9 de marzo de 1990 los líderes del M-19, Carlos Pizarro y Antonio Navarro, se encontraron en la Casa de Nariño con el presidente Virgilio Barco, en presencia del gabinete, los voceros de los partidos y de la Iglesia, para firmar un nuevo acuerdo politico, en el cual el gobierno se comprometía a promover un plebiscito, impulsar una circunscripción electoral especial para la paz, apoyar la reincorporación de los exguerrilleros a través del Fondo para la Paz, e incentivar a los partidos de gobierno para que acataran los términos del acuerdo.

 

El M-19 se desmovilizó el 9 de marzo de 1990 y creó un nuevo movimiento político denominado Acción Democrática M-19; como reconocimiento a su incorporación a la vida democrática recibió una masiva votación en las elecciones de ese año. Lamentablemente, al mes siguiente Carlos Pizarro fue asesinado por grupos paramilitares, en asocio con agentes del Estado.

 

4.     Período presidencial de César Gaviria: 1990-1994

 

César Gaviria, quien recibió las banderas del Nuevo Liberalismo al morir asesinado Luis Carlos Galán, fue elegido presidente en 1990, y le correspondió continuar los esfuerzos hacia la paz y la modernización política que había iniciado Virgilio Barco. Gaviria, quien había sido Ministro de Gobierno en el período anterior, heredó un proceso en el que él había participado, en el cual se logró la desmovilización e incepción a la lucha política del M-19. 

 

Su primera decisión fue mantener el equipo y el modelo de negociación que estaba dando resultados. Fue así como en enero de 1991 se logró entrar en la fase final de la negociación entre el EPL y el gobierno nacional, luego de la firma de un preacuerdo de paz, y el 1 de marzo del año siguiente todos los combatientes del EPL entregaron sus armas ante la Asamblea Nacional Constituyente, que había sido convocada y conformada gracias a la séptima papeleta introducida en las elecciones de 1990. 

 

El PRT (Movimiento Revolucionario de los Trabajadores), había nacido en 1982 impulsado por la Tendencia Marxista-Leninista-Maoísta (TMLM) y tenía una postura radical, pero con ocasión de la Asamblea Nacional Constituyente cambió a una posición reformista, y fue el segundo grupo guerrillero después del M-19 que hizo tránsito a la política. Cuando el M-19 terminó su proceso, la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB) hizo que se agruparan el EPL, el Quintín Lame y el PRT; estos tres grupos guerrilleros se reunieron con Rafael Pardo Rueda, Consejero de Seguridad Nacional, e iniciaron un proceso de paz. El Acuerdo Final fue firmado el 25 de enero de 1991, en presencia del Consejero de Paz Jesús Antonio Bejarano y de Antonio Navarro Wolf, máximo dirigente de la AD M-19 en calidad de testigo. 



 

Al final de dicho proceso el PRT pudo participar en la ANAC con un delegado en cabeza de su máximo dirigente, José Matías Ortiz, quien fue su único dirigente durante los nueve años de existencia de ese movimiento. Las orientaciones del Partido Comunista dadas al EPL en el orden militar fueron de que el movimiento guerrillero debía desarrollar iniciativas de diálogo y cese al fuego, sin renunciar a mantener un plan militar.

 

El EPL (Ejército Popular de Liberación) era el brazo armado del Partido Comunista, y hacia 1989 el Comité Central del Partido consideró que el EPL debía desarrollar iniciativas de diálogo y cese al fuego, sin renunciar a mantener un plan militar, es decir que utilizara las negociaciones de paz como recurso táctico. Al finalizar las negociaciones con el gobierno en enero de 1991, el EPL convocó a una conferencia de combatientes en el departamento de Córdoba para ultimar detalles acerca del desarme y del acuerdo final; al terminar la reunión se eligieron los dos delegados que se les permitió dentro de la ANAC. Por su parte el Gobierno aprobó la creación de la Fundación Progresar para impulsar los programas de reinserción y capacitación de los excombatientes. El Acuerdo Final se firmó en Bogotá el 15 de febrero de 1991.

 

En cuanto al MAQL (Movimiento Armado Quintín Lame), las actividades que los condujo a la firma del acuerdo de paz en 1991 comenzaron en julio de 1988 con una propuesta de paz que incluía la desmilitarización de las zonas indígenas y campesinas en el Cauca, pero la negociación propiamente dicha tan solo pudo arrancar a mediados de 1990, llegándose a un acuerdo final en mayo de 1991, el cual se firmó en el municipio de Caldono (Cauca). Las bases de dicho Acuerdo, fueron básicamente las mismas que se tuvieron con el PRT y el EPL, pero contenía además los temas referentes a las comunidades indígenas y sus derechos. La dejación de armas se realizó en dicho municipio, el 31 de mayo de 1991.



 

El MAQL participó con un delegado en la Asamblea Constituyente: Alfonso Peña Chepe, hermano del último comandante de la organización indígena; su participación, junto con la de los dos constituyentes indígenas elegidos por votación popular, Lorenzo Muelas y Francisco Rojas Birry, fueron claves para los importantes logros que se obtuvieron en beneficio de las comunidades indígenas en la ANAC. Tras la desmovilización del Quintín Lame, surgió la Alianza Social Indígena como fuerza política que aún se mantiene en el escenario nacional, donde participa en el debate político de los grandes temas del país.

 

Entre septiembre y noviembre de 1990 se organizaron Mesas Preparatorias para la Constituyente, para escuchar porpuestas provenientes de todo el país, alcanzándose un total aproximado de 150.000 propuestas ciudadanas. Se inscribieron un total de 116 listas de candidatos y 788 aspirantes, para un total de 70 escaños; dada su composición en la que participaron todos los grupos y movimientos políticos, a la nueva Constitución se le consideró un auténtico “pacto de paz”. Pero las esperanzas que despertó la nueva Constitución, así como los tres acuerdos de paz que se lograron, no duraron mucho pues las FARC y el ELN, movimientos que estuvieron ausentes en la ANAC, incrementaron sus acciones militares, ante lo cual los grupos paramilitares empezaron a aparecer en todo el territorio nacional.


Referencias


- Cambiar el Futuro, Eduardo Pizarro, Debate, 2017

- Wikipedia, especialmente en las ilustraciones