Friday, May 31, 2019

Orígenes de la familia Palacios-Sánchez

1. Introducción

En este escrito quisiera compartir con mis lectores, parte de los orígenes de mi familia por el lado paterno (Palacios-Sánchez), ya que he publicado aquí bastante sobre los orígenes de mi familia por el lado materno (Cortés-Guáqueta), y curiosamente ambos lados tienen raíces en Suesca, como veremos más adelante. Además el hecho de la vecindad geográfica con el municipio de Chocontá nos lleva a relacionar historias pasadas con personajes comunes en estos municipios hermanos. Para ello me basaré en la Memoria de los Abuelos, que publiqué en Marzo de 2007 con motivo del fallecimiento de mi padre (Rafael Agapito Palacios Sánchez q.e.p.d.).

2. Lugar: Saucío (Chocontá)

Mi padre (Rafael AgapitoPalacios-Sánchgez) me contaba que Saucío fue un punto geográfico importante, por hallarse allí el cruce la carretera central del norte con varios caminos rurales y de herradura que conducían a diferentes municipios: Suesca, Chocontá, Tunja, Machetá, Tibirita y el Valle de Tenza. También era sitio acostumbrado de descanso y provisión para promeseros que iban a pie o a lomo de mula a visitar a la Virgen del Amparo en Chinavita, Boyacá. Algunos acostumbraban llevar tiple y guitarra para amenizar la peregrinación.

Durante los años 50s y comienzos de los 60s Saucío tuvo un gran florecimiento por el proyecto de los silos que construyó la Licorera de Cundinamarca para almacenar y procesar papa, aprovechando que éste era el principal producto de la región, y previniendo las grandes fluctuaciones en el precio de la papa, que se daban debido a las variaciones climatológicas y el consiguiente resultado en las cosechas, las cuales determinaban la oferta. 

Por otra parte, en Saucío se desarrolló un proyecto de cooperativa comunitaria, iniciativa que surgió de las enseñanzas e investigaciones que sobre el tema cooperativo venía impulsando Orlando Fals Borda, Decano de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, en cuya fundación también participó el legendario sacerdote revolucionario Camilo Torres, quien después de ser capellán de la Universidad y profesor de dicha Facultad, se lanzó a la palestra política en busca de un movimiento social en Colombia.

Entre las viviendas de construcción más reciente está la construída por Rafael Agapito hace más de 50 años, en la cual se estableció una cooperativa que sirvió a los intereses de la comunidad. La Cooperativa se fundó con las contribuciones y acciones de los vecinos, para suplir las necesidades de los socios y de los habitantes de la región. A continuación una foto de dicha edificación tomada recientemente.


La Cooperativa resultó muy exitosa en sus primeros años, cuando la gerenciaba el señor Pablo Torres, quien fue uno de sus gestores, y quien también vivía en la zona de influencia. Desafortunadamente después de varios años de prosperidad, la cooperativa se acabó por la mala administración que hicieron los gerentes que sucedieron al señor Torres. 

En épocas más recientes la finca de Saucío fue sitio de reunión familiar donde se preparaban deliciosos piquetes, y los niños organizaban algún juego, o caminata, o subían a la montaña. Cuando había cosecha de papa, los niños jugaban a guerra de “mamones”, o si era de trigo, jugaban brincando y dando botes en el tamo. Cuando se cosechaba maíz, arveja o haba, se acostumbraban los piquetes que preparaba doña Petronila ayudada por alguna de sus hijas. Don Merardo no perdía la ocasión para tomarse una “picha” como le llamaba a la cerveza.


Entre las reuniones que más se recuerdan, está la del día cuando Rafael y Gloria Stella invitaron a sus dilectos amigos Pedro Sanabria, a su esposa Reina y a sus hijos a conocer Saucío. Fue hacia 1987. Para esa ocasión se le encargó a mi prima Fany la preparación de una asadura de cordero. Otro de los invitados fue Thomas, un estudiante Alemán que estaba hospedado en nuestro apartamento. Mi primo Aristides Mestizo (Tilito) retó a los presentes a subir a la montaña, pues él le daría un premio al que llegara primero. Luego de una larga caminata, el clima empezó a cambiar. Los conocedores empezaron a devolverse, pero Thomas, Pedro, Reina y sus hijos persistieron hasta llegar a la cima, no obstante un tremendo aguacero que cayó. Al regresar a la casa completamente empapados reclamaron su premio, pero Tilito les dijo que el premio era “la lavada”. 


A continuación se muestran dos fotos de reuniones familiares que se realizaron en este sitio de grata recordación. La primera fue en un cumpleaños mío, al frente del lugar de nacimiento de mi padre (Rafael Agapito), y la segunda en el sitio donde se acostumbraba hacer los piquetes, por quedar más privado y al pie de la carrilera. Allí había un espacio amplio para que jugaran los niños, y a la vez quedaba cerca del río. Lamentablemente hoy en día el río pasa completamente contaminado al recibir desechos industriales y sanitarios de los municipios de Villapinzón y Chocontá.

 

3. De donde provienen los apellidos Palacios-Sánchez

Investigando el origen del apellido Palacios, encontramos en la historia que éste proviene de España. En los registros históricos se encontró que hacia finales de los años 1500 existió Juan de Palacios, quien vivía en Villa de Barberena, Provincia de Burgos. Este apellido fue traído a América por José de Palacios Sojo y Ortiz de Zarate, quien habiendo nacido en Miranda del Ebro, se estableció y murió en Caracas, Venezuela, en 1703. 

La madre del Libertador Simón Bolívar, dona María Concepción Palacios, también llevaba este apellido. Ella provenía de los dos anteriores personajes, y se casó con el coronel Juan Vicente Bolívar. De esa unión nació Simón Bolívar Palacios en Caracas, el 24 de Julio de 1783. Curiosamente varios de los descendientes de los hermanos del Libertador también se casaron con personas de apellido Palacios.

En lo que respecta a nuestra familia, Luis Palacios, el primo mayor, nos contó alguna vez en Cali (ciudad donde vivía), que el apellido Palacios provenía de Venezuela. Así mismo, a Rafael Agapito le contaron que sus ancestros venían de Cúcuta, ciudad fronteriza con Venezuela, y que una epidemia en esa ciudad hizo migrar a su abuela Dominga y a una de sus primas hacia el interior del país. Por esto consideramos a Dominga Palacios la raíz de nuestra familia en Colombia. Dominga tuvo varios hijos: Reyes, madre de Luis; Fermín, quien tuvo varios hijos varones: Demetrio, Carlos, Fermín, Gustavo, Rubén, y tres hijas: Ana Elvia, Cruz y Oliva; Anastasio, quien tuvo tres hijas: Maria de Jesús, Josefa y Fidedigna; María, quien tuvo tres hijas: Encarnación, Casilda y Elvira; y Rafael I.

Rafael I tuvo un hijo antes de casarse (se llamaba Ricardo), y años más tarde se casó con Ildefonsa Sánchez, oriunda de Suesca, y se estableció en Saucío, vereda de Chocontá. De este matrimonio nacieron cuatro hijos: Pedro Alejandrino, Cruz, Felisa y Rafael Agapito. En la foto de la derecha aparece Rafael Palacios I con su primera nieta (Ana Julia).


    Pedro Alejandrino tuvo tres hijos con Ramona Heredia: Pedro, Julia y Aura. Luego se casó con Rita Chinome. Vivieron en el pueblo de Chocontá, y tuvieron tres hijos: Gabriel, Pedro Jr, y María. Pedro Heredia prestó su servicio militar en el Ejército de Colombia, y fue asignado al contingente de las Naciones Unidas en la Guerra de Corea.

·      La tía Cruz, quien seguía en edad a Pedro, después de vivir en Chocontá por un tiempo, se trasladó luego a Bogotá y vivió en una casa-lote que tuvo Rafael Agapitoen el barrio Los Cerezos, al noroccidente de la ciudad, cerca del barrio El Minuto de Dios. Allí vivió con su única hija Emilia, y su esposo Oliverio Moreno. Rafael Agapito fue padrino de bautizo de Emilia, y por esa razón él siempre trató de ayudarla cuando lo necesitó.

·      Seguía en edad la tía Felisa. Ella no se casó, y tenía su propia casa, en la cual habilitó y construyó pequeños apartamentos que le producían renta. Ella era pensionada del Ejército Nacional, entidad con la que trabajó muchos años como modista.

·      Rafael Agapito, quien se casó con mi madre, Benedicta Cortés Guáqueta, y tuvieron siete hijos: Luis Felipe, Rafael, María Benedicta (falleció de año y medio de edad), María Olga, Gloria Ester, Amparo, y Esperanza.

Por el lado materno de Rafael Agapito, o sea los familiares de apellido Sánchez, sabemos que sus abuelos fueron Dámaso Sánchez y Carlota Castañeda. Ellos vivían en Suesca, en la vereda del Hatillo, pero luego se trasladaron todos a Chocontá y compraron tierras en la vereda de Saucío. Ellos tuvieron varios hijos: Rosario, Eulogia, Micaela, Maria, Cristina, Concepción, Ildefonsa, Eugenio, Juan, Antonio, y Marcos.

·      Rosario Sánchez se casó con un señor de apellido Garzón, y tuvieron cuatro hijos: Pablo, Rosario, Natalio y Julio, quien vive actualmente en su casa en Saucío.

Eulogia Sánchez se casó con un señor de apellido Abril de la vereda de Manacá en el municipio de Chocontá, y tuvieron dos hijos: Pedro, el político como se le conocía, y Alfonso, dueño de la finca Los Arrayanes en Suesca. 

·      Micaela Sánchez tuvo varios hijos, entre ellos Gregorio, quien se casó con Casilda Palacios, prima de Rafael Agapito por el lado de su padre, y Carmelo. De ellos decía Rafael Agapito que tenía dos primos que eran pareja, pero ellos entre si no eran familiares, puesto que el uno provenía de la familia Palacios, y el otro de la familia Sánchez.

·      María Sánchez se casó con Telésforo Lota, y tuvieron cuatro hijas: Rosa, Avelina, Teodosia y Ubaldina. Curiosamente una de las hijas fue novia de mi padre, y planeaban casarse antes de su asignación por el Ferrocarril a la estación de Suesca.

·      Cristina Sánchez murió joven en Agua de Dios. Tuvo una hija, quien regresó curada de Agua de Dios, pero se cayó del tren y murió.

·      Concepción Sánchez fue la madrina de bautizo del Rafael Agapito, junto con su esposo Francisco Borbón; ellos no tuvieron hijos. 

·      Ildefonsa, quien se casó con Rafael Palacios I, y tuvieron cuatro hijos: Pedro Alejandrino, Cruz, Felisa y Rafael Agapito.

·      Eugenio Sánchez tuvo cinco hijos: Petronila, Lucila, Luis, Braulio, y Alfonso. Lucila se casó con Julio Garzón y tuvieron varios hijos; todos ellos viven en Bogotá. 

·      Juan Sánchez se casó con Rosario Garzón, hija de Rosario Sánchez tía de mi padre, y tuvieron un hijo llamado Juan, quien es el marido de Rosa (doña Rosita), quien fue arrendataria durante varios años de la casa que ocupaba la Cooperativa en Saucío. 

·      Antonio Sánchez tuvo dos hijos: Merardo, e Isaías, quien fue el padrino de confirmación de Rafael Agapito, mi padre. Merardo se casó con su prima Petronila Sánchez, y tuvieron seis hijos: Eva, Álvaro, Julia, Elsa, Maria Elena, y Manuel. 

Marcos Sánchez tuvo cinco hijos: Arturo, Arcadio, Aureliano, Dámaso, y Ana Tulia.  Marcos y su hijo Arturo colaboraron con Rafael Agapito en las minas de Suesca.

4. Infancia y juventud de los hijos del matrimonio Palacios-Sánchez

Rafael Agapito nació en Saucio, Chocontá, el 24 de Marzo de 1919. Recibió como primer nombre Rafael, por ser el de su padre, y como segundo nombre Agapito, por haber nacido el día de ese Santo, según el calendario Católico. Su padre era alto, rubio y de ojos azules; su madre era esbelta y de tez morena. El nació de tez blanca, como su padre, y cabello negro, como su madre.

La primera vivienda de este matrimonio estaba ubicada en Saucio, Chocontá, la cual aún se conserva, aunque reformada, y es parte del patrimonio familiar.  Originalmente su casa era de adobe y techos de paja.  Al morir su padre, el hijo mayor (Pedro Alejandrino) compró la parte de la herencia de cada uno de sus hermanos. Años más tarde, Rafael Agapito se la compró de nuevo a su hermano Pedro.  Esta finca fue originalmente la dote o herencia que Dámaso Sánchez dejó a su hija Ildefonsa. También le había dado en herencia a Juan, su otro hijo, un lote contiguo.



Rafael Agapito creció en el campo. Su hogar y su modo de vida eran netamente campesinos, en un ambiente sano y de vida sencilla, de trabajo arduo y obediencia a la voluntad paterna, siguiendo valores y principios católicos arraigados. Rafael Agapito solía narrar con entusiasmo y claridad muchos recuerdos de su niñez, aún el año anterior a su fallecimiento. Entre las muchas anécdotas que contaba, una era la de cómo el se entretenía con un perrito mascota que tenía: lo dejaba en el patio de la casa, y él se iba a la cima de la montaña que se aprecia en una foto siguiente. Cuando llegaba allí le silbaba, y el fiel compañero se iba a encontrarlo, llegando a la cima con la lengua afuera.

También contaba que él ayudaba a su padre en la agricultura, y hacía él mismo envueltos de maíz: cogía las mazorcas, las desgranaba, y molía el maíz.  Su padre solía llevarlo al mercado del pueblo, e iban con un buey. Mientras su padre realizaba las compras de los artículos que necesitaban y la venta de los artículos que cosechaban, Rafael Agapito se encargaba de cuidar al buey dándole pasto. Cuando ayudaba a sus padres le daban 1 ó 2 centavos, y él compraba choclos para jugar trompo o golosa; en esa época se pagaban las compras con choclos.

Rafael Agapito estudió primero con sus hermanas en una escuela de la vereda. La profesora era la señora Rosaura, quien más tarde se casó con don David Benavides, y construyeron el restaurante “El Sisga”, que quedaba justo al pie de la represa del mismo nombre, y era muy apropiado para atender al turista que llegaba a este lugar. Después, cursó un año en la escuela del pueblo en Chocontá, caminando a pie descalzo durante una hora. Tuvo allí un profesor muy bueno, aunque estricto, y castigaba con una férula. Cuando iba a la escuela del pueblo, lo que más temía era que le salieran al encuentro los perros de la hacienda de propiedad de don Juan Porras, que quedaba a la mitad del camino. En ese entonces él tenía unos diez años.

Cuando Rafael Agapito iba a donde su tía María Palacios, él ayudaba a moler la carne para preparar las empanadas, y acompañaba a sus primas a la estación del tren. La tía también preparaba carnes frías para surtir el tren y vender a los pasajeros.  Ella tenía un contrato con el señor Bernal, administrador del restaurante del tren. Allí le entregaban diariamente las viandas en un canasto, y él devolvía el canasto del día anterior ya vacío, luego de vender su contenido a los pasajeros. Rafael Agapito tenía en ese entonces unos 12 años de edad.

Las ocupaciones de su niñez y adolescencia eran básicamente ayudar a sus padres en los menesteres hogareños y del campo, y en los mandados que se ofrecían en el pueblo cuando no era día de hacer mercado. El domingo, día en que todos iban al pueblo para asistir a misa, él se ponía sus alpargatas. Normalmente él andaba descalzo, y solo se ponía alpargatas cuando iba a la escuela o a misa.

Alguna vez quiso hacer envueltos de maíz, y vió en una huerta vecina que había cosecha de maíz. Fue entonces a vender unos huevos de los que ponían las gallinas de su casa, para comprar el queso que le ponía a los envueltos, y luego, cuando fue a coger unas mazorcas de la huerta vecina, la dueña lo sorprendió, lo sujetó de una mano, y sin soltarlo llamó a su Papá gritando “don Rafaiiiilll, don Rafaiill!!!”, pues se encontraba bastante lejos. Él vino enseguida, y una vez enterado del asunto, de inmediato procedió a castigarlo con el cinturón. Mi padre se resintió mucho al ver así frustrado su empeño de preparar envueltos, y fue a refugiarse en casa de su tía María. Allí permaneció por tres días, al cabo de los cuales vino su papá a rescatar a su hijo menor.

Durante algún tiempo Rafael I fue designado Comisario de la Vereda de Saucío, por la Alcaldía de Chocontá. Este cargo era más de prestigio y de servicio a la comunidad, pues no tenía ningún sueldo. Él alquilaba los bueyes, pero en ocasiones rechazaba solicitudes cuando veía que quien los alquilaba los trataba mal o les hacía daño. Él le enseñó a Rafael Agapito a desyerbar (cuando la mata está pequeña), y a aporcar (cuando la mata es grande).

En alguna ocasión Rafael Agapito tuvo la oportunidad de conocer a su medio hermano Ricardo, en Chocontá, con quien tuvo un fugaz encuentro siendo él aún un muchacho. Su medio hermano lo invitó a comer piquete y a tomar chicha, y le regaló dos centavos. Por esto él se sintió especial, y les “hacia fieros” a sus hermanas por haberlo conocido y ellas nó. Cuando su hermano Pedro fue Jefe de Estación en el Puente de Boyacá, Rafael Agapito fue a visitarlo, y repasó con él en el sitio, la historia de la batalla del Puente de Boyacá. En otra oportunidad que visitó a su hermano, Rafael Agapito tenía unos 13 años y justo en esa ocasión nació Pedro Heredia, su primer sobrino. 

Mi padre también nos contaba que cuando iba a nacer Ana Julia, su segunda sobrina, el tío Pedro llevó a Ramona, su compañera, a la casa de sus padres, y le pidió a su madre que le ayudara a atenderla. Además contrató una partera que vivía cerca, en la vereda de Santa Rosita, Municipio de Suesca. Ella se mantenía siempre muy ocupada atendiendo partos; por esto había que prepararle chocolate, y al tomárselo quedaba dormida. Con razón mi padre alguna vez corrigió a Ana Julia cuando años más tarde ella vivía en nuestra casa, y estaba cantando la canción que dice: “yo nací en una rivera del Arauca vibrador, soy hermana de la espuma, de las garzas y del sol”, y él le dijo que no era así, pues él la había visto nacer en Saucío.

En su juventud mi padre solía ir a clases en la Iglesia del Pueblo, donde el cura párroco Padre Agustín Gutiérrez (conservador), enseñaba a leer y escribir, así como también las cuatro operaciones aritméticas, y conceptos técnicos de la agricultura; él tenía en ese entonces 16 años y aprendió rápido por el interés y la dedicación que le puso a las clases. En algunas clases también presentaban cine. Infortunadamente, algunas personas influyentes del pueblo interpretaron estas actividades como intervención en política, y desterraron al párroco, quien fue trasladado a Fómeque por la Curia, y cerraron la Iglesia por varios meses. Por consiguiente, durante este tiempo les tocó ir a pie a misa hasta el municipio vecino, Villapinzón.

En el pueblo de Chocontá vivían otros familiares, entre ellos la tía María, hermana de su papá, y sus hijas Encarnación, Casilda y Elvira. Como se dijo anteriormente, la tía tenía un contrato con la estación del ferrocarril para suministrar empanadas, almojábanas y otras viandas. En razón de la actividad económica que realizaban, ésta era una casa de abundancia, por lo cual a mi padre le gustaba ir, no solo por las delicias que allí probaba, sino también por el cariño que le prodigaban su tía, y sus primas, quienes para esa época eran ya señoritas.

En la foto de abajo, tomada en Abril de 2005, aparece Rafael Agapito con su prima Elvira Palacios de Restrepo, en la plaza principal de Usaquén, municipio anexado a Bogotá, D.C.



lldefonsa Sánchez, la madre de Rafael Agapito, fue muy trabajadora y dedicada a los oficios del hogar. Murió a temprana edad en 1938. En esa época no había acceso a un médico, y cuando se enfermó (se le quitó la voz) la atendieron sus hijas. Rafael Agapito quiso mucho a su madre, y a pesar de haber muerto cuando él tenia 18 años, nos decía cuánto la quería, y ya en su madurez decía que él daría todo lo que tenía si pudiera hacer que ella viviera de nuevo por lo menos un día. A continuación se muestra una foto del entierro de Ildefonsa Sánchez en el cementerio de Chocontá; en primer plano cerca del cajón aparecen su esposo Rafael I, y sus hijos Pedro Alejandrino, Cruz, Felisa y Rafael Agapito.




 5.     Dos hermanos trabajando en el Ferrocarril

Aproximadamente a finales de los años 20s se construyó el Ferrocarril del Nordeste,  atravesando la finca de los padres del Rafael Agapito, el cual transportaba carga y pasajeros entre Bogotá, Suesca y Chocontá, y de allí hacia Sogamoso. También el tren se conectaba con Nemocón; ésta es la única ruta que existe actualmente, pero con fines turísticos. 

Tal vez el hecho de ver pasar el tren todos los días, muy cerca de su casa, además de que era el principal medio de transporte de esa época, y el prestigio que tenían en ese entonces los ferroviarios, motivarían luego al Rafael Agapito a tomar esta profesión, seguido por el ejemplo y la ayuda de su hermano Pedro Alejandrino quien ya había ingresado como empleado de planta.

Rafael Agapito solía contarle a sus hijos acerca de su primer empleo en el Ferrocarril como Fogonero. Este empleo era de un arduo trabajo que él realizaba a conciencia, con gran dedicación y con gusto, lo cual le sirvió para ganarse la confianza y el respeto de sus compañeros y jefes, hasta permitirle ejercer prácticamente el puesto de maquinista. Esta experiencia también le sirvió como escuela de mecánica, de organización, y de responsabilidad.

Pedro Alejandrino fue quien ayudó al Rafael Agapito a que ingresara al Ferrocarril “para que tuviera mejor nivel de vida, y no andara con los obreros de las siembras tomando chicha”, según sus propias palabras. En ese entonces Rafael Agapito contaba con 18 años, y era prácticamente el mandadero de la casa. Entre tanto, Pedro Alejandrino era ayudante del señor Josué Matallana, ingeniero del Ferrocarril.

Rafael Agapito trabajó inicialmente como contratista para cargar y descargar góndolas de los trenes de carga. Su primer salario fue de 20 centavos por día de labor. Luego se vinculó como empleado de planta, y fue asignado al área de Locomoción. Su primera tarea consistió en la limpieza de la locomotora, en cuya labor conoció cada una de las partes y funcionamiento de la máquina.

Posteriormente Rafael Agapito fue designado Secretario de don Gabriel Casas, maquinista Jefe de Locomoción, y se convirtió en su empleado de confianza, al punto en que él era quien movía las máquinas en la estación de Bogotá, y se las entregaba a los maquinistas. También era el encargado de recibirlas y de ir a echarles agua, o de llevarlas al taller cuando requerían reparación, o llevarlas a echarles carbón a la estación del Nordeste, y de allí conducirlas a la Estación de la Sabana.

Contaba mi padre que estando en el Ferrocarril él acostumbraba tomar guarapo, pues valía la mitad del precio de la chicha. Tenía que economizar, pues el sueldo no le alcanzaba, ya que pagaba una pieza en arriendo, las comidas donde paraban, y además él con frecuencia les gastaba a sus compañeros. Una vez que fue de vacaciones a Buenaventura, aprovechando los pasajes que le daba gratis el Ferrocarril del Nordeste, le tocó pagar de todas maneras pasaje en bus entre Ibagué y Armenia, ya que en ese trayecto no había tren. De Armenia en adelante era otra empresa (Ferrocarril del Pacífico), y aunque no pagaba tiquetes si le tocaba gastarles a los maquinistas y fogoneros, pues cuando él se identificaba lo trataban como “compañerito”, sabían que iba de vacaciones, y que debía llevar dinero para gastar.

Tuvo allí grandes amigos, con quienes mantuvo amistad durante muchos años, aún después de retirarse de la empresa. Entre ellos, Carlos Julio Navarro, José Querubín Malagón, y Miguel Ángel Aragón. Con ellos compartió además de sus duras faenas, también piquetes y tomatas interminables, que luego daban para recordar chistosas anécdotas. Con los dos primeros se hizo compadre al servir de padrino de alguno de sus hijos.

Fue tan importante para Rafael Agapito su trabajo de maquinista, que aún en sus últimos años se soñaba manejando el tren y saludando a la gente al pasar. La siguiente foto tomada muchos años después de haber trabajado en el Ferrocarril, muestra a Rafael Agapito al pie de una máquina, al llegar a Nemocón en un paseo familiar, con su esposa Benedicta, sus hijas Gloria Esther y Esperanza, su nuera Gloria Stella y sus nietos Daniel, Sandra, y Ángela.




Monday, May 13, 2019

Historia breve de los Muiscas

Retomando el tema de los Muiscas, tribu indígena que pobló el altiplano cundiboyacense, cuya civilización logró grandes avances antes de la Conquista Española, la cual violentamente destruyó la cultura que habían desarrollado (ver post Cultura Muisca publicado en este blog el 3 de septiembre de 2011), y usurpó las posesiones a nuestros antepasados. Intentaré narrar en forma breve lo que fueron los primeros pobladores de estas tierras fértiles y bellas, y principales acontecimientos antes, durante y después de dicha Conquista.


1. Antes de la Conquista


Acerca del origen de los aborígenes en América, los paleontólogos, antropólogos y filólogos sostienen que el género humano no surgió de América, sino que llegó a este continente por diferentes caminos desde Asia, hace entre 40,000 y 80,000 años. Según el antropólogo Eliécer Silva Celis (3), basado en excavaciones realizadas en distintos sitios del altiplano a partir de 1940, el tipo físico de los cráneos encontrados en territorio de los Muiscas es el Braquicéfalo, pero se mezcló con otro grupo racial llamado los Dolicocéfalos, de donde surgió un grupo físico denominado Mesaticéfalos, al cual corresponden los Muiscas. Dentro de este último tipo o grupo racial existieron múltiples tribus que poblaron diferentes regiones de América, y dado que hablaban la misma lengua se llegó a confundir a todos estos grupos indígenas bajo el término Los Chibchas.  

Aunque los Muiscas linguísticamente pertenecían a este grupo, había otras tribus diferentes que se extendieron en diferentes territorios, como los Guambianos en el sur de lo que es hoy Colombia, los Tayronas en la Sierra Nevada de Santa Marta, y otras tribus en Ecuador y Centro América. A la Sabana de Bogotá los primeros pobladores llegaron hace aproximadamente 12,000 años; eran cazadores, pescadores y recolectores de moluscos, frutas y raíces silvestres. Posteriormente, al parecer por las enseñanzas de Bochica, se volvieron más sedentarios, dedicándose a la horticultura y a la fabricación de cerámica. Una vez lograron desarrollar la agricultura en forma más productiva, comenzaron a formarse los poblados (2). 

La historia de este grupo humano, que se llamaron a sí mismos como los Muiscas, se llega a establecer mediante las leyendas que se transmitieron oralmente de generación en generación, hasta cuando llegaron los conquistadores españoles que las recopilaron y difundieron en forma escrita. En estas leyendas (ver post Mitología Muisca publicado en este blog el 22 de Febrero de 2016) sobresalen dos personajes míticos: Bachué, la mujer que salió de una laguna con un niño en sus brazos, el cual en edad adulta se convierte en su pareja y pueblan la tierra. El segundo personaje mítico de las leyendas muiscas es Bochica, el héroe civilizador que les enseñó principios morales y técnicas agrícolas y artesanales, mediante las cuales mejoraron sus condiciones de vida.




Según otra leyenda muisca, el fundador de Hunza (hoy Tunja) fue Hunzahúa y fue el primer Zaque de ese territorio. Luego lo sucedió un sobrino por línea materna, y a éste también su sobrino, como era la costumbre entre los muiscas. Uno de sus sucesores se llamaba Tomagata quien no tuvo hijos. Lo sucedió entonces su hermano Tatasúa, que significa "hijo del sol". Otro Zaque que se distinguió fue Goranchacha, quien hizo levantar en Hunza, un gran templo al sol construído en piedra. En la siguiente foto se puede apreciar una réplica de dicho templo

El cacique más antiguo de la región de Bacatá (hoy Bogotá) fue Saguanmachica, quien resultó herido al enfrentarse cuerpo a cuerpo al Zaque Michúa, y ambos murieron, sucediéndolo su sobrino Nemequene (Hueso de León), quien promulgó una serie de normas de convivencia llamadas el "Código de Nemequene". Este Zipa siguió una política expansionista, enviando a su sobrino y sucesor Tisquesusa a someter a la tribu de los Sutagaos, mientras él se dirigió a Zipaquirá para adueñarse de los territorios del cacique Susa, sometiéndolos en una batalla que se dió en el Boquerón de Tausa. Así Nemequene se adueñó de las poblaciones de Ubaté, Simijaca, Chiquinquirá y Saboyá. Mientras que Tisquesusa sometió a los caciques del Valle de Tenza. El Zipa Tisquesusa fue sucedido por su sobrino Sagipa, a quien le correspondió enfrentar a los conquistadores (1).

2. Durante la Conquista


La denominada Conquista Española se inicia en Abril de 1536 cuando el Gobernador de Santa Marta Pedro Fernández de Lugo designó a Gonzalo Jiménez de Quesada como teniente de una expedición que tenía por propósito descubrir las cabeceras del Rio Grande (hoy el Magdalena), donde se suponía existía una nación civilizada, la cual debía ser sometida a la Corona Española. 

Para esa época, ya Hernán Cortés había dominado el Imperio Azteca, y Francisco Pizarro había logrado conquistar a los Incas en el Perú, y se sabía la riqueza en oro que poseían dichos imperios indígenas. Por lo tanto, era obvio que tras del descubrimiento de las cabeceras del río estaba también la ambición de poder y de riqueza de los conquistadores al dominar a estas naciones. Además, se tenía el propósito implícito de convertir a los indígenas a la religión Católica, a lo cual los españoles estaban acostumbrados después de haber luchado por su independencia de los moros durante más de quinientos años.


En la expedición participaban cerca de 600 hombres por tierra, y 200 navegando inicialmente por mar, para adentrarse luego al interior del territorio utilizando el "río grande" como vía natural de navegación, pero esta expedición fracasó al naufragar en las bocas del río. Un poco después se reorganizó, y pudo encontrarse con el ejército terrestre en el puerto de Sompallón, sobre el río.

La expedición se inició en las estribaciones de la Sierra Nevada, el miércoles 5 de Abril de 1536. Un mes después llegó a Chiriguaná, donde permaneció hasta el 15 de Mayo. El 26 de Julio llegó a Tamalameque; algunos desesperados por el hambre y las enfermedades se devuelven río abajo a localizar la expedición fluvial. Un mes más tarde se reúnen las dos expediciones en Sompallón, donde se celebra una misa y los capellanes logran recuperar los ánimos.

A comienzos de Octubre llegan a La Tora tan solo 220 hombres; los demás han desaparecido, y deciden no continuar buscando las cabeceras del río que se suponía los llevaría al Perú, sino más bien buscar el país de donde proviene la sal que encuentran abundantemente en el camino.

A fines de diciembre se pasa lista y tan sólo contestan 170 hombres, y sólo les quedan 70 caballos. En Enero llegan a la Sierra de Atún, la cual hay que trasmontar para llegar al altiplano, donde encuentran a muchos indios, muchos cultivos y poblados. A comienzos de Marzo llegan a la cumbre de la Sierra Opón, que marca el límite entre la selva y la altiplanicie. Todos se ponen muy contentos, pues son tierras fértiles y ricas. Los indios que las habitan son pacíficos y los hospedan en sus casas.

Después de descansar unos días, reinician la marcha y llegan a Vélez, Barbosa, Saravita, Moniquirá y Sorocotá. Luego pasan por Suta y Tinjacá, y después por Guachetá y Lenguazaque. El miércoles 14 de Marzo de 1537 llegan a Cucunubá y luego a Suesca, donde Quesada hace dar muerte a garrotazos a un soldado por haberles quitado unas mantas a los indios, seguramente para ganarse la confianza de los indios y ponerlos a su favor. A manera de ilustración, a continuación se muestra una fotografía del mural rupestre encontrado en las Rocas de Suesca (3).



El jueves 15 de Marzo Quesada encuentra las tropas del Zipa acampadas en Tibitó, donde se dá la primera batalla entre los dos ejércitos. Los españoles no sólo logran repeler el ataque de los indios, sino que los persiguen hasta Cajicá donde el Zipa tenía sus pertrechos de guerra. Allí pasan la Semana Santa, y en la semana de Pascua pasan por la población indígena de Chía y después llegan a Suba.

En otro post en este mismo blog titulado Gonzalo Jiménez de Quesada y publicado el 20 de Junio de 2011 se narra cómo Gonzalo Jiménez tomó posesión de la sabana, y fundó luego a Santa Fe de Bogotá el 6 de Agosto de 1538, tratando de afianzar sus dominios que le querían disputar otros dos conquistadores que llegaron por rutas diferentes, casi al mismo tiempo: Sebastián de Belalcázar desde Quito, y Nicolás de Federmán que venía de Venezuela. Esta disputa vino a resolverse a favor de Jiménez de Quesada en la Corte de España años más tarde, estableciéndose oficialmente lo que se denominó el Nuevo Reino de Granada.

Mercedes Medina de Pacheco en su libro Los Muiscas (1) hace un balance de todo el oro que los españoles usurparon a los indígenas, ya que durante la expedición de Jiménez de Quesada se llevaba un registro de lo que capturaban a su paso por el territorio de los indígenas, en un llamado Cuaderno de Jornada. Ella se pregunta por qué los conquistadores usurpaban los tesoros a los nativos, si Jiménez de Quesada había amenazado con pena de muerte a los miembros de su ejército que usurparan alguna cosa a los indígenas? La explicación sería que los indios entregaban a los españoles su oro y esmeraldas que eran tan preciados y sagrados para ellos, por dos razones:
  • Algunos españoles eran de tez blanca, barba larga y cabello claro, fisonomía que se asemejaba a la de la leyenda de Bochica, su padre y maestro, y por tanto los consideraron "los hijos del sol"
  • Por otra parte, al ver los indígenas a los españoles montados a caballo pensaron que se trataba de dioses mitad hombre y mitad animal, y había que darles lo que pidieran
Sin embargo, aunque al comienzo se les respetaron sus pertenencias, luego por la ambición de los conquistadores les exigían sus riquezas en nombre del Rey de España, diciendo que él era el representante del único y verdadero Dios, y debían entregarlas a manera de tributo.

3. Después de la Conquista


Veremos ahora cómo los españoles después de perseguir a los indígenas, de dominarlos mediante escaramuzas, tretas y engaños, y de vencerlos en batalla gracias a sus armas, armaduras y cabalgaduras, fueron paulatinamente avasallándolos, despojándolos de sus territorios, sus súbditos, sus tesoros y su dignidad. 

Los últimos Zipas que gobernaron las tribus de los Muiscas fueron:
  • Tisquesusa: este cacique había tratado de apoderarse de las tierras de otras tribus, y esperaba lanzarse con sus ejércitos sobre el Zaque de Hunza, pero justo cuando se avecinaba la conquista española llegaron a un acuerdo y pactaron una tregua antes de entrar en una guerra a la que ya se veían abocados. Cuando Tisquesusa supo que los españoles habían llegado al territorio de los Muiscas, se fue de Bacatá a una casa de recreo que tenía cerca de Facatativá.  Al llegar los españoles y no encontrarlo, pero sí muchas piezas de oro y esmeraldas, uno de sus súbditos confesó a Quesada donde se encontraba su señor. Enseguida salió a perseguirlo y lo encontraron en un bosque, donde un soldado sin reconocerlo como el cacique le dió muerte con una ballesta.
  •  Sajipa: era el sobrino de Tisquesusa y fue quien lo sucedió como Zipa, aunque otros parientes llamados Cuximenegua y Cuximinpaba le disputaron su derecho; entonces Sajipa para asegurar el trono se alió con los españoles, entregándole a Quesada ricos presentes de oro y esmeraldas y prometiéndoles su vasallaje al Rey de España. En esos momentos los Panches atacaron a los españoles, y éstos con el apoyo de Sajipa derrotaron a los Panches en Bojacá. Entonces Cuximinpaba acudió al hermano de Gonzalo Jiménez acusando a Sajipa de haberse robado el tesoro de Tisquesusa. Entonces Hernán Pérez de Quesada hizo que Gonzalo Jiménez apresara a Sajipa, y lo torturaron hasta que entregó más de 3,000 piezas de oro y 60 esmeraldas, pero por la crueldad de las torturas murió; se dice que sus súbditos no volvieron a sonreir. Por su parte Quesada se lamentó siempre de haber ayudado a que se diera esta injusta y cruel muerte  del último Zipa.
Por el lado de los Zaques, los dos últimos fueron:
  • Quemuenchatocha: fue un tirano, y quiso hacer concubina a una india casada; como el esposo la raptó, el Zaque los persiguió y los hizo ahorcar a ambos. El padre del muchacho en venganza lo delató con los españoles, señalándoles el camino para llegar al Templo del Sol donde guardaba su tesoro. Quemuenchatocha tan sólo logró salvar una pequeña parte de su tesoro, haciéndola arrojar al pozo de Donato. Quesada lo hizo poner preso, y murió de pena moral al ver que los españoles se apoderaban de un gran tesoro que guardaba en su cercado.




  • Aquiminzaque: fue el sucesor de Quemuenchatocha, que era su tío, pero en realidad no alcanzó a gobernar, pues los españoles tomaron control de la tribu y sus pertenencias. El último Zaque tenía en ese momento tan solo 22 años, y se preparaba su boda con una princesa muisca. Al llegar a Hunza muchos caciques de los pueblos vecinos a presenciar la boda, los españoles desconfiaron y pensaban que la reunión sería para dar un golpe militar. Todos los caciques fueron condenados a muerte por supuesta traición; antes de ser ejecutado Aquiminzaque  se hizo cristiano, y así terminó la vida del último de los Zaques.

De todos los caciques muiscas el único que enfrentó a los españoles en batalla fue el cacique Tundama, quien no obstante les había enviado presentes con ánimo conciliador cuando ya estaban muy cerca de su cercado, los españoles hicieron caso omiso y lo atacaron, desplazándose él a Duitama que estaba rodeada de pantanos por donde no podía pasar la caballería española. Sin embargo, los derrotaron en un sitio llamado  Los Corrales de Bonza. Tundama se sometió a los españoles comprometiéndose a pagarles tributo en oro. A Tundama lo sucedió su sobrino, quien había sido bautizado con el nombre de Juan, por el Arzobispo de Santa Fe de Bogotá. Pero los españoles para hacerle confesar donde estaban los tesoros de su tío, lo hicieron desfilar desnudo con una soga al cuelo delante de sus súbditos; ante la afrenta, el último Tundama se suicidó en su casa, sin confesar donde estaba el tesoro de su tío.

Otro indígena rebelde fue el sacerdote de Sogamuxi, a quien le tocó presenciar el incendio del Templo del Sol, el principal centro religioso de los Muiscas, provocado por dos soldados españoles, el 4 de Septiembre de 1937, no sin antes sacar una buena cantidad de oro que los fieles indígenas habían acumulado durante años, de la ofrendas que ellos hacían a su Dios el Sol. El sacerdote Sogamuxi, quien se había sometido a los españoles al ser derrotado junto con Tundama, se convirtió al cristianismo. Así fue respetado y querido por los españoles, y sobrevivió 29 años más. Al morir lo enterraron cristianamente en Sogamoso; en su lápida decía:
"Hay gran dolor! Aquí está muerto el Gran Sogamuxi, cacique, señor, amante de su pueblo, el mejor hombre de Cundinamarca; alegría y honra de su tierra, el amigo de los hijos del Sol, al fin reverenció las luces del Sol que resplancdece. Roguemos por su alma".



Con la muerte de los caciques muiscas, se termina propiamente la Conquista Española, y se inicia la evangelización de los indígenas, la cual se llevó a cabo no solo por el clero secular, sino también por las órdenes religiosas que acompañaron a los conquistadores. La primera orden que llegó con Jiménez de Quesada fue la de los Dominicos; precisamente el capellán de su expedición fue Fray Domingo de las Casas. Los Dominicos fundaron conventos en Santa Fé de Bogotá, Tunja, Chiquinquirá, y otro en zona rural de Sutamarchán, cerca de Villa de Leyva, llamado el Ecce Homo.

También los Agustinos vinieron con Sebastián de Belalcázar y acompañaron a Gonzalo Suárez Rendón en la fundación de Tunja, y se radicaron en Santa Fe de Bogotá desde 1575. Fundaron conventos en Tunja, en Villa de Leyva, en Ráquira y en el Desierto de la Candelaria. En 1553 el primer arzobispo del Nuevo Reino de Granada, Fran Juan de los Barrios, trajo la orden de los Franciscanos que fundó conventos en Santa Fe de Bogotá, en Tunja y en Mongui.

La orden de los Jesuítas llegó al Nuevo Reino de Granada a comienzos del siglo XVII, y fundaron planteles para le educación de la juventud criolla en Cartagena, en Santa Fe de Bogotá, en Tunja y en Popayán, pero su labor quedó trunca al decretarse la expulsión de la orden de los Jesuítas en 1767 en todas las colonias de América por la Corona Española, que era ahora regida por la dinastía de los Borbones.

Hubo muchas similitudes entre los ritos religiosos que practicaban los aborígenes, con los de la religión católica, a saber:
  • La orientación de los adoratorios en los templos hacia el oriente, donde nace el sol su Dios, y donde nació Jesucristo
  • El agua como elemento purificador
  • La música y los aromas en los ritos religiosos
  • La Bachué de los Muiscas y la Virgen María en la religión católica
  • Las peregrinaciones a los lugares sagrados
  • Las procesiones en celebraciones especiales
  • Chibchacum para los indígenas y San Cristóbal para los españoles, ya que ambos cargaban el mundo sobre sus hombros.
Con base en las anterores semejazas, los templos doctrineros y las plazas de los pueblos sirvieron para atraer y aglutinar a la población indígena en torno al sitio donde se daba el adoctrinamiento y se practicaban los ritos de la nueva religión. Precisamente, el templo parroquial de Suesca dedicado a Nuestra Señora del Rosario, construído en 1601, fue fundado por los frailes dominicos con el propósito de servir en la evangelización de los pueblos conquistados por los españoles (5).

Referencias bibliográficas


(1) Los Muiscas: Verdes Labranzas, tunjos de oro, subyugación y olvido, Mercedes Medina de Pacheco, Academia Boyacense de Historia, Tunja, Boyacá, Colombia, 2006

(2) Los Muiscas: Pensamiento y Realizaciones, Francisco Beltrán Peña, Cuarta edición, editorial Nueva América, Colombia, 1993

(3) Murales rupestres polícromos en la Sabana de Bogotá, Diego Martínez Celis, Rupestre.web Colombia

(4) Los Chibchas: Hijos del Sol, la Luna y los Andes, José V. Rodríguez C, Universidad Nacional de Colombia, Departamento de Antropología, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2011

(5) Suesca: Rocas de las Aves, Alcaldía Municipal de Suesca, Instituto Departamental de Cultura, Gobernación de Cundinamarca, 2015