Friday, June 17, 2016

Pueblito Viejo

A continuación quisiera dedicar esta canción a Suesca, el pueblo querido que me vio nacer, escrita por el gran compositor colombiano José A. Morales, oriundo del Socorro, Santander:

Lunita consentida colgada del cielo 
como un farolito que puso mi Dios, 
para que alumbrara las noches calladas 
de este pueblo viejo de mi corazón. 


Lunita consentida colgada del cielo
como un farolito que puso mi Dios, 
para que alumbrara las noches calladas 
de este pueblo viejo de mi corazón. 


Pueblito de mis cuitas, de casas pequeñitas, 
por tus calles tranquilas corrió mi juventud; 
por ti aprendí a querer por la primera vez 
y nunca me enseñaste lo que es la ingratitud. 


Hoy que vuelvo a tus lares 
trayendo mis cantares 
y con el alma enferma de tanto padecer 
quiero pueblito viejo morirme aquí en tu suelo, 
bajo la luz del cielo que un día me vió nacer. 


Hoy que vuelvo a tus lares 
trayendo mis cantares 
y con el alma enferma de tanto padecer 
quiero pueblito viejo morirme aquí en tu suelo, 
bajo la luz del cielo que un día me vió nacer.

Estas estrofas, junto con la composición musical, hace revivir sentimientos como los que a continuación transcribo:
  • "Como olvidar a mi abuelito cantando esa canción cuando estaba chiquita..." (Sary Rosenway)
  • "Hermosisima canción. La escuchaba y la cantaba en la escuela cuando niño..." (Carp Y)
  • El 80% de la gente que habita en nuestras ciudades procede de pequeños poblados dispersos por toda la geografía colombiana y por eso ese sentimiento nostálgico de tiempos y amores idos..." (RonaldoEnrique Pérez Posada).
A continuación se incluye el enlace a un video que recrea esos sentimientos, en una de las múltiples interpretaciones de dicha canción:

Video con la canción Pueblito Viejo

Monday, June 6, 2016

La Leyenda de El Dorado

A continuación se narran varios episodios históricos que están relacionados con una leyenda que desató no solamente la avaricia de los conquistadores españoles cuando llegaron al territorio de lo que hoy es Colombia, sino también el descubrimiento, la subyugación y el abuso de los pobladores de ese entonces, el admirable pueblo Muisca del cual procedemos, y al cual me he referido en artículos anteriores de este blog por estar íntimamente ligados con Suesca.

1. Como comienza la leyenda

En 1534, cuando Pizarro conquistó el Cuzco (Perú), al norte Sebastián de Belalcázar emprendió la conquista de Quito (Ecuador), que se suponía igualmente rico, pues los españoles encontraron tesoros allí. Belalcázar continuó explorando hacia el norte pues un indio en Latacunga le habló sobre su lugar de nacimiento, una tierra llamada Cundinamarca, cuya tribu había perdido una gran batalla con otro pueblo chibcha.

De acuerdo con el relato de ese indio, quien fue tomado como prisionero, el cacique de su tribu acostumbraba cubrír su cuerpo con oro en polvo para hacer ofrendas a sus dioses; de allí nació la leyenda de El Dorado, que posteriormente se fusionó con otros rumores que llevaron a creer que había una ciudad construida enteramente en oro. Desde entonces, los españoles comenzaron a llamar a Quito como la provincia de El Dorado.

La ilusión de Belalcázar era conquistar ese territorio y llegar al mar de las Antillas, el cual suponía estaba cerca de Quito. De esta manera se evitaría el viaje a través del Pacífico hasta Panamá, y podría navegar directamente a España sin tener que cruzar las posesiones de Pizarro. Fue así como las tropas de Belalcázar atravesaron las provincias de Pasto y Popayán, y luego el valle de Neiva hasta llegar a la sabana de Bogotá, donde se encontraron con las expediciones de Nicolás de Federman y Gonzalo Jiménez de Quesada, que habían avanzado desde Coro (Venezuela) y Santa Marta (Colombia), respectivamente.


Curiosamente los tres conquistadores que se encontraron en la Sabana de Bogotá, procedentes de sitios tan diversos, traían un número similar de soldados y dos capellanes, uno religioso y el otro clérigo: Qusada tenía 166 hombres; Belalcázar tenía 162 hombres; y Federmán tenía 163 hombres. La diferencia entre los capellanes religiosos era que el de Quesada era Dominico, el de Belalcázar Mercedario, y el de Federmán era Agustino (1).

2. Gonzalo Jiménez de Quesada y la Nueva Granada

En 1535 había llegado a Santa Marta Gonzalo Jiménez de Quesada como Vicegobernador, y decidió emprender una excursión en el territorio que luego se convertiría en el Virreinato de la Nueva Granada (hoy Colombia), siguiendo el curso del Río Grande de la Magdalena, con el propósito de llegar a Perú. En su camino, Quesada observó que a lo largo del río los indios comían granos de sal traídos de la costa, pero después de viajar setenta millas de distancia, la sal era demasiado escasa. Más adelante comenzaron a observar que los indios comían otra sal en pequeños bloquecitos similares a los cubos de azúcar, y mientras avanzaban la sal era cada vez más barata según la intercambiaban por otros bienes, lo que llamó la atención de los conquistadores.

De acuerdo con lo que decían los indios, la tierra de donde venía tal sal pertenecía a un hombre poderoso que poseía una gran riqueza. Por tanto, los españoles decidieron explorar hasta encontrar el origen de la sal, llegando así a las tierras de la Confederación Muisca, un pueblo rico en oro y esmeraldas que vivían en el Altiplano Cundiboyacense. Así Jiménez de Quesada llevó adelante la conquista de dicho territorio y fundó la ciudad de Bogotá, la cual sería luego cabeza de dicho Virreinato.


El derecho sobre los territorios recién descubiertos se mantuvo algunos años en disputa entre Gonzalo Jiménez de Quesada, Sebastián de Belalcázar y Nicolás de Federmán. Belalcázar, quien venía de Quito, reclamó el territorio en nombre de Francisco Pizarro, conquistador del Perú. Federmán, quien venía de Coro (Venezuela), era auspiciado por unos banqueros alemanes. Estos dos últimos conquistadores llegaron a Bogotá a principios de 1539, y su disgusto fue grande cuando encontraron allí a Gonzalo Jiménez de Quesada, que había venido con su ejército desde Santa Marta hacía tres años. Entonces los tres exploradores se embarcaron para España a resolver sus diferencias ante la Corona Española (1).

3. La Ceremonia del Indio Dorado

Una de las costumbres indígenas que más llamaron la atención de los conquistadores era la ceremonia que se llevaba a cabo para investir a un nuevo cacique, la cual fue denominada por los españoles como la ceremonia de "El Dorado". Según la narración de Juan Rodríguez Freyle, al morir el cacique de Guatavita, su sobrino fue designado sucesor. Para recibir su investidura, fue ungido con una masa pegajosa de lodo y se le espolvoreó con oro en polvo, por lo que quedó cubierto con este metal (ver el siguiente grabado de Theodoro de Bry de 1594).


Previamente, los indios habían construído una gran balsa de cañas, y la adornaron lo más llamativo que pudieron, Luego, sobre ella, el nuevo cacique fue trasladado al centro de la laguna, donde fue coronado como Cacique de Guatavita por parte de otros jefes de menor rango que iban adornados con grandes plumas. En ese momento la laguna se iluminó con antorchas alrededor de toda la circunferencia, en la cual estaban ubicados los demás miembros de la tribu.

Una vez coronado, el nuevo cacique lanzó piezas de oro y esmeraldas a la laguna, como una ofrenda a sus dioses, y luego se sumergió en el agua. Mientras tanto los indios agitaban banderas, y al llegar a tierra el nuevo cacique, empezaron a gritar. Luego se celebró con bailes, danzas y chicha, Esta fue la ceremonia en la que se reconoció al nuevo señor de la tribu,

La veracidad de esta leyenda fue confirmada en 1856 cuando se encontró una pieza de oro de orfebrería, conocida como la "balsa muisca" que luego desapareció, pero en 1969 se descubrió otra similar, que se encuentra actualmente en exhibición en el Museo del Oro en Bogotá (ver fotografía siguiente). Paradójicamente, ninguna de estas dos balsas fue encontrada en la laguna de Guatavita; la primera fue descubierta en la laguna de Siecha, y la segunda apareció en una cueva en el municipio de Pasca (2).


4. Drenan las Lagunas


La leyenda de las ofrendas de oro y esmeraldas también dio lugar a los primeros intentos para drenar las lagunas sagradas de los muiscas. El primer drenaje de la laguna de Guatavita fue hecha por Hernán Pérez de Quesada, recibiendo sólo el equivalente a cuatro mil pesos oro. En 1652, un rico comerciante de Bogotá, llamado Felipe Sepulveda, obtuvo la concesión de una segunda exploración a la laguna de Guatavita. Sepúlveda hizo un corte en una de las colinas con el fin de drenar la laguna, pero tan solo encontró una esmeralda valiosa. Por último, una compañía  Inglesa, mediante concesión del gobierno de Colombia, procedió a vaciar completamente la laguna de Guatavita, descubriendo en su parte inferior una capa de barro de tres metros de espesor. Solo se encontraron algunos Tunjos, esmeraldas y objetos de cerámica.



La laguna de Siecha fue drenada parcialmente en 1856 por parte de los hermanos Joaquín y Bernardino Tovar, asociados con Guillermo París y Rafael Chacón. El nivel del agua bajó tres metros, lo que permitió descubrir varias esmeraldas y algunas piezas de oro, incluyendo una balsa muisca, la cual se encuentra desaparecida. En 1870 se realizó un nuevo intento para drenar la laguna de Siecha, llevada a cabo por Crowther y Enrique Urdaneta, quienes perforaron 187 metros de roca arenisca en la pared occidental. Sin embargo, cuando faltaban tres metros para terminar el túnel, los dos señores y un peón murieron asfixiados por los gases contaminados que produjo la combustión de la pólvora utilizada para la perforación (3).

5. La leyenda se expande

La codicia por el oro es un fenómeno humano que se extiende a través de la historia, la geografía, y las culturas. El poseer el preciado metal pareciera despertar un deseo insaciable por obtener más. La leyenda de El Dorado, que se originó en el cacique embadurnado en oro en polvo para ofrendárselo a sus dioses, junto con piezas de oro y piedras precisas como tributo en el centro de la laguna sagrada, fue modificándose y ampliándose hasta hacer creer en Europa que en el nuevo mundo existía un lugar con una inmensa fortuna, conocido como El Dorado. Este hecho motivó no solamente a los españoles a conquistar el interior del territorio que hoy es Colombia, sino también a aventureros y colonizadores de diferentes nacionalidades a buscar ese lugar en distintas regiones de América, durante los siglos XVI y XVII.

Un fenómeno similar se desarrolló cuando en un humilde poblado de California, llamado Coloma, se encontraron pepitas de oro en un río, despertándose lo que se denominó “la fiebre del oro” en Estados Unidos, hacia 1850, caracterizada por la gran cantidad de inmigrantes que llegaron a las cercanías de San Francisco en busca de dicho metal. Los efectos de esta migración repentina fueron espectaculares. Antes de la fiebre del oro, San Francisco era una aldea diminuta, y con dicha fiebre la aldea llegó a ser una gran ciudad.

A manera de patrimonio histórico de Colombia, se quiso conservar esta leyenda de El Dorado, dándole este nombre al principal aeropuerto del país, “Aeropuerto Internacional El Dorado”. El aeropuerto recibió este nombre en 1959 en memoria de la famosa leyenda de El Dorado según la cual los exploradores europeos buscaron, en sus expediciones en el continente americano, una "ciudad dorada". La historia de Bogotá y del país en general está estrechamente ligada con dicha leyenda, ya que cerca de la actual ciudad se encuentra ubicada la Laguna de Guatavita, el lugar donde se celebraba el rito descrito en esta famosa leyenda (3).

Referencias:

  1. Fundación de Bogotá - Historia Eclesiástica, Capítulo V, Biblioteca Virtual, Biblioteca Luis Angel Arango.
  2. Los Muiscas – Verdes labranzas, Tunjos de oro, Subyugación y olvido, Mercedes Medina de Pacheco, Academia Boyacense de Historia, Buhos Editores, 2006.
  3. Wikipedia – La enciclopedia libre, varias entradas para investigar lo tratado.